Iniciamos es ruta desde la Plaza Hackescher Markt construida en 1750 en tiempos del rey Federico II de Prusia sobre un terreno pantanoso dentro de la idea expansionista del mencionado rey. En 1882 se construyó la estación del mismo nombre que la plaza.
Lo que antes era una plaza de mercado, hoy se ha vuelto un punto de reunión para disfrutar de sus múltiples bares y restaurantes con terrazas que con buen tiempo se encuentran totalmente abarrotadas. Igualmente es uno de los lugares de diversión nocturna mas frecuentados de la ciudad. Excelente lugar para empezar con el aperitivo.
Dejamos atrás hackescher Mark para que a corta distancia sumergirnos en la zona de los Patios del hackesche Höfe que fueron abiertos en 1906 instalándose en los mismos oficinas y negocios aparte de la viviendas, aunque también eran lugares de reuniones de los vecinos de la zona. Después de los bombardeos de la segunda guerra mundial estos patios pasaron a poder del estado que hizo mejoras y reformas. Sin embargo no fue hasta después de la reunificación alemana en 1995 cuando se hizo de verdad una profunda remodelación de los mismos. De los patios destaca el Jugenstil, que se trata de la réplica alemana al art nouveau, que se observa en algunos de ellos.
Sin embargo el patio que más fama tiene y por supuesto el más visitado es el Callejón Dead Chicken Alley que tuvo su nacimiento coincidiendo con la caída del muro, aunque también es cierto que si no te lo han recomendado o lo descubres por casualidad, puedes pasar por delante y no darte ni cuenta.
La creación de este callejón se debe a que por aquella época estaba estrictamente prohibido pintar o hacer grafitis en las fachadas o paredes públicas, por lo que un grupo de jóvenes que se hacían llamar los Pollos Muertos compraron este callejón para de alguna manera poder expresar su creatividad y opinión. Una vez que penetras en el mismo empiezas a ver algo totalmente diferente que te puede gustar o no, pero desde luego no lo olvidarás.
Grafitis o Murales, algún chiringuito con bancos, un museo de Ana Frank y al fondo lo que quizás me llamó más la atención, uno de los pasillos y escaleras más pintorescas y lúgubres que jamás he visto que suben a una librería y una galería de arte.
Justamente a la entrada del callejón nos encontramos con un café bastante especial, el llamado Café Cinema, lugar bastante agradable para tomar un cerveza.
Volvemos a Hackescher Marrk para dirigirnos por Oranienburger straße girar luego por Große Hamburger Straße para visitar el Cementerio comunitario judío de Berlin el cual se encontraba cerrado pero a cambio pudimos ver el Memorial a las víctimas judías del fascismo grupo escultórico bastante digno de observar, obra de los escultores Will y Mark Lammert en conmemoración a los 52.000 judíos deportados de Berlín, plasmando en sus caras todo el horror sufrido. Es una costumbre que cada visitante deposite una pequeña piedra en el conjunto.
Terminada esta visita y llegada a hora de comer, decidimos ir a un restaurante asiático que ya conocíamos de anteriores ocasiones. Se trata de Royals & Rice ubicado en Torstraße 164, con cocina normal de un restaurante de este tipo pero que con buen tiempo se puede comer dentro de uno de los patios célebres de esta ciudad en horario continuado que es de agradecer y sin tener que soportar aglomeraciones.
Una vez concluida la comida nos dirigimos de nuevo hacia Oranienburger straße 28-30 donde se encuentra la Nueva Sinagoga.
Construida entre 1859 y 1866 bajo el diseño de Eduard Knoblauch que por enfermedad de este tuvo que sustituirle Friedrich August Stüler que rediseñó algunos aspectos y terminó su construcción. Se trata de un edificio inspirado en el arte árabe como es la cúpula forrada en oro. La capacidad entre la nave principal y las galerías era hasta de 3.000 personas.
Aparte de sufrir un incendio provocado en 1938, los bombardeos aliados en 1943 la dejó gravemente dañada. En 1958 se demolió todo a excepción de la fachada. La parte frontal se restauró entre 1988 y 1991, fecha en que se reabrió al público sin la sala principal derruida.
En su interior en diversas vitrinas se pueden ver documentos y fotografías de la vida judia en aquel entonces. Después de haber visitado las sinagogas de Budapest y Pilsen, el pagar 7 euros por visitar esta me pareció un auténtico timo, salvo que estés muy interesado o estudiando el tema no merece la pena entrar, no así su exterior que es merecedor de admirarlo.
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