
En pleno núcleo antiguo de Encamp, situada en lla confluencia de Carrer Major y Carrer de Sant Miquel, se encuentra la pequeña Iglesia de Sant Miquel de la Mosquera. La iglesia presenta una arquitectura sobria y rústica, construida en mampostería de piedra local, con una evolución que arranca a finales del siglo XVI. En origen de planta cuadrada, excavada parcialmente en la roca, fue ampliada en el siglo XIX hasta adoptar una planta rectangular, manteniendo siempre un carácter funcional y popular.
En la fachada lateral que da al Carrer Major destaca una puerta de medio punto enmarcada en sillería, situada bajo una notable viga de madera empotrada en el muro, cuya presencia podría marcar el nivel original del tejado antes de la ampliación, o bien ser un testigo estructural de dicha intervención decimonónica. Por encima se observan dos saeteras verticales, típicos huecos estrechos que permitían la ventilación o iluminación tenue del interior.
La fachada orientada hacia la plaza muestra dos pequeñas ventanas enrejadas, y la característica espadaña de un solo ojo, ubicada de forma descentrada respecto al eje del edificio. Este conjunto, aunque irregular en su trazado, responde plenamente a la estética del románico popular andorrano, adaptándose al entorno urbano sin buscar simetría ni ornamentación.
De su interior merece destacar el retablo de finales del siglo XVI (pintado y parcialmente esculpido), dedicado a San Miguel Arcángel y a San Juan Bautista. En el mismo en la calle de abajo, se puede ver las figuras pintadas de los apóstoles, pero no en número de doce, sino trece, ya que el artista pintó dos veces a Judas. En el lateral derecho del retablo y ya fuera del mismo, se encuentra la imagen de una virgen entronizada con el Niño en el brazo izquierdo, de talla frontal, rigidez en el cuerpo y una cierta jerarquía vertical en la composición. El rostro, aunque suavizado por el paso del tiempo y el desgaste de la policromía, mantiene una expresión hierática y poco naturalista. El Niño también adopta una postura frontal y sin proporciones realistas. El tratamiento del ropaje (con pliegues marcados en V, algo esquemáticos) y la forma de los ojos parecen indicar un estilo transicional entre el románico tardío y el gótico inicial, aunque no lo puedo asegurar con certeza.
Las pinturas murales existentes son obra del pintor Oromí de la Seu d’Urgell. Una de estas pinturas, concretamente la del techo, presenta una particularidad, en las tablas de los diez mandamientos que aparecen, el artista omitió el número VI, tradicionalmente asociado al mandamiento 'No cometerás actos impuros', lo que ha dado lugar a diversas interpretaciones."