El origen del nombre de Chinchón no está del todo claro, y existen varias hipótesis sobre su procedencia.
Una de las más extendidas sugiere que derive del término mozárabe cinchón, relacionado con una prominencia del terreno, lo que encajaría con la topografía del lugar.
Otra teoría popular lo vincula con la palabra chichón, derivada del latín cicer (garbanzo), aludiendo a la abundancia de esta leguminosa en la zona. Según esta versión, Chinchón haría referencia a la forma redondeada del garbanzo, que también da nombre a los bultos o protuberancias conocidos como chichones.
Por otro lado, hay quien lo relaciona con el nombre de una antigua familia romana.
En cualquier caso, lo cierto es que el topónimo Chinchón aparece ya documentado en la Edad Media.
Gentilicio: Chinchonenses/as - Chinchoneros./as

Aunque no existen restos arqueológicos significativos de época prehistórica documentados en el término actual de Chinchón, el entorno de la comarca presenta una ocupación humana continua desde tiempos antiguos. La localización estratégica del cerro del castillo y su entorno hacen pensar en la posible existencia de asentamientos anteriores a la Edad Media.
Durante el Siglo XI, en el contexto de la reconquista cristiana del valle medio del Tajo, el territorio de Chinchón comenzó a tener un papel estratégico en la línea defensiva y de repoblación impulsada por los reyes de Castilla. Aunque no se conserva documentación específica sobre la fundación exacta del núcleo, todo apunta a la aparición de una aldea fortificada en torno al cerro donde más tarde se levantaría el castillo. Este emplazamiento elevado permitía dominar visualmente el entorno y controlar las rutas de comunicación que unían Toledo con el norte de la meseta. La estructura defensiva original sería seguramente modesta, pero sentó las bases de la futura organización urbana.
A lo largo del Siglo XII, el asentamiento fue consolidándose como núcleo de población estable. Es probable que en este momento se levantara la primera iglesia parroquial, de la que hoy no quedan restos visibles, y que sirviera de centro religioso para los habitantes del lugar. El caserío seguiría siendo pequeño y disperso, pero comenzaba a perfilarse una estructura más organizada en torno al eje del castillo, con caminos de acceso, viviendas de labradores y pastores, y una incipiente vida comunal. La villa, sin embargo, seguía bajo control de la corona o de algún tenente —responsable de la tenencia feudal de una villa o región, designado por el rey o señor durante la Edad Media—, a la espera de su concesión en señorío, que llegaría ya entrado el siglo XV.
Durante el Siglo XIII, se consolidó el pequeño núcleo de población. Aún no existía la organización urbana reconocible actual, pero sí un caserío disperso en torno al castillo primitivo, de probable origen románico tardío. La posición de Chinchón se fortaleció gracias a su control sobre los caminos entre Toledo, Madrid y la comarca de Las Vegas.
Durante el Siglo XIV, Chinchón siguió siendo una pequeña aldea de importancia local, vinculada a la corona castellana en un momento marcado por las crisis demográficas y económicas que afectaron a toda Europa. La villa no tenía todavía entidad propia como señorío, pero su situación estratégica y sus tierras fértiles le permitieron mantener una población estable dedicada principalmente a la agricultura y la ganadería. Es probable que durante este siglo se consolidaran algunas estructuras defensivas y religiosas, preparando el terreno para el auge señorial del siglo XV.
En el Siglo XV, los Reyes Católicos en 1480, concedieron el señorío de Chinchón a Andrés de Cabrera, quien ostentaba importantes cargos en la corte. Su esposa, Beatriz de Bobadilla, fue una figura destacada en la historia local. La familia Cabrera impulsó la fortificación del castillo, y a finales del siglo se construyó una nueva iglesia (precursora de la actual).
Durante el Siglo XVI, Carlos I elevó el señorío a condado en 1520, consolidando el poder de los condes de Chinchón. Este siglo fue de gran esplendor para la villa: se construyó la Plaza Mayor en su forma actual, con estructura cerrada y función polivalente (comercial, festiva y administrativa), y se edificaron edificios señoriales y religiosos. También se amplió el castillo, configurando su aspecto renacentista. La villa adquirió una notable importancia política y económica.
Durante el Siglo XVII, la decadencia de los Austrias afectó a Chinchón, aunque la villa conservó su prestigio. Se construyó el convento de las Clarisas y se consolidaron otros inmuebles religiosos y palaciegos. A finales de siglo, en 1683, nació el famoso Conde de Chinchón al que se asocia la historia de la quinina, cuyo título luego sería cedido a la corona española y más tarde al virreinato del Perú.
El Siglo XVIII, estuvo marcado por la reconstrucción y nuevas obras. En 1706, durante la Guerra de Sucesión, el castillo fue parcialmente destruido por las tropas del archiduque Carlos. A pesar de ello, Chinchón mantuvo su carácter de villa importante en la comarca. Se realizaron reformas en la iglesia de la Asunción y se embelleció la Plaza Mayor.
El Siglo XIX, trajo consigo una profunda transformación social. En 1812 se produjo la abolición de los señoríos jurisdiccionales por las Cortes de Cádiz, con lo que los condes perdieron sus privilegios de gobierno local. Con la reforma territorial de Javier de Burgos en 1833, Chinchón pasó a formar parte de la provincia de Madrid y quedó integrado en el partido judicial del mismo nombre, que agrupaba numerosos municipios de la comarca. El castillo, ya arruinado, se utilizó como fábrica de licores. La vida municipal se reorganizó bajo el nuevo régimen constitucional.
Durante el Siglo XX, Chinchón vivió un renacer patrimonial y turístico. La Plaza Mayor recuperó su valor como centro de atracción cultural y festiva. En los años 20 se rodaron allí películas, y en 1931 fue declarada conjunto histórico-artístico. El turismo y la valorización del casco antiguo cobraron fuerza. El castillo fue restaurado parcialmente. Se consolidaron las comunicaciones por carretera, aunque no se estableció línea de ferrocarril. La villa logró preservar buena parte de su arquitectura tradicional.
Durante las primeras décadas del Siglo XXI, Chinchón ha sabido mantener su esencia histórica al tiempo que se adapta a la vida contemporánea. Su Plaza Mayor, el castillo, la iglesia y los conventos son visitados por miles de turistas cada año. El municipio se ha integrado en circuitos culturales y gastronómicos, conservando su identidad local. Se han llevado a cabo trabajos de conservación y restauración en muchos inmuebles históricos, consolidando su valor patrimonial dentro de la Comunidad de Madrid.

Comenzamos la visita al pueblo dejando el coche en el aparcamiento público existente en la Glorieta existente en la confluencia de la M-404 y la Calle de los Huertos.
Lo primero que se puede ver frente al mencionado aparcamiento son los Antiguos Mataderos, edificio que en la actualidad alberga la Casa de Cultura “Manuel Alvar”. Como muchas otras construcciones de Chinchón, este inmueble tiene una larga historia. Para comprenderla debemos remontarnos al siglo XV, cuando el matadero se encontraba instalado en los bajos de la Casa Consistorial, aprovechando que junto a ella discurría un arroyo que servía como desagüe para la sangre y los residuos generados durante las matanzas.
El crecimiento de la población y las nuevas exigencias sanitarias llevaron a plantear su traslado a las afueras del pueblo. En 1885 se encargó un proyecto al arquitecto Luis María Argentí Herrera, aunque nunca llegó a ejecutarse, por lo que en 1900 se realizaron reformas en el matadero original, seguidas de nuevas intervenciones en 1903 y en 1932, coincidiendo esta última con la ampliación de la Casa Consistorial.
Las molestias ocasionadas por el paso del ganado por la Plaza Mayor y las persistentes deficiencias sanitarias hicieron necesario construir un nuevo matadero. En 1947 se encomendó un proyecto al arquitecto Miguel Ángel García Lomas Mata, posteriormente alcalde de Madrid, que dio lugar al edificio que hoy se conserva. Con el tiempo, y tras quedar obsoleto por los cambios en la normativa sanitaria, el inmueble dejó de funcionar como matadero: primero acogió el Parque de Bomberos, más tarde sirvió como almacén municipal y, finalmente, pasó a ser la sede de la actual Casa de Cultura “Manuel Alvar”.
Arquitectónicamente, el matadero responde a la tipología funcional propia de mediados del siglo XX. Es una construcción de una sola planta y planta rectangular, levantada con fábrica de ladrillo visto combinada con franjas de mampostería y sillería que refuerzan los muros. La cubierta, de teja árabe a dos aguas, mantiene su estructura original y acentúa el carácter horizontal del conjunto. La fachada, sobria y sin elementos ornamentales, incluye vanos estrechos para ventilación, puertas amplias destinadas al tránsito del ganado y dos óculos circulares que iluminaban los espacios interiores. Su diseño sigue los criterios higienistas de la época, en los que se priorizaban la ventilación, la fácil limpieza y la funcionalidad.
Dentro del mismo recinto se conserva además un edificio auxiliar, vinculado históricamente al funcionamiento del matadero. Este volumen secundario, de menores dimensiones y construido con la misma combinación de ladrillo y teja, servía para alojar dependencias complementarias como áreas de preparación, almacenamiento o servicios vinculados a la actividad cárnica. Su presencia completa el conjunto y ayuda a comprender la organización del matadero tal como funcionó durante buena parte del siglo XX.
Frente al antiguo matadero, cruzando la M-404, se encuentra el Convento de las Clarisas, también conocido como Convento de las Monjas Franciscanas de la Purísima Concepción. Su origen se remonta a comienzos del siglo XVII, cuando la familia de los Condes de Chinchón promovió la fundación de un convento de clausura femenina vinculado a la Orden de Santa Clara, dentro del proceso de expansión monástica que vivió la villa en aquella época.
El edificio se levantó siguiendo los criterios constructivos propios de la arquitectura conventual del siglo XVII: muros de mampostería enfoscada combinados con sillería en los refuerzos, paños de ladrillo visto en las zonas nobles y cubiertas de teja árabe a cuatro aguas. La fachada principal, sobria y de líneas muy horizontales, muestra un paramento casi liso en el que destaca la portada de acceso, enmarcada por piedra labrada y presidida por un gran escudo heráldico en altorrelieve perteneciente a los Condes de Chinchón, de la casa Cabrera–Bobadilla, cuyo linaje patrocinó la fundación y mantenimiento del convento. El escudo, dividido en varios cuarteles con castillos, leones y figuras animales, refleja la complejidad y el rango nobiliario de la casa condal.. Sobre la portada se abre una ventana enmarcada con ladrillo, mientras que numerosos mechinales antiguos salpican la superficie del muro, testigos de andamiajes y reformas pasadas.
Hacia la zona central del conjunto se alza una pequeña espadaña de ladrillo, muy característica, que acoge una campana utilizada para las llamadas litúrgicas de la comunidad. En los laterales se aprecia la unión entre los distintos cuerpos que componen el convento, algunos de ellos reformados en los siglos posteriores para adaptarse a las necesidades de la vida religiosa y al mantenimiento del edificio.
En el interior —no accesible al público por tratarse de un convento de clausura— se disponen el claustro, el refectorio, la iglesia conventual y las dependencias de la comunidad, organizadas en torno a patios y corredores, siguiendo el modelo habitual de los conventos franciscanos. La iglesia, de una sola nave y capilla mayor rectangular, fue enriquecida con retablos y obras de devoción adaptadas al espíritu de la orden.
A pesar de las reformas llevadas a cabo entre los siglos XIX y XX, el convento conserva la esencia de su trazado original y constituye un destacado ejemplo de arquitectura monástica rural en la comarca, marcando uno de los accesos históricos a la villa de Chinchón.
A espaldas de la ermita de San Roque, en la pequeña Calle de Abapies, se encuentra una construcción que a primera vista hace dudar sobre su utilidad: ¿fuente o abrevadero?
Sin embargo, su planta alargada, la altura de los muros y el remate semicircular del fondo confirman que se trata de un abrevadero tradicional, destinado al suministro de agua para el ganado.
Está construido íntegramente en mampostería de piedra caliza y cantos rodados, trabados con mortero, siguiendo una técnica rústica típica de las obras hidráulicas rurales de finales del siglo XIX y comienzos del XX. La pila, de proporciones muy estrechas y alargadas, conserva en su interior el enlucido antiguo que impermeabilizaba las paredes y facilitaba la acumulación del agua.
En el extremo semicircular se aprecia la oquedad donde estuvo el caño, hoy desaparecido, que vertería el agua directamente a la pila para permitir el acceso de animales de labor. La fábrica del lateral exterior muestra una mampostería más tosca, con bloques irregulares sobresalientes, apoyada sobre un basamento ligeramente más ancho que ayudaba a estabilizar la estructura.
Aunque su estado actual refleja el paso del tiempo, el abrevadero mantiene su configuración original y constituye un pequeño pero significativo testimonio de la vida agrícola y ganadera de Chinchón, integrado hoy en la trama urbana como vestigio etnográfico de su pasado rural.
Desde el convento citado nos dirigimos a la Calle de los Huertos para ver, en su número 31, la Ermita de San Roque, dedicada al patrono de la ciudad.
Su construcción data de la primera mitad del siglo XVI y está realizada en aparejo toledano, combinando piedra caliza y ladrillo sobre un basamento de mampostería, salvo en la fachada principal, que es de sillería.
El acceso al interior se efectúa mediante una puerta de madera con clavazón, con jambas y dintel monolíticos, rematados por una cornisa sobre la que se sitúa una hornacina con la imagen del titular. Esta hornacina aparece flanqueada por aletones entre bolas escurialenses y coronada por un frontón triangular rematado por una cruz. Sobre dicho conjunto se eleva una pequeña espadaña descentrada, de ladrillo neomudéjar, con una sola campana.
En su interior se conservan dos retablos: uno dedicado a Nuestra Señora de Gracia, patrona de Chinchón, y otro con la talla de San Roque, fechada en 1716. También se expone un estandarte de 1744, bordado en oro y plata, con la imagen del Santo.
Casi enfrente de la ermita anterior, y en una de las esquinas de la Plaza de San Roque, se encuentra la Fuente de San Roque, construida en un cuerpo de sillería por la Sociedad de Cosecheros. Así lo indica la inscripción existente, donde puede leerse "S.D.C." y el año 1897, bajo un frontón triangular apuntado y de perfil curvo.
Del citado cuerpo de sillería sobresale un caño cuyas aguas se depositan en una pileta de ángulos redondeados, apoyada sobre un pilar igualmente ejecutado en sillería caliza. En su parte trasera se encuentra un abrevadero de sillería dividido en dos por un murete transversal, que se alimenta de un vierte aguas horizontal de bronce que emerge del mismo cuerpo de sillería. Esta fuente sustituiría a otra anterior, mencionada por Madoz en 1847.
Dejamos atrás la Plaza de San Roque y continuamos subiendo por la Calle de los Huertos hasta encontrarnos, a la derecha, con la fachada del Parador de Turismo, antiguo Convento de San Agustín. Su entrada principal se sitúa algo más arriba, en la Plaza del Convento.
El convento fue fundado en el siglo XVII por los IV Condes de Chinchón, D. Luis Jerónimo Fernández de Cabrera y Bobadilla, siguiendo la tradición de mecenazgo religioso propia de la casa condal. El edificio presenta los tonos terrosos y ocres característicos del aparejo toledano, combinando cajones de mampostería caliza entre hiladas de ladrillo visto. Consta de tres niveles, siendo el primero un semisótano adaptado al desnivel natural del terreno.
Durante la Guerra de Sucesión (1701-1713), el convento alojó durante unos días al Archiduque Carlos. En los siglos XVIII y XIX funcionó como centro de formación humanista, con cátedras de teología, gramática y latín. Tras la desamortización de Mendizábal, pasó a utilizarse como sede del Juzgado del Partido Judicial, función que desempeñó hasta comienzos del siglo XX.
El interior conserva la estructura esencial del antiguo convento agustino, organizada en torno a un claustro cuadrangular de dos plantas. En la planta baja se abren galerías porticadas con arcos de medio punto levantados en ladrillo, mientras que la superior se articula mediante balcones enrejados. El patio —hoy ajardinado y de uso reservado para los huéspedes— mantiene una fuente central de piedra y espacios de reposo que evocan su pasado monástico.
La galería inferior, restaurada con gran respeto por la arquitectura original, combina suelos de ladrillo manual colocados en espiga con zócalos de piedra caliza, creando un ambiente sobrio y armónico. Las vigas de madera del techo, ligeramente oscurecidas para realzar su aspecto histórico, recuerdan a las salas de tránsito de los antiguos conventos castellanos.
El conjunto fue rehabilitado en profundidad en el siglo XX para su conversión en Parador Nacional, conservando sus elementos más significativos: la estructura conventual, los muros de aparejo toledano, el claustro, las galerías y la sobria estética monástica. El resultado es uno de los alojamientos históricos más elegantes de la Comunidad de Madrid, donde la arquitectura conventual del siglo XVII convive con la tranquilidad y el sosiego propios de su pasado agustino.
Adyacente al Parador de Turismo se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, antigua iglesia conventual vinculada al Convento de San Agustín. Su construcción se remonta a finales del siglo XVII, dentro del periodo de ampliación y consolidación del complejo agustino.
La edificación presenta una arquitectura sobria y sólida, característica del barroco conventual madrileño. La fachada, muy vertical y de proporciones equilibradas, alterna paños de ladrillo visto con amplias zonas de mampostería encintada, recurso habitual en la zona. La portada, situada ligeramente elevada sobre el pavimento, está enmarcada por un dintel y jambas de piedra caliza. Sobre ella se abre una ventana enrejada y, más arriba, una pequeña hornacina actualmente vacía.
El interior —al que no pude acceder— responde a una planta de nave única con capillas laterales comunicadas entre sí y un crucero poco marcado, cubierto con cúpula interior. En el lateral derecho del crucero se conservan frescos barrocos mencionados en las fuentes del COAM. Durante la Guerra Civil, cuando el convento fue utilizado como prisión, estas capillas fueron adaptadas para servir como celdas.
En octubre de 1929 un incendio destruyó el altar mayor; el retablo fue repuesto al año siguiente por suscripción popular. Según recoge el COAM, ni este nuevo retablo ni la imagen mariana se vieron afectados por aquel incendio. Ambos serían destruidos siete años después, al iniciarse la Guerra Civil, perdiéndose así la imagen original de la Virgen del Rosario.
Frente a la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, se encuentra la Casa de la Cadena, levantada en el siglo XVII. La existencia de esta casa, se encuentra documentada desde 1706, ya que en la misma la noche del 25 de febrero de ese año, pernoctó el rey Felipe V, al pasar por aquí con su ejército en la guerra de Sucesión, siendo concedido a su propietario "Antonio el Fraile", permiso para colocar una cadena delante de su puerta, como símbolo del derecho de asilo otorgado desde entonces al edificio en memoria de este hecho.
No obstante, según la lista de olivareros de 1691, hubo un posible propietario al anteriormente citado, llamado "Francisco Freile y de Platas". Posteriormente en el Catastro de Ensenada (1752), vuelve a aparecer el apellido entre los propietarios de los molinos olivareros existentes. Posteriormente según las "Respuestas a Lorenzana (1787), había pasado a manos de "los padres de don Manuel Díaz, Consejero de Indias".
Con los años y debido a que sus propietarios vivían en Madrid, la casa cayó en desuso, siendo adquirida en el año 2002 por la Fundación Arte y Autores Contemporáneos - ARAUCO, para instalar en ella un Museo de arte contemporáneo.
Arquitectónicamente, la Casa de la Cadena es uno de los mejores ejemplos de vivienda señorial del siglo XVII conservados en Chinchón. Su estructura responde al modelo de las casas nobles madrileñas de la época, con muros de mampostería caliza reforzados por verdugadas y esquinas de sillería, y un cuerpo superior de ladrillo visto que otorga ligereza al conjunto.
La fachada principal, de marcada verticalidad, se organiza en tres alturas. En la planta baja destaca la portada adintelada, realizada en piedra, con jambas y dinteles monolíticos finamente moldurados, coronados por un guardapolvos de cornisa volada. En el friso aparece un pequeño escudo flanqueado por tarjetones, donde se representa una mano sujetando una cruz acompañada de la inscripción: «JHS–MARÍA / ABRAÇÁNDOME CON ESTA ME LIBRÓ DIOS DE LA ENBIDIA», testimonio devocional muy propio de la época.
Las ventanas de los dos primeros niveles aparecen protegidas por rejerías de forja, mientras que en el piso superior se abre una galería de pequeñas ventanas rectangulares rematada por una cornisa moldurada, elemento que confiere nobleza y equilibrio al conjunto. El volumen es compacto y sobrio, reflejo del estilo austero característico de la arquitectura civil castellana del Seiscientos.
Frente a la Casa de la Cadena, se encuentra la Fuente Nueva o de la Puerta de la Villa. Se trata de una fuente construida por Víctor Caballero Ungría, aprovechando la reforma que se llevó a cabo en la Plaza del Convento entre 1967 y 1971. Se trata de un surtidor con dos pilas a los lados de un pedestal central todo en piedra granítica.
Con esta nueva fuente se trató de sustituir a una antigua llamada también Fuente Nueva, citada por Marín Pérez en 1889, que servía para el consumo diario de los vecinos y que Narciso del Nero llama de la Puerta de la Villa, especificando que su caudal procede de un manantial en la vecina Calle de Zurita.
Apenas cinco metros separan la anterior Plaza del Convento, se encuentra la Plaza Mayor de Chinchón, uno de los conjuntos urbanos más singulares de la Comunidad de Madrid. De origen medieval, se fue configurando entre los siglos XV y XVII como un espacio irregular y cerrado, fruto de sucesivas ampliaciones, compraventas de viviendas y adaptación al terreno. Su trazado responde al modelo de plaza castellana porticada, aunque con la particularidad de presentar una forma ovalada y asimétrica que acentúa su carácter pintoresco.
Arquitectónicamente destaca por sus más de 230 balcones de madera —los célebres claros— apoyados sobre pies derechos y zapatas, que forman tres niveles continuos de galerías abiertas. Estas estructuras, de origen popular y carpintería tradicional, fueron utilizadas históricamente como palcos durante las celebraciones públicas.
Desde el siglo XVI la plaza ha sido escenario de fiestas taurinas, proclamaciones, mercados, autos sacramentales y actos solemnes. Su adaptación como coso taurino ha sido una constante documentada desde al menos 1502, configurando uno de los ruedos improvisados más antiguos y característicos de España.
El empedrado actual mantiene la disposición tradicional del pavimento, con una ligera pendiente hacia el centro. La plaza quedó definitivamente cerrada con viviendas y soportales entre los siglos XVII y XVIII, consolidándose como centro cívico, económico y festivo de la villa. En la actualidad continúa siendo el núcleo vital de Chinchón y uno de sus espacios más emblemáticos.
En el número 3 de la Plaza Mayor, se encuentra el Edificio del Ayuntamiento, que salvo por las banderas colgadas en su fachada, podría confundirse con una de las casas que rodean este espacio.
La fachada se organiza mediante cinco columnas toscanas de piedra caliza, que sostienen el soportal inferior y enlazan visualmente con las edificaciones adyacentes. El acceso principal se enmarca en un arco de medio punto cuya clave luce la fecha de 1863, correspondiente a una importante intervención realizada en el siglo XIX que consolidó su fisonomía actual.
El interior original del edificio no se conserva, ya que en 1974 fue declarado en estado de ruina, circunstancia que obligó al vaciado completo del inmueble, manteniéndose únicamente los muros exteriores y la estructura porticada para preservar la continuidad arquitectónica con la Plaza Mayor. La reconstrucción posterior respetó la volumetría, la disposición de los huecos y la tradicional cubierta de teja curva.
El edificio sigue desempeñando un papel esencial en las celebraciones locales: durante los festejos taurinos, en la parte baja del Ayuntamiento se instalan los toriles, integrándose el inmueble en el recinto taurino tradicional de la Plaza Mayor.
Casi adyacente al Ayuntamiento, se encuentra situada la Oficina de Turismo, y dentro de su recinto dos de las construcciones más significativas de Chinchón.
La primera de ellas es la conocida Fuente de Abajo, un elemento hidráulico de origen tradicional que ha sido reformado en distintas épocas. Está formada por un pilar de granito de remate curvo y dos caños, cuyo caudal llenaba la pila frontal antes de desbordar hacia una pequeña reguera ligeramente elevada situada a su derecha. Este canal conducía el agua por gravedad hasta el lavadero anexo, siguiendo el sistema habitual empleado en los lavaderos rurales madrileños.
El lavadero, hoy restaurado, conserva su disposición rectangular y la gran cubeta central donde las vecinas lavaban la ropa. Se aprecian las pilas laterales de piedra y los paneles cerámicos del fondo, que recuerdan su antigua función comunitaria.
Nota sobre accesibilidad: El acceso al recinto de la Oficina de Turismo presenta importantes dificultades para personas con movilidad reducida o usuarios de sillas de ruedas, debido al desnivel del terreno, la presencia de escalones en la entrada y el posterior acceso al propio local donde se encuentra la oficina. Conviene tenerlo en cuenta antes de la visita.
En el lateral norte, casi ocultando la entrada a la Calle Grande, se encuentra la mayor de las fuentes de Chinchón, la conocida como Fuente de Arriba. Aunque no se tienen referencias documentales de ella hasta 1771, todo hace suponer que su origen puede situarse a finales del siglo XV —o incluso antes—, teniendo en cuenta que los terrenos donde se ubica constituían una explanada extramuros de la villa. Este espacio servía como descansadero del ganado que transitaba por las diversas cañadas que aquí confluían, existiendo probablemente algún abrevadero previo que precediera a la fuente actual.
Tras los daños sufridos durante la Guerra de la Independencia, se emprendieron las obras de reparación, que se prolongaron hasta 1819. Pascual Madoz la describió en 1847 como “una fuente de agua gruesa con dos abundantes caños que recibe un pilar cuadrado bastante grande para abrevadero de caballerías”.
Sin embargo, la imagen descrita por Madoz debió cambiar notablemente a finales del siglo XIX. Lo sabemos gracias a antiguas fotografías y al telón pintado del Teatro Lope de Vega de Chinchón, donde aparece representada como un gran muro de sillería con dos caños considerablemente grandes, coronado por un frontón triangular rematado por tres bolas herrerianas y precedido por un pilón rectangular utilizado como abrevadero.
En décadas posteriores —según muestran otras fotografías— el citado frontón fue sustituido por una pequeña meseta rematada con una reja de cerrajería que actuaba como mirador hacia la plaza. Finalmente, entre 1967 y 1970, la Dirección General de Bellas Artes, siguiendo el proyecto del arquitecto Víctor Caballero Ungría, reconstruyó por completo la fuente. El resultado fue el conjunto que hoy contemplamos: un gran pilón granítico ante un muro estructurado en tres tramos mediante pilastras pareadas —coronadas con bolas herrerianas—, flanqueando a ambos lados sendos surtidores y, en el centro, un escudo coronado de Chinchón, rematado por una venera semicircular que sobresale sobre la cornisa superior.
Abandonamos la Plaza Mayor por la parte posterior de la Fuente de Arriba para subir por la Calle Grande unos 160 metros, hasta girar a la izquierda por la Calle de la Iglesia. En el número 9 se encuentra la casa donde se alojaba Francisco de Goya cuando visitaba a su hermano Camilo, capellán de los Condes de Chinchón. Un azulejo recuerda su estancia:
Aquí vivió el / genial pintor Francisco / de Goya y Lucientes cuando / visitaba a su hermano Camilo / capellán de los Condes de / Chinchón.
Unos metros más adelante aparece la Iglesia Parroquial de la Asunción de Nuestra Señora, el templo más importante de la villa.
Su construcción comenzó en 1534 siguiendo el proyecto de Alonso de Covarrubias y finalizó en 1626. En el proceso participaron los Condes de Chinchón, los vecinos y el obispo de Salamanca. Las obras sufrieron una interrupción de 48 años por falta de recursos y por los pleitos sobre el patronato. El edificio está levantado íntegramente en sillería de piedra caliza procedente de Colmenar de Oreja, con bóvedas de ladrillo enlucido y cubierta de teja.
La portada principal, orientada al mediodía, se sitúa a los pies del templo. Destacan dos enormes contrafuertes decorados con tondos circulares con las armas del obispo de Salamanca, D. Francisco de Cabrera. Sobre altos pedestales sostienen una cornisa muy volada que recorre la parte superior de la fachada. Una escalera recta con derrames laterales conduce a la portada, enmarcada por columnas toscanas y un marco moldurado de orejas. La cartela central alude al traslado de esta portada barroca desde la antigua parroquial.
Sobre ella se dispone un frontón partido que abraza un pequeño edículo con hornacina entre pilastras, coronada por un frontón curvo con pináculos y una cruz central. Todo el conjunto se integra bajo un amplio arco rehundido, quizá perteneciente a un ventanal proyectado y nunca ejecutado, cuyo centro lo ocupa un óculo circular. Sobre él, una ventana rectangular con recercado resaltado remata la fachada.
La fachada occidental muestra dos volúmenes superpuestos. En el inferior se abre un gran arco entre pilastras que alberga una portada secundaria, probablemente abierta con posterioridad. Sobre ella se aprecia un arco de medio punto que no llegó a configurar una entrada. A ambos lados se encuentran las ventanas apuntadas de las capillas laterales.
La fachada norte está ocupada por el ábside pentagonal, casi oculto por el desnivel del terreno. Lo recorren contrafuertes esquineros, y en su centro aparece un hueco cegado que sugiere la posible existencia de un antiguo transparente destinado a iluminar el tabernáculo.
En la fachada oriental destaca la torre inacabada, con un único cuerpo decorado por columnas sobre pedestales enlazadas por arquerías. Entre ellas sobresale una hermosa ventana plateresca, flanqueada por columnillas abalaustradas y rematada por una cornisa con un medallón circular que lleva la inscripción “Ave María”.
El interior es de una sola nave con planta de cruz latina, bóveda de cañón y capillas laterales entre los contrafuertes. El templo sufrió importantes daños durante la Guerra de la Independencia, especialmente en la cubierta y en la decoración.
A petición de su hermano Camilo, capellán de esta iglesia, Francisco de Goya pintó en 1812 el lienzo La Asunción de la Virgen, que hoy preside el altar mayor.
Apenas 20 metros de la Iglesia Parroquial, cruzando la Calle D. Florencio, se encuentra el Teatro "Lope de Vega", tratándose de un edificio levantado con gruesos muros - enfoscados y pintados - de mampostería caliza aparejada con mortero de cal, con cadenas de sillería de refuerzos en las esquinas, sobre los que se apoya la cubierta de madera, revestida con teja cerámica.
Su historia se remonta a 1871 según Cecilio Serrano, cuando la Junta Directiva de la Sociedad de Cosecheros de Chinchón dirigió un escrito al administrador de la condesa interesándose por la compra del solar del antiguo palacio señorial, que entonces se encontraba arrendado, para destinarlo a la construcción de un teatro, siendo adquirido finalmente por la suma de 916 reales y 63 céntimos, siendo el importe total después de la construcción de 47.287 pesetas. El proyecto de su construcción lo llevó a cabo el Fernando Arbós Tremanti, sin embargo, durante su ejecución se hicieron numerosos cambios, inaugurándose finalmente el 19 de noviembre de 1891 con una temporada de zarzuela bajo el nombre de Lope de Vega, el cual habría firmado en 1599 en el palacio que se situaba en este lugar, su obra El Blasón de los Chaves de Villalba.
Con el tiempo el edificio paso a simultanear las sesiones de teatro con las de cine, pasando a ser propiedad municipal al liquidarse los bienes en 1935 de la Sociedad de Cosecheros, quedando en una degradación sucesiva, aunque se siguió con las sesiones cinematográficas hasta 1986, año que se emprendió su rehabilitación, siguiendo el proyecto firmado dos años antes por los arquitectos José Juan Ignacio Gómez de Parada, y Javier Conchello Trilla. Aprovechando esta rehabilitación, se llevó a cabo igualmente la modificación de la plaza, la cual quedó como se puede ver en la actualidad.
Dentro del pequeño jardín existente en la parte delantera del teatro, se pueden ver esculturas de dos de los personajes más célebres de Chinchón:
Escultura de José Sacristán Turiégano. Nacido en esta localidad el 27 de septiembre de 1937, actor y director de cine, teatro y televisión.
Se trata de una obra en bronce de Miguel Ángel Laguna Villalobos, representando a un niño apoyado en la balaustrada del gallinero de un teatro observando el transcurso de una obra. En el pedestal de piedra colmenar abujardado, se puede leer:
"Pobre de aquel / que pierde de vista / el crío que fue"
EL PUEBLO DE CHINCHÓN / A / JOSÉ SACRISTÁN / 29 de Octubre de 2022
Busto de la Condesa de Chinchón. Frente a la escultura citada de José Sacristán al otro lado del paseo central de los jardines, se encuentra la escultura del busto de Francisca Enríquez de Rivera, Condesa de Chinchón, obra del escultor Antonio Ballester en bronce e inaugurada el 15 de marzo de 1997.
Francisca fue la segunda esposa del IV Conde de Chinchón, nombrado virrey del Perú por Felipe IV, tomando posesión del virreinato en 1629. Allí descubrió las propiedades curativas de la Quina, llamada Chinchona en su honor.
En el pedestal, seguramente de la misma piedra de Colmenar que la anterior, se puede leer:
EL PUEBLO DE CHINCHÓN / A / Dª FRANCISCA ENRIQUEZ / DE RIVERA, CONDESA DE / CHINCHON / VIRREINA DEL PERU, / DESCUBRIDORA DE / LA QUINA, EN 1629.
15 de marzo de 1997
En la actualidad el edificio combina las actividades teatrales, con proyecciones cinematográficas, congresos y conciertos.
A unos 60 metros a la izquierda del Teatro Lope de Vega se encuentra la conocida Torre del Reloj, único resto reconocible de la desaparecida Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de Gracia.
Su construcción se inició en 1713 para sustituir la antigua torre de la parroquia, que además de encontrarse en mal estado, estrechaba el paso de las procesiones y no permitía que sus campanas se oyeran en buena parte del pueblo. Fue levantada gracias a limosnas y fondos propios de la villa, prolongándose las obras hasta 1727. El chapitel se remató en 1755 por Tomás de San Pedro Calderón, instalándose también un reloj fabricado en 1579 por un relojero de La Puebla de Montalbán, dotado de tres esferas orientadas al sur, este y oeste.
Durante la Guerra de la Independencia se perdieron el chapitel, las campanas y el reloj, quedando el antiguo templo tan deteriorado que su reconstrucción resultó inviable, conservándose únicamente la torre. En 1816 se instaló un nuevo reloj, sustituido de nuevo en 1860 por otro con una única esfera orientada al sur. Con la posterior rehabilitación integral de la torre, la esfera fue reemplazada para adaptarla a las dimensiones del conjunto restaurado.
La torre presenta una planta de 7 x 7 metros y una altura de 23,85 metros, dividida en tres cuerpos separados por impostas voladas de sillería caliza. El primer cuerpo, construido también en sillería, se apoya sobre un basamento ataludado para salvar el desnivel del terreno. En la cara este se encuentra la puerta de acceso, donde aún pueden apreciarse restos del enlace con la antigua iglesia. En las caras oeste y norte se abren dos ventanas saeteras que iluminan la escalera interior.
El segundo cuerpo está levantado en ladrillo con sillares en las esquinas. En su cara sur se abre un hueco con dintel adovelado en sardinel, flanqueado por dos columnas de pequeños huecos cuadrados, repetidos en las cuatro caras. Aunque no existe certeza sobre su uso, se supone que sirvieron para anclar los andamios durante la construcción.
El último cuerpo está construido íntegramente en ladrillo, con un arco de medio punto en cada uno de sus lados donde se alojan las campanas. Estos arcos están flanqueados por pilastras pareadas que sostienen una cornisa volada, interrumpida por la esfera del reloj. La torre se remata con una cubierta de teja cerámica árabe a cuatro aguas.
Dejando atrás la Torre del Reloj, nos dirigimos hacia la izquierda por la Calle de San Esteban Baja hasta que, al cabo de unos 200 metros, encontramos la Ermita de San Antón, situada en la plaza del mismo nombre.
El edificio actual fue levantado en el siglo XVIII sobre otro más antiguo, posiblemente uno de los edificios más primitivos de Chinchón, ya que su ábside semicircular románico podría datar del siglo XIII o incluso de finales del XII. En él se aprecian los característicos canecillos románicos que sostienen el alero.
El interior presenta una única nave rectangular, con cabecera semicircular orientada al este —detalle que confirma su antigüedad— y un coro a los pies, elevado sobre un forjado de madera. La capilla mayor se encuentra separada de la nave por un arco toral y está cubierta por una bóveda de media naranja ciega, apoyada en pechinas pintadas e iluminada por una pequeña ventana.
El acceso al templo se realiza a través de una puerta de madera y clavazón bajo un dintel igualmente de madera, soportado por dos zapatas. Este acceso queda protegido por un pequeño tejadillo volado con estructura de madera, apoyado en dos jabalcones y cubierto por teja cerámica.
Para las personas con alguna dificultad para caminar o simplemente por comodidad, existe un parking asfaltado a unos escasos cincuenta metros de esta plaza. Desde allí se accede fácilmente, además de a esta ermita, a la Torre del Reloj, al Teatro Lope de Vega y a la Iglesia Parroquial.
Dejando atrás la Ermita de San Antón, tomamos a la derecha la Calle de Vallejuelo hasta cruzar la carretera M-311 y continuar por la Calle Santa Ana, en dirección al Cementerio Municipal, encontrándonos a la izquierda con la Ermita de Santa Ana.
No se conserva documentación exacta sobre su fecha de construcción. Algunos autores la sitúan hacia mediados del siglo XVII, mientras que otros la adelantan a comienzos de ese mismo siglo, basándose en la tradición que afirma que en una vivienda aneja a este templo residió durante dos años la beata madrileña María Ana de Jesús (1564-1624).
La ermita se alza sobre un pequeño basamento y presenta muros de mampostería vista, reforzados con sillares en las esquinas. El edificio se remata con un alero de ladrillo de tejar sobre el que descansa directamente la cubierta de madera y teja cerámica. El interior responde a una planta de cruz latina, con cabecera recta y nave dividida en tres tramos mediante pilastras sin basa ni capitel.
La ermita se mantuvo en uso hasta principios del siglo XIX, cuando fue saqueada por las tropas napoleónicas. En 1834 se empleó como capilla funeraria del nuevo cementerio y, más tarde, en 1885, tras una epidemia de cólera, se habilitó como depósito de cadáveres. Durante el último tercio del siglo XX fue sometida a una profunda rehabilitación según el proyecto del arquitecto Juan Luis Camacho Molina, encargado por la Fundación de los Nobles Oficios y las Bellas Artes de Chinchón con la colaboración del Ayuntamiento, concluyendo las obras en 2003.
Una vez terminada la visita a la Ermita de Santa Ana, regresamos a la M-311 y caminamos por ella unos 350 metros hasta encontrarnos con el antiguo Grupo Escolar “Rafael y Joaquín Ortiz de Zárate”, posiblemente el edificio civil más interesante de Chinchón.
Fue construido en 1951 siguiendo el proyecto del arquitecto Daniel Zabala, en sustitución de las antiguas escuelas. Los edificios que lo componen presentan todas las características del estilo: un zócalo de mampostería irregular que cubre la planta baja, rematado por una imposta volada de sillería sobre la que apoya el piso alto de ladrillo visto. Este último se corona con una cornisa volada del mismo material, sobre la cual descansa la cubierta de teja árabe, salvo en las torres, donde se sustituye por un alero de tablazón sostenido por canecillos de madera labrada. La sillería aparece también en los recercados de los huecos, en las esquinas como refuerzo, en las bolas herrerianas decorativas y en los escudos de las torres.
El conjunto se organiza en dos cuerpos laterales longitudinales de dos plantas cada uno, cada uno de ellos rematado por una torre esquinera donde se situaban los accesos, cubiertos por soportales con arcos de medio punto. El edificio lateral izquierdo —visto de frente— albergó las aulas de niñas, mientras que el derecho estuvo destinado a los niños. Entre ambos se encuentra un cuerpo central: su planta baja se destinó a aulas de párvulos, mientras que la superior acogía los servicios administrativos y el salón de actos. Este cuerpo se une a los laterales mediante sendos pórticos de arquerías.
En la actualidad, el edificio alberga el “Espacio Joven de Chinchón”, un servicio municipal gestionado por el Ayuntamiento. Casi anexo a estos edificios se encuentra un parking gratuito de tierra.
Desde el anterior lugar continuamos por la Calle del Teniente Ortiz de Zárate, bordeando el antiguo Grupo Escolar, hasta que al cabo de unos 250 metros llegamos a la Plaza de los Hermanos Ortiz de Zárate, donde en el número 7 se ubica la Ermita de Nuestra Señora de la Misericordia, antiguo templo del Hospital de la Misericordia, fundado en el siglo XVII.
La ermita se encuentra encajada entre edificaciones medianeras, por lo que solo puede verse la fachada principal, un paramento de aparejo toledano compuesto por cajones de mampostería entre verdugadas de ladrillo, asentado sobre un basamento de sillería. La fachada se corona con una cornisa de ladrillo aplantillado dispuesto a sardinel, sobre la cual —ligeramente descentrada— se eleva una pequeña espadaña con campana.
El acceso al templo se realiza a través de una portada elevada por dos escalones, formada por jambas monolíticas de piedra caliza que sostienen un dintel del mismo material, rematado por una pequeña cornisa. Sobre ella se apoya una hornacina de medio punto flanqueada por aletones decorados con bolas herrerianas y coronada por un frontón triangular.
El interior presenta una planta cercana a la cruz griega: la nave y la cabecera están cubiertas con bóvedas de medio punto perforadas por lunetos ciegos, mientras que el crucero se cubre con una bóveda de media naranja sin tambor ni linterna, dividida en ocho gajos y apoyada sobre pechinas decoradas.
Desde la plaza mencionada, continuamos por la Calle de la Cueva, que parte justo frente a la ermita visitada anteriormente, hasta llegar al número 50, donde se encuentra la pequeña Ermita Virgen de la Cueva. A simple vista pasa completamente desapercibida: si no fuera por la discreta cruz sobre la puerta y el arco de medio punto que enmarca el acceso, resulta difícil identificarla. De hecho, en mi caso necesité tres pasadas por la calle para poder localizarla.
Más que una ermita en sentido arquitectónico, se trata de una sencilla capilla u hornacina devocional integrada en la fachada de una vivienda particular. Presenta una puerta de madera acristalada con rejería ornamental y un arco de medio punto formado por dovelas de piedra que enmarca el conjunto. En su interior, visible desde el exterior, se conserva una imagen moderna de la Virgen, dispuesta en un pequeño altar doméstico con flores y elementos de culto.
La ausencia de referencias históricas sugiere que se trata de una iniciativa privada de carácter vecinal, posiblemente vinculada a la tradición popular de mantener pequeños oratorios callejeros dedicados a la protección del barrio o de la propia vivienda.
Desde este último punto partimos para visitar el último rincón del núcleo urbano de Chinchón: la Ermita Virgen de la Cerca. Para ello regresamos a la Plaza de los Hermanos Ortiz de Zárate y bajamos por la Calle Grande hasta su intersección con la Calle de los Carpinteros. Continuamos después por su prolongación, la Calle de la Cerca, hasta llegar al número 20, donde se encuentra la pequeña capilla.
Es una cuidadísima capilla que fácilmente puede pasarse por alto, encajada entre viviendas y muy discreta en su apariencia exterior. Según la tradición, fue fundada por Alfredo Rodríguez Carretero a principios del siglo XX, en el mismo lugar donde anteriormente se veneraba una imagen de la Virgen en una hornacina exterior.
El interior consiste en un pequeño habitáculo cuadrado cubierto por un cielorraso liso, en cuyo interior se dispone un altar devocional con la imagen de la Virgen, acompañado de flores, candelabros y exvotos. El acceso desde la calle se realiza a través de un arco de medio punto enmarcado en piedra y cerrado por una reja de cerrajería artística. La capilla se remata con una cubierta a cuatro aguas de teja cerámica, que converge en un vértice central coronado por una pequeña cruz metálica.
Dejamos atrás la ermita mencionada, para dirigirnos por la continuación de la Calle de la Cerca para dirigirnos a su continuación la Calle Ronda del Mediodía, caminando por la misma después de aproximadamente 300 metros, nos desviamos a nuestra izquierda por la pequeña Calle del Castillo y llegar a la gran explanada, desde la cual podemos ver detrás de una valla alambrada, la cara sur del Castillo de los Condes de Chinchón en estado de un más que presumible abandono.
El castillo se encuentra levantado con muros de mampostería de caliza concertada con rellenos de argamasa y piedra, con parte de sillería en cornisas, recercados de huecos y detalles decorativos.
El Castillo de los Condes de Chinchón fue levantado a finales del siglo XV por la poderosa familia de los Condes de Chinchón, sobre un emplazamiento estratégico que dominaba los caminos y campos circundantes. Su primera gran transformación tuvo lugar a comienzos del siglo XVI, cuando los condes ampliaron y reforzaron la fortaleza con criterios más residenciales, convirtiéndola en un palacio fortificado acorde al creciente poder de la casa nobiliaria.
Durante la Guerra de las Comunidades (1520-1521) el castillo sufrió importantes daños, ya que Chinchón se mantuvo fiel a Carlos I y fue objetivo de los comuneros. Tras la derrota de éstos, la fortaleza fue reparada y volvió a utilizarse como residencia condal, especialmente bajo los Suárez de Figueroa y los Cabrera y Bobadilla.
En los siglos XVII y XVIII, el edificio inició un progresivo declive. Aunque todavía se empleó como depósito, residencia ocasional y elemento representativo del señorío, dejó de tener valor militar. El golpe definitivo llegó en el siglo XIX, cuando fue incendiado y expoliado durante la Guerra de la Independencia, quedando prácticamente arruinado.
A lo largo del siglo XX el castillo se utilizó para fines muy diversos —entre ellos fábrica de licores— y nunca llegó a acometerse una restauración integral. Hoy se conserva como ruina histórica, con sus potentes muros de mampostería caliza y restos de sillería que permiten imaginar la monumentalidad original del conjunto.
Después de intentar conseguir una fotografía más o menos afortunada del Castillo de los Condes de Chinchón, retrocedemos por la Calle del Castillo para girar a la izquierda, bajar la pendiente que tiene la Calle de Abapies y girar por el Camino de Fuente Pata, estrecha calle asfaltada que recorre el lateral izquierdo del Convento de las Clarisas.
Desde este punto nos separa de la Fuente Pata aproximadamente un kilómetro trescientos metros. Para llegar a la misma se tiene que continuar por el asfalto hasta dejar a nuestra derecha unos edificios que según tengo entendido, corresponden a la empresa Ajos Rico. Desde este punto el camino se bifurca, siguiendo por la izquierda el asfalto y por la derecha una pista de tierra bastante cómoda y sin casi pendiente, que tomaremos durante un kilómetro para llegar a un pequeño espacio, a modo de plaza con un árbol en el medio y bancos a su alrededor.
Se trata de una pequeña obra hidráulica tradicional vinculada al abastecimiento local y al uso agrícola. Su origen se remonta, al menos, al siglo XIX, como confirma la inscripción grabada en el remate superior donde se lee que fue “Reconstruida / por/ la Sociedad / de Cosecheros /año de / 1878”, indicio claro de una rehabilitación impulsada por los propietarios agrícolas de la zona para mejorar la captación y el suministro de agua.
La fuente está construida en mampostería careada de caliza, asentada con mortero y dispuesta en hiladas bastante regulares, formando parte del largo muro de contención que delimita el terreno superior. El punto de salida del agua se encuentra en un caño metálico empotrado en un pequeño frontis pétreo, desde el cual el agua cae a dos pilones rectangulares labrados en piedra. Estos pilones, típicos de las fuentes de labor, servían tanto para recoger el agua potable como para abrevar animales.
El remate superior, más elaborado, presenta una placa pétrea con forma mixtilínea coronada por un pequeño pináculo esférico. Este elemento decorativo, inusual en fuentes tan modestas, indica la intención de dignificar la obra y hacer constar su fecha de reforma, probablemente en un momento de especial importancia para el riego de las fincas colindantes.
Aunque hoy muestra signos de desgaste, humedades y pérdida parcial de volumen, la Fuente Pata conserva su autenticidad como testimonio del sistema tradicional de abastecimiento y del trabajo comunitario en torno al agua, integrándose plenamente en el paisaje agrícola histórico de Chinchón.
Hasta la fuente mencionada se puede llegar caminando como se ha indicado anteriormente, o bien en coche, moto o bicicleta, ya que como igualmente se ha explicado, existe un pequeño espacio frente a la misma para poder aparcar, por supuesto siempre que no haya llovido, más que nada por el tramo de pista de tierra que podría estar impracticable.
Coordenadas: 40°07'42"N 3°25'57"W
40.128333, -3.432500
Recorrido total caminando por el núcleo urbano 4.500 kilómetros, sin contar desplazamiento a la Fuente Pata

Fuentes: Folletos Comunidad de Madrid, WEB Ayuntamiento, COAM, ChatGPT y Paneles explicativos
![]() Ayuntamiento
Plaza Mayor, 3 28370 - Chinchón Tfno: 91 894 00 84
Distancia a Madrid: 56,9 KmS Municipios colindantes
Titulcia EN COCHEPor la A3 (E-901) hasta salida 21B y tomar la M-832 para posteriormente continuar por la M-311 hasta Chinchón. 48 Kilómetros. Por la R3 (peaje) para continuar por la A3 hasta salida 41 dirección Valdelaguna, Desde aquí desviarse por la M-316 hasta Chinchón. 58 Kilómetros ![]() AUTOBUSES337 Madrid (Metro Pavones)415 Madrid (Villaverde Bajo-Cruce) 416 Valdemoro (Hospital) 430 Aranjuez (Hospital) |
