A unos dos kilómetros del núcleo urbano, en un paraje llamado Butarque, comenzaba un canal que surtía en el pasado de agua a la fuente de la plaza del pueblo. Dado que el caudal no era muy abundante, se empezaron a excavar numerosos pozos que complementaban el abastecimiento. Fueron tantos los pozos construidos —seguramente llegaron a ser cien o incluso más— que el lugar comenzó a conocerse como Cien-Pozuelos. Más adelante, alguien recordó la norma gramatical de que la m va antes que la p, y el nombre terminó derivando en el que hoy conocemos: Ciempozuelos
Gentilicio: Cienpozueleños/as

La presencia humana en el entorno de Ciempozuelos se remonta a tiempos muy antiguos. Se han hallado restos de industria lítica achelense en los valles de los ríos madrileños —Tajo, Henares, Jarama y Manzanares—, lo que demuestra la presencia de grupos nómadas desde hace unos 300.000 años.
En 1894, al realizarse unas obras en la actual carretera M-307, frente al cerro Castillejo, se descubrió una necrópolis de la Edad del Bronce, con cinco tumbas (una de ellas tallada en piedra) y un rico ajuar funerario. Entre los objetos encontrados destacaban vasos, cazuelas y cuencos de cerámica pulida, decorados con motivos geométricos incisos rellenos de pasta blanca. Esta cerámica es conocida como el “vaso campaniforme de Ciempozuelos”, fechada entre 1970 y 1470 a.C.
Además, se hallaron punzones y puntas de flecha de cobre. También se han identificado restos de cerámica basta y hojas de cuchillo en el paraje de La Palomera, al sur del término municipal. Se cree que nuevos estudios arqueológicos podrían revelar muchos más yacimientos, dada la riqueza del territorio.
Algunas fuentes sitúan la fundación de Ciempozuelos en el año 180 a.C., ya bajo dominio romano, por colonos procedentes de Puzol y de la isla de Ischia (en el golfo de Nápoles). El nombre original habría sido Ischadia, que en griego significa “áridos higuerales”, debido a la abundancia de higueras en la zona.
Existen dos importantes enclaves romanos en el término municipal:
El Cerro de las Tejas o Vedado de las Monjas, al sureste, donde se hallaron restos de cerámica, fragmentos de mármol, un fuste, una basa y un sarcófago de granito.
Un monumento romano extraído del río Jarama, incoado como Bien de Interés Cultural, compuesto por 33 sillares de piedra caliza con inscripciones y elementos arquitectónicos que sugieren un arco de unos 2,40 m de diámetro. Datado entre finales del siglo I y mediados del siglo II d.C., se considera uno de los restos romanos más antiguos de la Comunidad de Madrid.
No se conservan muchos datos de época visigoda. Algunas fuentes recogen que en el año 714, Ciempozuelos fue destruido por los árabes durante su avance hacia Toledo.
Tras la conquista de Toledo en 1085 por Alfonso VI, se inicia la repoblación de la zona, incluyéndose entre los lugares recuperados Ciempozuelos, aunque su consolidación tardaría en llegar.
Durante el Siglo XII, en el año 1190, el rey Alfonso VIII cedió a la Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia diecinueve aldeas al sur de Madrid, entre los ríos Tajuña y Henares. Aunque Ciempozuelos no aparece en esa relación, ya pertenecía previamente a Segovia, posiblemente desde la repoblación iniciada tras la conquista de Toledo.
En cualquier caso, desde este momento Ciempozuelos forma parte del sexmo de Valdemoro, uno de los trece que integraban la Comunidad de Segovia, caracterizado por formar un territorio continuo pero aislado geográficamente del resto de tierras segovianas.
Durante el Siglo XIII, se intensifican los conflictos jurisdiccionales entre los concejos de Madrid y Segovia. Para zanjar disputas, el rey Fernando III otorgó un privilegio de amojonamiento en 1239, fijando los límites del sexmo de Valdemoro mediante 42 mojones, entre ellos los que separaban Ciempozuelos y su entorno de otras aldeas madrileñas como Pinto o Covanobles.
Dentro del actual término municipal existían en esa época varios núcleos o cuadrillas rurales:
Espartinas o San Juan de las Salinas de Espartinas, unos 4 km al sur del actual casco urbano. El Casar de San Antón, al noreste, de origen tardomedieval. El Soto Gutiérrez, en el vértice nororiental, cerca del río Jarama. Las Chozas o Siete Pozuelos, núcleo primitivo que dio nombre al futuro pueblo. Estas localidades se mencionan en el Ordenamiento de 1302, en el que se intentó promover la repoblación de la zona, aunque con escasos resultados.
Durante el Siglo XIV, tras el intento de repoblación del siglo anterior, poco se sabe de la zona hasta 1427, cuando el Arzobispado de Toledo inspecciona las iglesias del Arcedianato de Madrid. Se menciona entonces que las iglesias de Siete Pozuelos y El Casar estaban desiertas, sin feligreses, clérigos ni ornamentos, lo que confirma el abandono de estos asentamientos.
En el Siglo XV, ante el despoblamiento de la zona, en 1442, Juan II de Castilla otorga a Juan Fernández de Piña, vecino de Segovia, el privilegio de repoblar Ciempozuelos, San Martín de la Vega, El Casar y Vallequillas. El acuerdo fue ratificado en 1457 por Enrique IV. La repoblación se efectuó con vecinos de la Tierra de Segovia, estableciéndose de nuevo Ciempozuelos en su ubicación actual. Piña se instaló en el propio pueblo. El Casar y Vallequillas fueron pronto abandonados, pero Ciempozuelos se consolidó.
Durante este siglo destacan las salinas de Espartinas, de propiedad real, que ya en tiempos de los Reyes Católicos eran objeto de reglamentación sobre su explotación. Finalmente, en 1480, los Reyes Católicos concedieron el Señorío de Chinchón a los marqueses de Moya, Andrés Cabrera y Beatriz de Bobadilla, como recompensa por sus servicios. Ciempozuelos pasó entonces a formar parte de este señorío, convirtiéndose en villa exenta con jurisdicción propia, pero integrada en el mayorazgo de la familia Cabrera-Bobadilla, fundado en 1496.
Durante el Siglo XVI, Ciempozuelos se consolida como villa bajo el señorío del condado de Chinchón, aunque no abundan los datos precisos de este periodo. Su estructura urbana seguía el patrón de los pueblos agrícolas, con un núcleo principal de población asentado a lo largo de dos caminos:
Uno principal, de Navalcarnero a Titulcia, siguiendo el actual eje Jerónimo del Moral – Pilar – Peñuelas, y otro secundario, de orientación norte-sur, correspondiente a la calle Reina Victoria.
Entre ambos caminos se extendía el primer caserío, y en un espacio abierto —futuro emplazamiento de la Plaza Mayor— se celebraban los primeros mercados. A lo largo del siglo, se construyó la manzana sur de esta plaza, y más tarde la iglesia parroquial de Santa María Magdalena con su cementerio contiguo (actual parque del Pilar), lo que completó la organización de las dos plazas principales: Plaza Mayor y Plaza de Ventura Rodríguez.
Además, la villa aparece ya en el Repertorio de Caminos de Juan de Villuga (1546) como punto de paso en dos itinerarios: de Valencia a Salamanca y de Toledo a Alcalá de Henares.
El Siglo XVII, estuvo marcado por conflictos jurisdiccionales con Valdemoro, derivados de los antiguos pleitos entre los condes de Chinchón y los señores de Valdemoro por los límites territoriales. Hubo sentencias en 1508, 1550, 1569, 1588 y finalmente en 1603, cuando la Real Chancillería de Valladolid falló a favor del duque de Lerma, señor de Valdemoro.
En 1520, durante la Revolución de las Comunidades, los vecinos de Ciempozuelos se sublevaron contra el conde de Chinchón. La revuelta fue sofocada y la villa obligada a pagar una fuerte multa de 500.000 maravedíes.
También en este siglo se iniciaron los primeros estudios para construir una acequia desde el Jarama que irrigara la vega. Se implicaron figuras como Juanelo Turriano y más tarde Juan de Herrera, aunque las obras reales no comenzaron hasta el siglo siguiente.
El Siglo XVIII, marca un hito con la ejecución parcial del proyecto de la Real Acequia del Jarama, que finalmente regó unas 185 hectáreas en 1699. Se intentó extenderla durante los reinados de Carlos II, Felipe V y Fernando VI, y fue dirigida por ingenieros como Sebastián Feringán y Carlos de Witte. La construcción fue compleja debido a los continuos sumideros entre Ciempozuelos y Seseña, pero se logró regar con cierta regularidad parte de la vega local.
Desde el punto de vista económico y demográfico, el Catastro del Marqués de la Ensenada (1752) indica una población de 428 vecinos. Se cultivaban cereales, hortalizas, frutas (granadas, higueras), viñas y olivos. Existían molinos aceiteros, tenerías, salinas, yeserías, jabonería y un pozo de nieve.
La estructura social era variada: labradores, jornaleros, artesanos, médicos, barberos, tenderos, carniceros, confiteros, zapateros, herradores, etc. El Censo de Floridablanca (1787) registra 1.824 habitantes, con un notable aumento del número de criados y jornaleros respecto al siglo anterior.
En lo político-administrativo, la villa seguía bajo el condado de Chinchón, que pasó en 1683 a la casa de Savelli y en 1738 al infante don Felipe de Borbón, hermano de Carlos III.
En el plano religioso y asistencial destacan:
El convento de San Francisco, ocupado por franciscanos. El convento de Santa Clara, de monjas clarisas. El hospital de Nuestra Señora de la Concepción, con cuatro camas y cátedra de gramática. La ermita de Nuestra Señora del Consuelo, a las afueras. La ermita de San Juan Bautista en Espartinas, saqueada por las tropas austriacas durante la Guerra de Sucesión.
En 1717 nació en Ciempozuelos el "arquitecto Ventura Rodríguez", figura clave del neoclasicismo español.
El Siglo XIX, comienza con la Guerra de la Independencia, durante la cual Ciempozuelos sufrió grandes daños. En 1811, las Cortes de Cádiz abolieron los señoríos, poniendo fin a más de tres siglos de dominio de los condes de Chinchón. En 1833, la reforma territorial de Javier de Burgos integró a Ciempozuelos en la provincia de Madrid, dentro del partido judicial de Getafe.
La desamortización eclesiástica (1836) de Juan Álvarez de Mendizábal apenas afectó al municipio, pero el convento de San Francisco fue vendido. La desamortización civil en cambio permitió que unos pocos compradores se apropiaran de importantes fincas como los sotos del Parral.
Se mantiene una actividad agrícola predominante: cereales, viñas, hortalizas, patatas, frutas y melones que se vendían en Madrid. También se explotaban las salinas de Espartinas, con una compleja infraestructura de depósitos, albercas y canales.
El ferrocarril Madrid–Aranjuez fue inaugurado en 1851, con parada en Ciempozuelos, lo que marcó el inicio de un proceso de transformación económica y urbana. A finales de siglo, se abrieron los dos manicomios fundados por San Benito Menni:
El masculino, en 1877, y el femenino, en 1881. También se fundó el Asilo de Nuestra Señora del Consuelo en 1864, a cargo de las Oblatas del Santísimo Redentor.
En el Siglo XX, la población pasó de 5.271 habitantes en 1910 (de los cuales solo 3.631 eran vecinos de derecho) a 9.003 en 1958. Este aumento se debió al desarrollo económico y a la presencia de los dos manicomios y el asilo.
La vivienda troglodita (cuevas) siguió presente hasta bien entrado el siglo XX, con más de 70 cuevas contabilizadas en los años 80, aunque la mayoría en malas condiciones. Durante la Guerra Civil, Ciempozuelos estuvo en primera línea del frente hasta febrero de 1937. Hubo importantes daños en patrimonio, como en la iglesia y el convento de Clarisas.
El crecimiento urbano se acelera en la posguerra con la Colonia José Antonio, la Colonia San Benito y otras promociones. El casco antiguo se densifica y pierde gran parte de su trazado y construcciones originales. El municipio queda plenamente integrado en el cinturón industrial del sur de Madrid, a la vez que se transforma en ciudad dormitorio gracias a su buena conexión ferroviaria con la capital.
A comienzos del Siglo XXI, Ciempozuelos sigue creciendo como parte del cinturón sur de Madrid, con un importante aumento de población y nuevas zonas residenciales, especialmente hacia el sur y el oeste.
El municipio se convierte en una ciudad-dormitorio, bien comunicada por tren con la capital, lo que impulsa la construcción de viviendas unifamiliares y bloques, pero también provoca la sustitución del 80% del caserío antiguo, perdiéndose buena parte de su patrimonio arquitectónico original.
Se construyen nuevos equipamientos como el pabellón polideportivo, la residencia de mayores, centros educativos, el nuevo Ayuntamiento y se amplía el aparcamiento de la estación de Cercanías. También se reforma la plaza de Ventura Rodríguez, conservando el monumento al arquitecto local.
En el terreno económico, el sector servicios es mayoritario, aunque quedan restos del pasado agrícola e industrial, como algunas fincas en la vega del Jarama, canteras activas y el polígono de Los Huertecillos. El antiguo canal de riego sigue presente en parte del término, y Ciempozuelos forma parte del Parque Regional del Sureste, aunque su protección efectiva es limitada.
En cuanto al patrimonio histórico, muchos elementos desaparecen en estas décadas, como la ermita de la Soledad, el hospital de la Concepción o la fábrica de malta. También se transforman profundamente los hospitales psiquiátricos, en la actualidad pertenecientes al Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos, que pertenece a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.

El recorrido que se detalla a continuación fue realizado tras mi visita a Ciempozuelos. Para llegar utilicé el coche, pero al comprobar que el casco antiguo cuenta con aparcamiento regulado y un tiempo máximo de dos horas, tuve que dejar el vehículo en las afueras. A partir de ahí, hice el recorrido prácticamente a ciegas, guiado por Google Maps.
Desde aquí comenzamos la visita al pueblo dejando el coche aparcado al final de la Calle del Doctor Rivas, casi a las afueras del pueblo. Caminamos desde aquí hasta encontrarnos con la Calle de las Estrellas y girar por la misma a la izquierda para luego de caminar 75 metros aproximadamente, volver a girar esta vez a la derecha por la Avenida Venerable Madre Antonia, en cuyo número 20, se encuentra el Convento de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, situado en una amplia finca arbolada.
Este lugar tiene una especial relevancia en la historia de Ciempozuelos, ya que fue aquí donde nació la congregación de las Oblatas del Santísimo Redentor, fundada en 1870 por el obispo José María Benito Serra y por Antonia María de Oviedo y Schönthal. Ambos habían iniciado unos años antes, en 1864, una obra social bajo el nombre de Nuestra Señora del Consuelo, destinada a acoger y ofrecer una nueva oportunidad a mujeres en situación de exclusión. A partir de esa experiencia se consolidó la congregación, cuya Casa Madre permanece en este mismo lugar.
El edificio actual se levanta sobre el antiguo Convento de San José, fundado en 1613 por los frailes alcantarinos y suprimido tras la desamortización de 1835. A lo largo del tiempo, el conjunto ha sufrido diversas transformaciones y adaptaciones, incluyendo importantes trabajos de restauración e incluso algún incendio que obligó a su reconstrucción parcial.
La fachada del templo presenta un estilo sobrio, con muros de ladrillo y piedra blanca en los marcos de puertas y ventanas, evocando la sencillez del barroco madrileño del siglo XVII. En su parte central destaca un gran ventanal vertical dividido en cinco paños con vidrieras, que inundan de luz el interior. La iglesia es de una sola nave, amplia y luminosa, con coro elevado y un retablo moderno presidido por una talla de la Sagrada Familia. Aun formando parte de un mismo conjunto, el convento y la iglesia se diferencian claramente por volúmenes, ofreciendo una imagen equilibrada y serena al visitante.
En su interior se conserva el museo congregacional, donde puede visitarse la habitación de la fundadora, Antonia María de Oviedo, fallecida aquí en 1898. Su figura es especialmente recordada por su labor social y educativa, así como por la firmeza de su vocación religiosa, que dejó una profunda huella en la vida espiritual de Ciempozuelos.
Continuamos caminando por la Avenida Venerable Madre Antonia hasta encontrarnos con al Calle de Jerónimo del Moral donde giraremos a la izquierda para ver en el número 21 el Convento de las Clarisas o también conocido como Convento Reina de los Mártires - Mater Dei.
Este convento pertenece a la orden de las Madres Franciscanas Clarisas, siendo la fundación más antigua del municipio, datando de 1609. Su fundadora fue María Vega (Sor María Evangelista), una mujer nacida en Ciempozuelos que cedió todos sus bienes para su construcción. Este convento fue refundado por el Instituto Mater Dei en 2014 con el nombre de Convento Reina de los Mártires.
En la fachada exterior se puede observar una parte perteneciente a la iglesia y otra al convento que, aunque unidas entre sí, no guarda alineación. Esto hace que se diferencien especialmente ofreciendo un juego de volúmenes propio del Barroco más austero de la mitad del siglo XVII, como también el contraste entre el rojo del ladrillo y el blanco de la piedra en los marcos y dintel de las portadas.
El interior de su iglesia, presenta planta de cruz latina, cubriéndose el crucero con una falsa bóveda sobre pechinas.
Desde el punto de vista arquitectónico, el conjunto responde al estilo barroco madrileño de comienzos del siglo XVII, con la tradicional combinación de ladrillo visto y piedra caliza en esquinas, portadas y vanos. La fachada principal, sobria y equilibrada, presenta una portada adintelada enmarcada por molduras de piedra y coronada por un pequeño frontón partido. En conjunto, mantiene la sencillez característica de las fundaciones clarisas, donde la sobriedad constructiva refleja el espíritu de la orden.
Continuamos nuestro paseo por la Calle de Jerónimo del Moral hasta su número 43, donde se encuentra el Antiguo Matadero, levantado en 1888 como un destacado ejemplo de la arquitectura industrial del siglo XIX. Su estructura consta de tres cuerpos rectangulares dispuestos en forma de T en torno al núcleo cuadrado del vestíbulo. En la fachada resalta la majestuosa puerta de acceso, coronada por una ventana que, junto con el lucernario, ilumina el espacio de doble altura de su interior.
Las naves del edificio, cuyo suelo está cubierto con losas de piedra caliza de Colmenar, fueron diseñadas para distintas actividades de matanza según el tipo de ganado. La fachada combina mampostería y ladrillo, creando cadenas decorativas en las esquinas y enmarcando los huecos. El dominio del aparejo se aprecia también en las cornisas, los arcos rebajados y la imposta moldurada del cuerpo central.
La cubierta, con faldones de teja plana cerámica —originalmente curva—, se apoya directamente en las correas de la estructura. En la cumbrera se abren cuatro lucernarios de ventilación, destacando el más elaborado, que ilumina el vestíbulo. Este lucernario no solo permite la circulación del aire, sino que inunda de luz natural todo el espacio, rematado por un tejadillo a cuatro aguas con una elegante veleta de forja.
Con el paso del tiempo, el edificio llegó a presentar un grave deterioro y un estado de abandono generalizado, aunque aún conserva el valor de su trazado original y su sobria belleza industrial.
Retrocedemos unos metros por la Calle de Jerónimo del Moral hasta su intersección con la Calle Frailes Viejos, donde giramos a la izquierda para caminar por la misma hasta llegar a la Calle Caretos, donde en el número 1 se encuentra la fuente más antigua del pueblo, y quizá la única que se conserva.
En el frontal de la piedra aparece grabada la fecha 1890 y, bajo ella, una inscripción semicircular —probablemente “Ayuntamiento de Ciempozuelos”—, aunque el desgaste de la piedra dificulta su lectura. La fecha coincide con la llegada del agua potable al municipio, cuando se instalaron varias fuentes públicas.
La fuente está realizada en piedra caliza de tono claro y presenta una estructura compacta: un bloque inferior macizo que hace de pila y un cuerpo superior vertical de líneas muy sencillas. En el centro del paramento frontal se conserva el caño metálico original. La labra, rústica y sin ornamento, refuerza su carácter funcional. A pesar del desgaste, mantiene su valor como testimonio del progreso urbano de finales del siglo XIX.
Desde el punto anterior retrocedemos por la Calle Caretos para continuar por su prolongación la Calle de la Reina Victoria hasta su terminación en la Calle Capitán Antonio de Oro, girar a la derecha y llegar a la Plaza de la Constitución para encontrarnos con la Antigua Casa Consistorial y la Torre del Reloj.
Ciempozuelos tras su fundación en 1457, se convirtió en villa exenta en 1480, lo que significa que era independiente territorialmente y disponía de jurisdicción civil y criminal. Esta dato y el tipo de mampostería y aparejo de los muros de la fachada baja de la Casa del Reloj, propios de la mitad del siglo XVI, han llevado a pensar que el edificio pudo haberse construido entre los años 1480 y 1520. Un edificio similar ya se encuentra reflejado en el Catastro de la Ensenada de 1752.
El reloj que se ve, fue ordenado instalar en la torre en 1874 por el alcalde Pascual de Oro, con un coste de 6.500 pesetas. El reloj fue colocado por la Casa Mauricio Hoefler, responsable de otros relojes históricos como el de la Bolsa y Universidad Central de Madrid, así como el del Ayuntamiento de Oviedo.
El aspecto que presenta en la actualidad fue adquirido después de la Guerra Civil, conservándose algunos de los elementos antiguos, como la puerta de madera de la entrada principal y la balconada de hierro forjado de la ventana central que podrían ser del siglo XVIII. La Casa del Reloj se empleó como sede consistorial y lugar de reuniones del Ayuntamiento.
Desde el punto de vista arquitectónico, el edificio combina elementos del barroco castellano con trazas propias de la arquitectura civil del siglo XVI. La fachada, de mampostería con refuerzos de ladrillo en esquinas y vanos, se organiza en torno a un cuerpo central ligeramente adelantado, coronado por la torre del reloj. Esta torre, de proporciones equilibradas, se integra con sobriedad en el conjunto y mantiene el carácter institucional de la antigua sede municipal.
La Plaza de la Constitución constituye el centro neurálgico de Ciempozuelos y el punto donde confluyen las principales calles del casco histórico. De planta rectangular y proporciones amplias, conserva el carácter de las plazas mayores castellanas, con soportales, balconadas continuas y una notable uniformidad en alturas y alineaciones. En torno a ella se concentran los edificios más representativos del municipio, terrazas, comercios y espacios de encuentro vecinal.
En su lado oriental se levanta el Ayuntamiento actual, construido en 1982 para sustituir a la antigua Casa Consistorial —la hoy llamada Casa del Reloj— que había quedado obsoleta. El nuevo edificio mantiene una estética inspirada en la arquitectura tradicional madrileña, con soportales en planta baja, estructura de madera vista y cubiertas de teja cerámica a varias aguas. Sus tres alturas se articulan mediante balconadas corridas que refuerzan la horizontalidad del conjunto y se integran armónicamente en el entorno de la plaza.
El pavimento actual, de piedra gris, fue renovado en las últimas décadas, contribuyendo a la uniformidad visual y al uso peatonal del espacio. Desde el centro de la plaza se obtiene una perspectiva completa del Ayuntamiento y de la Torre del Reloj, que preside el extremo opuesto, conformando uno de los rincones más reconocibles de Ciempozuelos.
Salimos de la Plaza de la Constitución por la esquina izquierda, según se observa el actual Ayuntamiento, para desembocar directamente en la Plaza de Ventura Rodríguez. Lo primero que encontramos es la figura en bronce de la Aguadora, obra del escultor Ángel Lucas, en la que se rinde homenaje a las mujeres del pueblo que, con su esfuerzo, trasladaban el agua en cántaros desde esta fuente hasta sus hogares.
En el centro de la plaza se sitúa la Fuente de Ventura Rodríguez, nacido en esta localidad el 14 de julio de 1717. En este mismo emplazamiento existía ya una primera fuente que abastecía de agua desde 1760, desconociéndose las diferentes reformas a las que fue sometida hasta alcanzar su aspecto actual. Por el desgaste del conjunto se cree que el vaso inferior podría pertenecer a la fuente primitiva, o incluso ser anterior al pedestal central.
El proyecto actual es obra del arquitecto Luis María Argenti y Herrera, mientras que la estatua de Ventura Rodríguez, que corona el pedestal central, fue realizada por el escultor Jaime Lluch. La pilastra central presenta en cada uno de sus lados sendas placas con los nombres de las principales obras proyectadas por Ventura Rodríguez en Madrid —las fuentes de Cibeles, Neptuno y las Cuatro Estaciones, así como la iglesia de San Marcos—. En el mismo pedestal se ubican los surtidores, conformados por relieves de querubines en bronce.
El conjunto está formado por un vaso lobulado de piedra caliza, con la pilastra central en piedra de Colmenar y la estatua superior en piedra de Novelda. En cada uno de los lados de la pilastra, en su parte baja, se sitúan otros vasos circulares apoyados sobre cilindros longitudinales del mismo material. La fuente ha sufrido una profunda restauración en 2023.
En un lateral de la plaza de Ventura Rodríguez, se alza la Iglesia Parroquial de Santa María Magdalena, un edificio que parece contener en sus muros la historia entera del pueblo.
Los orígenes del templo se pierden en el tiempo. Todo apunta a que en su lugar existió una iglesia mudéjar del siglo XIV, sencilla, de una sola nave, que con el paso de los siglos fue creciendo al ritmo de las necesidades del concejo. En 1567 aparece documentado el cantero Hernando de Pineda, encargado de las obras; y aún ocho años más tarde seguía en ellas, antes de ser llamado a trabajar en El Escorial.
A finales del siglo XVI, entre 1580 y 1600, se levantó la torre actual, sólida y austera, con sus cuatro cuerpos de sillería separados por una imposta y remate de bolas herrerianas bajo un chapitel de pizarra. Su interior alberga una estrecha escalera de caracol que asciende hasta el campanario, en un recorrido que parece también un viaje por la historia. En el cuarto cuerpo se pueden ver dos huecos de medio punto por cada lado, donde se ubican las campanas.
Ya en la segunda mitad del siglo XVII, cuando el gusto barroco se imponía en la arquitectura madrileña, el templo experimentó una profunda transformación. Se construyeron entonces la capilla mayor y el crucero, coronado por una cúpula rebajada de ocho gajos que apoya sobre pechinas y se ilumina tenuemente a través de una linterna ciega. Algunos estudiosos ven en su traza la mano de Fray Lorenzo de San Nicolás, maestro del barroco e ingeniero del espíritu.
El conjunto adoptó entonces una planta de cruz latina, con una sola nave de seis tramos y ocho capillas hornacinas laterales. Bóvedas de cañón y yeserías en dos tonos recorren el interior, donde los anagramas marianos suavizan la severidad de la piedra. La luz entra con timidez desde el coro alto y los huecos del crucero, creando un ambiente recogido, casi íntimo.
El retablo mayor, tallado en madera dorada y policromada, es sin duda la joya de la iglesia. Obra de Pedro de la Torre, fue concebido como un teatro de fe en tres actos: el cuerpo central, flanqueado por columnas corintias; el ático, coronado por una gran tarja; y el lienzo central, el célebre Éxtasis de Santa María Magdalena, pintado por Claudio Coello en 1680.
A su alrededor, las figuras de la Fecundidad y el Amor Divino acompañan la representación de Dios Padre, rodeado de guirnaldas florales. Aunque el retablo fue mutilado durante la Guerra Civil y adaptado tras el Concilio Vaticano II, su armonía y riqueza lo sitúan entre los ejemplos más sobresalientes del barroco madrileño tardío.
Durante el siglo XVIII, la vieja nave amenazaba ruina y se emprendieron reformas de consolidación. La portada sur, fechada en 1728, luce aún sus bolas herrerianas y su florón bajo tejaroz, testigos de aquel impulso constructivo. Más tarde, en el siglo XIX, se abrió una nueva entrada al norte, con una hornacina vacía sobre la cornisa, mientras las cubiertas se rehacían y el ladrillo convivía con la mampostería.
El tiempo, sin embargo, no ha sido benévolo con la iglesia. Los destrozos de la Guerra Civil obligaron a una restauración en 1943, dirigida por Luis Prieto Bances. Décadas más tarde, entre 1990 y 1992, el arquitecto José Miguel Rueda Muñoz de San Pedro acometió una nueva intervención, centrada en la torre y en la consolidación general del edificio.
Hoy, Santa María Magdalena sigue siendo el corazón espiritual de Ciempozuelos, un lugar donde el sonido de las campanas parece mezclarse con la memoria de los canteros, los retablistas y los fieles que la levantaron. Protegida como Bien de Grado 1 (Integral) e incluida en el expediente para su declaración como Monumento Histórico-Artístico, la iglesia se mantiene en pie como un hermoso resumen de la historia arquitectónica madrileña: una obra que ha sabido crecer con el pueblo, sin perder nunca su alma.
Volviendo a la Plaza de la Constitución y dando una pequeña vuelta por sus calles adyacentes, llegué hasta la Plaza de la Luz, a escasos metros de la anterior, lugar donde se encuentra un artefacto que, hasta que no lees la placa existente en el mismo, no tienes ni idea de lo que es.
Se trata del Monumento a la Maltería, una pieza singular que rinde homenaje al pasado industrial de Ciempozuelos. Fue instalado en 2005 y sobre su pedestal de piedra se alza una antigua máquina de vapor, vestigio de la fábrica de malta que funcionó en estos terrenos entre 1926 y 1994. Su presencia, robusta y silenciosa, recuerda una época en la que el pueblo fue también un núcleo obrero, vinculado a la producción cervecera y al constante movimiento de talleres y almacenes.
En la base del monumento, una placa metálica grabada deja constancia del motivo de este recuerdo:
Parte de la maquinaria de la maltería ubicada en estos terrenos entre los años 1926-1994, en homenaje a todos los trabajadores que pasaron por ella.
Ciempozuelos, 2005.
Con el paso de los años, la placa ha sufrido el desgaste del tiempo y algunas pintadas, pero su mensaje sigue vigente: es un tributo sencillo y sincero a los hombres y mujeres que trabajaron en la maltería, cuya actividad marcó durante décadas la vida económica y social de Ciempozuelos. Hoy, el monumento mantiene viva la memoria de aquella industria y se ha convertido en un símbolo de la historia reciente del municipio.
Desde este último punto volvemos a la Plaza de la Constitución para dirigirnos al número 27 de la Calle Mayor, donde se encuentra la Casa de la Cultura. En una pequeña vitrina —discretamente ubicada, con poca luz y cristales algo velados— se expone una reproducción del célebre vaso campaniforme de Ciempozuelos.
El hallazgo original, realizado en 1894 en una tumba colectiva, dio nombre a toda una cultura europea: la Cultura del Vaso Campaniforme, desarrollada en la Prehistoria reciente (Calcolítico, ca. 2500 a. C.). El conjunto auténtico —vasos, cuencos y tapaderas con decoración geométrica incisa— refleja el alto nivel técnico y simbólico de las comunidades que habitaron el valle medio del Jarama hace más de cuatro milenios. Ver detalle de la decoración
El original se conserva en el Museo Arqueológico Nacional (Madrid), donde forma parte de las piezas emblemáticas de su colección de Prehistoria. La presencia de esta reproducción en Ciempozuelos, aunque sobria, recuerda al visitante la trascendencia de aquel hallazgo para la arqueología europea.
Desde la Casa de Cultura seguimos avanzando por la Calle Mayor hasta llegar a su intersección con la Avenida del Consuelo, donde, tras un breve paseo, se abre la Glorieta del Consuelo. Allí, entre jardines, se alza la Ermita de Nuestra Señora del Consuelo, uno de los edificios más apreciados de Ciempozuelos por su valor artístico y su significado religioso.
Sus orígenes se remontan al siglo XVII, cuando la devoción popular hacia una antigua imagen de Nuestra Señora de la Antigua dio lugar a la construcción de una primera capilla. Según la tradición, durante una grave sequía en torno al año 1600, los vecinos acudieron a la Virgen para implorar lluvias, y el ruego fue escuchado. A partir de entonces, la imagen pasó a conocerse como Nuestra Señora del Consuelo, levantándose en 1601 la primitiva capilla que más tarde se transformaría en la actual ermita.
El edificio presenta una cabecera del siglo XVII y una nave añadida a comienzos del XVIII. Consta de un atrio cuadrado sobre el que se asienta el coro, una sola nave de cuatro tramos, un crucero apenas destacado al exterior, ábside recto y camarín de la Virgen como remate. La nave se cubre con bóveda de cañón con lunetos, apoyada en arcos fajones y pilastras toscanas, mientras que el crucero adopta una cúpula vaída sobre pechinas, decorada con un florón central. El camarín, de aire neoclásico, luce un casquete casetonado.
Su interior sorprende por la riqueza ornamental. Las paredes del crucero y la cabecera conservan pinturas al fresco del siglo XVIII, con estípites, floreros, santas mujeres, evangelistas y escenas como la Asunción de la Virgen o la Santísima Trinidad. En una inscripción se lee:
“Este adorno prodixioso de toda aquesta capilla hizo el clero cuidador, confrades y tan celosos vecinos de esta villa. Año de 1707.”
Estas decoraciones, aunque hoy muy deterioradas, testimonian la vitalidad artística de la villa en ese tiempo. El retablo principal, de estilo neoclásico y orden corintio, da acceso al camarín y está acompañado de un conjunto de cenefas, ángeles y medallones con las imágenes de la Virgen y de Cristo. La imagen original de Nuestra Señora del Consuelo fue destruida durante la Guerra Civil, siendo sustituida por una copia moderna. También se conserva una pila de agua bendita de 1819 y, en el atrio, una inscripción de 1815 que recuerda las rifas populares celebradas durante el novenario de las fiestas del Dulce Nombre de María.
Exteriormente, la ermita combina muros encalados con zonas de ladrillo visto y mampostería en la cabecera y el crucero. Aunque la adición de dependencias auxiliares ha alterado su volumetría original, conserva su elegancia con un torreón cilíndrico en la fachada norte, que alberga la escalera del coro. La fachada principal, de composición axial con puerta, ventana y espadaña, recuerda en su diseño simplificado a la iglesia madrileña de San José, obra de Pedro de Ribera. Las cubiertas son de teja a dos aguas en la nave y a cuatro en el crucero, coronado por un chapitel de pizarra.
Erigida en lo que antiguamente fue una elevación sobre las eras del pueblo, la ermita se situaba antaño en las afueras, al comienzo del camino de Seseña. Hoy, integrada en el entramado urbano, sigue siendo un lugar de referencia espiritual y una muestra destacada del barroco popular madrileño. Su protección como Bien de Grado 1 (Integral) dentro de las Normas Subsidiarias de Planeamiento Municipal (1993) garantiza la conservación de este pequeño pero valioso testimonio de la historia y la fe de Ciempozuelos.
Desde la ermita, y estando ya cansado de caminar, decidí ir al lugar donde tenía aparcado el coche, en la Calle del Dr. Rivas, y conducir hasta la Calle Cruz Verde, donde en su número 2 se alza la Iglesia de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesus.
El templo fue construido en 1908 dentro del recinto de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, comunidad fundada en Ciempozuelos en el siglo XIX y dedicada a la atención psiquiátrica y social. La iglesia responde al estilo neogótico característico de comienzos del siglo XX, con planta de cruz latina, nave única y coro alto a los pies.
Su fachada principal, de líneas verticales y marcada sobriedad, combina elementos apuntados con un pórtico moldurado y una esbelta torre octogonal en el lateral derecho, coronada por pináculos y contrafuertes. Los ventanales ojivales y el uso de molduras sencillas acentúan la elegancia del conjunto, que mantiene el aire propio de la arquitectura religiosa hospitalaria de la época.
En el interior destaca el retablo mayor de madera dorada, profusamente decorado con tracerías y pináculos góticos. En el brazo izquierdo del crucero se encuentra el Panteón de los Fundadores, donde reposan los restos de San Benito Menni, Sor Josefa Recio y Sor Angustias Giménez, pilares de la orden hospitalaria.
El templo, que forma parte del complejo asistencial todavía en activo, continúa siendo un espacio de recogimiento y memoria, vinculado a la labor caritativa y médica que marcó la historia contemporánea de Ciempozuelos.
Adyacente a la iglesia anterior se encuentra el Hospital Psiquiátrico del Sagrado Corazón de Jesús, uno de los dos antiguos manicomios que dieron fama a Ciempozuelos desde finales del siglo XIX. El otro, conocido como Centro de San Juan de Dios, conserva sus edificios históricos dentro de un recinto cerrado al público en general, solo siendo accesible para el personal sanitario, de oficinas y pacientes.
El complejo de las Hermanas Hospitalarias fue fundado por San Benito Menni y sus colaboradoras Sor Josefa Recio y Sor Angustias Giménez con el propósito de atender a mujeres con enfermedades mentales en una época en la que apenas existía asistencia especializada. Su apertura marcó un hito en la psiquiatría española y en la atención humanitaria de los enfermos.
El edificio principal, de sobria elegancia, combina elementos neomudéjares y neorrenacentistas en una composición equilibrada de tres alturas, con ventanales de arco de ladrillo, cornisas de azulejería y un cuerpo central coronado por frontón escalonado. En su interior, hoy modernizado, se conservan algunos espacios originales adaptados al uso asistencial actual.
Aunque el acceso está restringido al personal sanitario, pacientes y estudiantes, la vista de su fachada permite imaginar la magnitud y el simbolismo de este centro, que durante más de un siglo ha sido parte esencial de la identidad histórica y social de Ciempozuelos.
Desde el anterior punto y ya para finalizar la visita a Ciempozuelos, visitamos la Estación de tren. El ferrocarril llegó a Ciempozuelos en 1851, dentro del trazado de la línea Madrid–Aranjuez, una de las más antiguas de España y la primera construida en la Comunidad de Madrid. La estación original formó parte de aquel proyecto impulsado por el marqués de Salamanca, que transformó las comunicaciones del sur madrileño y favoreció el desarrollo agrícola e industrial de la villa.
El edificio actual, de estilo neomudéjar, responde al modelo clásico de estaciones de la segunda mitad del siglo XIX: planta rectangular, dos alturas, muros de mampostería con refuerzos de ladrillo visto y cubierta a dos aguas. Sus arquerías ciegas y molduras de ladrillo decoran las fachadas, dotándolas de una sobria elegancia característica de la arquitectura ferroviaria madrileña.
Durante más de un siglo, la estación fue un punto esencial para el transporte de pasajeros y mercancías —especialmente productos agrícolas y materiales de las industrias locales—. Hoy, totalmente rehabilitada, mantiene su función dentro de la red de Cercanías Madrid (línea C-3) y conserva buena parte de su aspecto original, evocando el pasado ferroviario que marcó una nueva etapa en la historia del municipio.

Carnaval. Febrero - Marzo. talleres temáticos, concursos de disfraces, pasacalles y actividades populares en la Plaza de la Constitución.
San Isidro. Mediados de Mayo. Misa y Procesión, talleres infantiles y actividades culturales.
Virgen del Consuelo. Mediados de Septiembre. Eventos religiosos, concursos diversos, actividades deportivos, conciertos, actividades taurinas, bailes con orquesta.
Fuentes: Folletos Comunidad de Madrid, WEB Ayuntamiento, COAM, ChatGPT y Paneles explicativos
