Abandonamos la Iglesia de Nuestra Señora y continuamos por Mariastraat hasta llegar la Plaza de Simón Stevin (Simón Stevinplain), matemático e ingeniero al que se considera padre de los números negativos.
Pequeña plaza pero en la cual abundan las terrazas de cervecerías y restaurantes, no muchos pero suficientes para darla un gran ambiente. En el medio de la misma la Estatua dedicada al mismo personaje obra de Louis Eugène Simonis del siglo XIX.
Continuamos el paseo hasta desembocar en Steenstraat la calle comercial por excelencia de Brujas, donde las primeras marcas de moda europeas de ropa y complementos tienen su sede. Ni que decir tiene que un gran flujo de transeúntes por esta calle exisitía, era como la calle Preciados en Madrid. Sin embargo pese a la voluntad de Amparo y Rodrigo de ver tiendas, mi único deseo en esos momentos era llegar a la Catedral de San Salvador que cerraba sus puertas a las 17,30.
La actual Catedral se asienta sobre una capilla del siglo IX de estilo románico. Sin lugar a dudas lo que más me llamó la atención fue su impresionante Torre campanario de 100 metros de altura que se divisa mucho antes de llegar a ella. Su exterior es austero y sencillo, unas escalinatas que ocupaban jóvenes aprovechando los últimos rayos de sol nos llevaron hasta la Puerta de entrada.
Una vez atravesada esta puerta de nuevo una gran desilusión, ¡la nave central estaba completamente tapiada por obras de restauración!. Estaba visto que pese a querer ver un monumento eclesiástico en condiciones en Brujas no era nuestro designio.
Lo único visitable era la girola y sus capillas con gran profusión de geniales Vidrieras y esculturas. Una verdadera pena que dió al traste con la visita.
Al salir de la Catedral de San Salvador empezó mi penuria. Comenzamos a caminar de nuevo por Steenstraat donde Amparo y Rodrigo eran felices entrando de tienda en tienda mientras que yo esperaba fuera fumándome un cigarrillo y tratando de sacar alguna fotografía. ¡Las tiendas y grandes almacenes me aburren soberamente!. No lo puedo remediar, eso de entrar por entrar sin saber lo que realmente quieres, me resulta nefasto.
Más de media hora perdida hasta que llegamos a a Grote Mark o Plaza Mayor. Aunque la Torre mas singular de Brujas se divisaba en la distancia, penetrar en esta Plaza supuso quizás una de las impresiones visuales de este viaje que nunca olvidaré. Había admirado muchísimas veces fotografías de la misma, pero viéndome allí la sensación que sentí no se puede explicar con palabras. La torre campanario o BELFORT con sus 83 metros de altura se presentaba imponente, Construido en el siglo XIII en madera y reformado en bastantes ocasiones a lo largo de los siglos hasta quedar como se puede ver en la actualidad.
A su izquierda el Palacio Provincial te dejaba boquiabierto por su belleza arquitectónica aunque quizás demasiada florida.
Anteriormente en este mismo lugar existió otra que fue derruida en 1787 y a su vez sustituida por otra de estilo clasista incendiada en 1878 y reconstruida en 1887 en estilo neogótico aunque con reformas entre 1914 y 1921 que es lo que se puede ver en la actualidad.
Después de una pequeña vuelta por Grote Markt, nuestros paladares les apatecía probar una cerveza típica del país pues no en vano tienen gran reputación.
Nos dirigimos por una pequeña calle existente a la izquierda del Palacio hasta llegar a Eiermarkt donde algunas cervecerías tenían terrazas en las que bastante público se asentaba para ver por TV el partido del Mundial de Brasil Alemania-Francia. El ambiente era espectacular aunque predominaban los aficionados alemanes con banderas y los rostros pintados con sus colores. El griterío a veces era ensordecedor y por supuesto no entendiamos nada de lo que decían, hasta que llegó el gol de Alemania. Fue como una gran explosión de júbilo y las jarras de cerveza comenzaron a brotar por doquier mientras que a nosotros nos daba igual porque ya nos habían eliminado.
Obviando este jolgorio y siguiendo los consejos de Rodrigo nos deleitamos con unas Copas de DELIRIUS TREMES, que pese a no ser un gran cervecero ha sido una de las mejores que he bebido aunque bastante fuerte con sus 8,5º de alcohol, con tres te dejan fuera de combate. No obstante como solo fue una copa nos atrevimos con otra marca como la BRUGSE-ZOT bastante mas débil que la primera.
Serían ya las siete y media de la tarde cuando decidimos mas que nada por la hora ir a cenar algo. Dando alguna vuelta que otra por los alrededores y no encontrando ningun lugar para comer lo que segun algunos es un plato típico belga como los mejillones, decidimos volver a la gran plaza donde los restaurantes abundan. Tuvimos suerte y el primer camarero que nos atendió hablaba bastante bien el castellano.
Obviamente pedimos tres fuentes de mejillones. ¡Que error!. Cualquier parecido con los que comemos habitualmente en Francia es pura coincidencia y además pagando el cien por cien más caro. Sin acabar de medio comer este plato, las nubes que antes eran endebles de pronto se convirtieron en nubarrones y la lluvia hizo su aparición. Decidimos pedir la cuenta y pagar con tarjeta bancaria, no me acuerdo exactamente pero creo que los mejillones con tres jarras de cerveza nos supuso cerca de los cien euros. El pago se efectuó sin ningun problema pero a los pocos segundos vino otro camatrero y al ver que no habíamos dejado propina alguna, nos exigió de nuevo la tarjeta para cobrarla aparte. Nos miramos asombrados y aunque nos molestó bastante, acabamos aceptando y marcar como propina diez euros.
Después de esperar algun tiempo para ver si paraba la lluvia y en vista de que no lo hacia, nos aventuramos a salir de la sombrilla que nos cobijaba. Pocos minutos nos separan del hotel, pero los suficientes para terminar calados hasta los huesos ¡y los paraguas en el coche!.
Llegada al hotel no sin antes comprar algo para cenar en un supermecado muy cercano, una ducha de agua caliente reconfortante, una liviana cena y extenuados un hasta mañana, que sería otro día.