Como puede muy bien indicar la última parte de sus nombre, este se debe a la gran abundancia de estos animales en su término, que en un principio se la conoció como Villa de los Conejos para pasar luego a sy nombre actual Villaconejos.
Gentilicio: Conejeros/as
Aunque no se han realizado excavaciones arqueológicas en el término de Villaconejos, se presume la presencia humana desde tiempos prehistóricos, especialmente por los hallazgos del Paleolítico inferior (600.000 a 4.000 a.C.) en el curso medio y bajo del Tajuña. La zona también fue ocupada durante la romanización de la submeseta sur (197-154 a.C.), integrándose primero en la Hispania Citerior y luego en la Tarraconense. Se ha identificado un trazado viario romano que pasaba por la Cañada del Raso, en el extremo suroeste del término, camino de Titulcia.
Durante la dominación islámica no se han hallado restos ni toponimia clara, por lo que se descarta la fundación del asentamiento en esa época. La documentación histórica comienza tras la conquista de Toledo en 1085, cuando la iglesia de Toledo intentó repoblar la zona sin éxito.
Durante el Siglo XII, Alfonso VII en 1150 concedió a la iglesia de Segovia una finca llamada La Requejada en el actual término de Villaconejos para que fundaran una aldea. Alfonso VIII confirmó estos derechos en 1161 y 1166, integrando estas tierras en el sexmo de Valdemoro, perteneciente a la ciudad de Segovia.
Durante el Siglo XIII, en 1190, se fijaron los límites entre las posesiones de Segovia y la Orden de Santiago, estableciendo la divisoria en Valdaracete. En 1239, Fernando III intervino personalmente para fijar los lindes del sexmo de Valdemoro, incluyendo Villaconejos junto con otras aldeas vecinas.
En el Siglo XV la repoblación efectiva fue lenta, y hasta 1443 Segovia no dictó ordenanzas para poblar San Martín de la Vega y Villaconejos, confirmadas por Enrique IV en 1454. Sin embargo, en 1480 los Reyes Católicos otorgaron el señorío de Chinchón a Andrés Cabrera y Beatriz de Bobadilla, integrando Villaconejos en el nuevo condado y arrebatándolo a Segovia, junto a otras localidades del sexmo de Valdemoro.
En el Siglo XVI, Villaconejos participó activamente en la Guerra de las Comunidades, apoyando a los comuneros en la toma del castillo de Chinchón. Como castigo, en 1522 tuvo que pagar 20.000 maravedíes. En 1530 contaba con 55 vecinos. Durante este siglo se levantaron ermitas como la de la Concepción en 1554 y la de Santa Ana en 1578, y se construyó infraestructura básica como el caz de Colmenar.
Durante el Siglo XVII, a pesar de la crisis demográfica general, se construyó una nueva iglesia parroquial y se estableció una explotación agropecuaria de la Orden del Carmen Calzado, origen de la Cueva de los Frailes. En la Guerra de Sucesión, en 1706, se vivieron enfrentamientos directos, con muertos enterrados ante la iglesia.
En 1712, el censo reflejaba solo 20 vecinos. En 1738, el señorío fue adquirido por el infante Felipe de Borbón.
En el Siglo XVIII, según el Catastro de Ensenada de 1752, Villaconejos tenía 118 vecinos, con una economía basada en la agricultura de secano, olivar, vid y ganadería. A finales de siglo, el pueblo contaba con unos 483 habitantes según el Censo de Floridablanca de 1787. Las Respuestas Generales del Catastro ofrecen una visión muy pobre del lugar, afectado por epidemias y pobreza.
Durante el Siglo XIX, Villaconejos pasa de la Intendencia de Segovia a la de Madrid en 1801. En 1833, con la reforma territorial de Javier de Burgos, se integra en la provincia de Madrid, dentro del partido judicial de Chinchón.
En 1834 se trasladó el cementerio parroquial a las afueras del núcleo urbano, junto a la ermita de la Concepción, que pasó a funcionar como capilla funeraria. Entre 1835 y 1864 se llevaron a cabo las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, mediante las cuales se pusieron a la venta los bienes de la Orden del Carmen, así como numerosas propiedades eclesiásticas y municipales. Estas tierras fueron adquiridas mayoritariamente por un reducido grupo de vecinos con mayores recursos económicos.
En 1848, Madoz describe una localidad humilde de 825 habitantes, 200 casas y un hospital para transeúntes. En esta época ya se cultivaban 15.000 olivos y 22.000 vides. A partir de 1860, se observa un crecimiento sostenido de la población, que alcanzó los 1.332 habitantes en 1868. También comienza el abastecimiento de agua potable desde el manantial de Mingorrubio.
El Siglo XX comienza con el crecimiento demográfico y la consolidación del cultivo del melón como principal actividad agrícola. En 1902, el Ayuntamiento compró toda la infraestructura del abastecimiento de agua. Se mejoraron caminos, se introdujo electricidad (1907) y se construyó un nuevo matadero y escuelas.
En los años 40 y 50, a pesar de la posguerra, la población creció y se diversificaron los cultivos (melones, olivares, viñedos). La actividad industrial incluía panaderías, almazaras, carpinterías y canteras de yeso. El sector servicios empezó a crecer en los 70, al tiempo que se reducía la ocupación agrícola.
Entre los 60 y 80 se construyeron escuelas, el nuevo ayuntamiento, consultorios médicos y centros culturales como el de Santa Ana. La urbanización y los equipamientos públicos se desarrollaron intensamente, con numerosas obras promovidas por la Comunidad de Madrid.
A finales del siglo XX y principios del XXI, Villaconejos completó su integración en la red de agua potable del Canal de Isabel II. Se sumaron nuevas infraestructuras como el Centro de Minusválidos (2000), la depuradora de aguas residuales (2000), y una planta de reciclado.
Aunque la emigración y el estancamiento agrario afectaron la población activa agrícola, el cultivo del melón mantuvo una notable influencia económica y cultural. La localidad ha sabido dotarse de equipamientos modernos, conservar parte de su trazado tradicional y promover mejoras urbanas significativas.
Comenzamos la visita al pueblo dejando el coche en la Calle Guindalera en su confluencia con la Calle Sevilla, después de alguna vuelta para encontrar sitio, encontrándonos casi sin querer con la Fuente de Mingorrubio.
Durante siglos, Villaconejos sufrió la escasez de agua potable, obligando a sus vecinos a desplazarse a fuentes situadas en otros municipios como Colmenar de Oreja (Mingorrubio) o Chinchón (Perico Pata). En 1877, el vecino de Colmenar D. Gregorio García Martínez obtuvo permiso para alumbrar aguas en los cerros de Mingorrubio y Valdeaspilas con el fin de abastecer a Villaconejos. Tras lograrlo, firmó un acuerdo con el ayuntamiento para surtir a la localidad, construyendo a su costa depósitos, cañerías, un lavadero y una fuente pública. El abastecimiento fue regulado mediante tarifas según el uso (agua potable, lavado o abrevado de animales).
Las obras se inauguraron en 1879 y, tras varios cambios de titularidad, en 1902 el ayuntamiento compró la concesión. A lo largo del siglo XX, la fuente original cambió de ubicación en varias ocasiones y, en 1990, fue sustituida por una fuente decorativa de diseño moderno que se encuentra en la Plaza Mayor. La pequeña fuente de la confluencia entre las calles Sevilla y Guindalera, aunque muy modificada, es uno de los pocos restos visibles de aquel sistema de abastecimiento histórico.
La fuente presenta un diseño sencillo y funcional. Está construida con ladrillo visto y grandes bloques de piedra que conforman una estructura en forma de cruz. En el centro se alza un pilar vertical cuadrado de ladrillo coronado por un sencillo remate, desde el cual emerge un caño metálico. Los bloques horizontales forman una base sólida que recuerda a antiguos abrevaderos. Aunque muy reformada, esta fuente mantiene el carácter austero y práctico que define las infraestructuras hidráulicas tradicionales de la zona.
Continuando por la Calle Sevilla iremos a parar a la Plaza Mayor, donde se encuentra ubicado el Edificio del Ayuntamiento. Construido entre 1967 y 1968, presenta una arquitectura funcional típica de la segunda mitad del siglo XX. La fachada principal, de dos alturas, está revocada en un tono ocre rosado y rematada por una cornisa sencilla de teja. En la planta baja se abre la puerta principal, ligeramente retranqueada, junto a varias ventanas rectangulares protegidas con rejas. La planta superior cuenta con un balcón corrido de forja que recorre toda la fachada y da acceso a varias ventanas que aportan simetría al conjunto.
Coronando el edificio se sitúa una pequeña torre cuadrada con un reloj y remate de campanil, que aporta verticalidad al conjunto. En la fachada destacan también el rótulo de “Casa Consistorial” y la presencia de mástiles con las banderas institucionales. La entrada está adaptada con rampa y peldaños, y la parte inferior del edificio ha sido revestida en piedra clara, en contraste con el tono general del revoco. En conjunto, se trata de una construcción sobria, funcional y representativa de la arquitectura administrativa de la época.
A escasos metros del Ayuntamiento se encuentra la Iglesia Parroquial de San Nicolás de Bari, cuya fecha de construcción resulta incierta. El ábside podría haberse levantado en la segunda mitad del siglo XVI, por la similitud de su planta con la de la Ermita de Santa Ana, iniciada en 1579 y que describiremos más adelante. Sin embargo, el cuerpo de la nave debió empezar a construirse a principios del siglo XVII, en sustitución de otro anterior.
Los muros están levantados enteramente en sillarejo, salvo en los detalles de labra en huecos, portadas, cornisas y remates. En el templo se distinguen dos cuerpos claramente diferenciados: la Capilla Mayor, con ábside ochavado y contrafuertes, y la nave, de mayor anchura, rematada a los pies por dos torres que sobresalen del volumen principal. Ambas presentan planta cuadrada y tres cuerpos separados por líneas de imposta. En el primero, se abren tres ventanas en cada torre, a modo de iluminación, al igual que en la fachada intermedia. El segundo cuerpo, más reducido, se encuentra totalmente ciego, mientras que el tercero cuenta con un vano con arco de medio punto en cada lado, enmarcado por pilastras, donde se alojan las campanas. El conjunto se cubre con tejado a cuatro aguas.
El acceso al templo se realizaba mediante dos portadas barrocas, aunque la situada en el lado del evangelio, que da a la Calle de la Iglesia, se encuentra actualmente cegada. La entrada en uso es la del lado de la epístola, ubicada en una pequeña plaza donde antiguamente estuvo el cementerio. Ambas puertas son de madera claveteada y están enmarcadas por molduras que recorren dintel y jambas. Sobre ellas se sitúan sendas hornacinas rectangulares coronadas por un frontón curvo; una de ellas contiene una cruz de forja.
El interior consta de una sola nave dividida en tres tramos y cubierta por bóveda de cañón con lunetos perforados por ventanas escarzanas, reforzada por arcos fajones apoyados sobre pilastras sin capitel. La Capilla Mayor se separa de la nave mediante un arco toral y se cubre con bóveda de arista; a su vez, se encuentra diferenciada del ábside ochavado por un arco fajón. Las capillas laterales, con bóveda de cañón, se abren a la nave mediante arcos de medio punto.
Desde la Plaza Mayor, nos dirigimos por la Calle de Santa Ana hasta encontrarnos, a unos 150 metros a nuestra izquierda, con la Calle León, por la cual caminaremos 600 metros, primero por asfalto y después por pista de tierra, hasta hallar a nuestra izquierda la Cueva del Fraile.
La cueva se encuentra en un pequeño promontorio, excavada por los frailes de la Orden de los Carmelitas Descalzos, cuyo escudo heráldico aparece grabado en el centro del dintel de la puerta de entrada, junto con el año en que fue excavada (1734). Dicha puerta, cuyas jambas y dintel son monolíticos de piedra caliza de Colmenar, da paso a un pasillo de 47 metros con diecinueve arcos de medio punto y otros tantos huecos que servían a los frailes para colocar las tinajas de vino, dando al lugar utilidad como bodega.
Durante la desamortización de Mendizábal (1836), la cueva fue objeto de subasta, pasando a manos de particulares. Se mantuvo en perfecto estado mientras siguió utilizándose como bodega; sin embargo, los cambios introducidos en las técnicas empleadas para la producción vinícola, que fueron eliminando el uso de tinajas, provocaron que, tras la venta de las mismas, la cueva comenzara a deteriorarse, lo que ha causado el hundimiento parcial de su estructura.
Retrocedemos por la Calle León hasta llegar a la Calle de Santa Ana, donde giramos a la izquierda y, a escasos metros, nos encontramos con las Antiguas Escuelas, construidas probablemente en los años cuarenta del siglo XX. El edificio presenta una configuración en forma de L, compuesta por dos cuerpos de planta rectangular y dos alturas, unidos mediante un pórtico cuadrado con dos huecos de arco de medio punto. De estilo racionalista con influencias regionalistas, destacan los muros encalados, las cubiertas a cuatro aguas con teja árabe y los sillares en las esquinas, que aportan sobriedad y funcionalidad al conjunto. Originalmente, albergaba un total de 10 aulas distribuidas en cinco por bloque, separadas para niñas y niños.
Actualmente, este edificio ha sido rehabilitado y alberga la Biblioteca Municipal Elena Soriano. En el mismo solar se construyeron las viviendas para los maestros y maestras, que, tras diversas reformas, se han convertido en una Casa de Niños.
Continuamos unos doscientos metros por la Calle Santa Ana hasta encontrarnos con la Ermita de Santa Ana. Esta ermita es un ejemplo de arquitectura religiosa popular cuya construcción se desarrolló en varias fases entre los siglos XVI y XIX.
El edificio se compone de tres cuerpos: el presbiterio original (1579), de planta cuadrada y encalado, con tejado a cuatro aguas de teja árabe y una sencilla bóveda de arista; una nave del siglo XVIII (1727-1749), más baja y estrecha, con tejado a tres aguas, bóveda de cañón dividida en tres tramos y rematada con una pequeña espadaña; y un pórtico decimonónico (1860), de madera y cubierta a tres aguas, sostenido por columnas toscanas de caliza delante y pies derechos de madera detrás.
El interior de la nave presenta una disposición sencilla, con bancos de madera alineados hacia un retablo central presidido por la imagen de Santa Ana con la Virgen niña, bajo una bóveda blanca decorada con molduras doradas.
El origen de la ermita se remonta a un acuerdo del Concejo de 1578, que ordenó su construcción para honrar a Santa Ana, patrona del pueblo, y pedir protección contra la peste y otras calamidades. Las obras fueron sufragadas por el Ayuntamiento, los vecinos y donativos. En el siglo XVIII se amplió la nave y se documentan diversas reformas impulsadas por la devoción local. En 1860 se acometió una restauración integral, cuyo recuerdo quedó grabado en el dintel de entrada con la inscripción: A expensas del vecindario fue restaurada la ermita de la gloriosa y bendita Santa Ana, nuestra Patrona. De esta villa la piedad, en sus limosnas propicia, y el cielo de la justicia este santuario pregona. Año de 1860.
Tras la Guerra Civil, la Hermandad de Santa Ana impulsó nuevas mejoras, como la adquisición en 1940 de la actual imagen de la santa con la Virgen niña. Entre 1980 y 1984 se restauraron el pórtico y la sacristía, y se reconstruyó la antigua casa del ermitaño, todo ello con aportaciones municipales y de la Comunidad de Madrid. En 1985 la ermita fue declarada Bien Protegido con Grado 1º Integral. La importancia simbólica y social del edificio se refleja también en las rifas, juegos populares y procesiones que han acompañado durante siglos su mantenimiento y culto.
Desde la ermita citada, volvemos hacia el centro de Villaconejos por la Calle de la Ermita y su prolongación la Calle Cuesta hasta llegar al número 20 de la misma, onde se encuentra todo tapiado y con signos de abandono el antiguo Cine Coliseum.
El mencionado cine fue proyectado en los años 60 por el arquitecto Casto Fernández Shaw, siguiendo el modelo del Coliseum de la Gran Vía madrileña. Construido por iniciativa de la Cooperativa del Campo para dotar al pueblo de un moderno cinematógrafo, sustituyó al antiguo cine ya clausurado. Tenía capacidad para 470 espectadores, escenario, camerinos, ambigú y un equipo de proyección avanzado, siendo considerado el mejor cine de la comarca.
La llegada de nuevas tecnologías, junto con pérdidas económicas y una caída en el número de socios, llevó a su cierre. Reabrió como discoteca en 1987, atrayendo a jóvenes de Madrid y Toledo, hasta su cierre definitivo en 1992. Parte del edificio albergó luego el germen del Museo del Melón hasta el 2003, del cual queda una cenefa en su fachada.
Tras años de negociaciones, el Ayuntamiento compró el inmueble con la intención de preservarlo como patrimonio cultural. Sin embargo, la falta de interés político desde 2011 ha dejado el edificio en el abandono, a pesar de su importancia en la memoria colectiva del pueblo.
Desde este último punto seguimos andando por la Calle Cuesta hasta llegar a la Plaza Mayor. Desde allí nos dirigimos a la Calle Bajada del Pozo, por la que caminaremos unos metros hasta alcanzar la Calle Puente Largo, que seguiremos hasta llegar a la carretera M-305 o carretera de Aranjuez, donde giraremos a la izquierda y nos encontraremos en su número 13 con el Museo del Melón, que —para no variar— se encontraba cerrado, sin ningún cartel que indicara los horarios de visita o dónde acudir para solicitarla.
Ubicado en el corazón de Villaconejos, el Museo del Melón rinde homenaje a la figura del melonero y al cultivo que ha dado fama a esta localidad madrileña. Fue inaugurado oficialmente en 2003 gracias al impulso de Fernando Agudo Platero, un vecino dedicado al cultivo del melón, y al generoso apoyo de numerosos vecinos que han contribuido donando herramientas agrícolas, utensilios domésticos, fotografías y otros objetos que retratan la vida rural del municipio.
Antes de tener su sede definitiva, las primeras exposiciones se organizaban en una sala dentro de la Cooperativa del Campo. Hoy, el museo es un espacio único en el mundo, dedicado exclusivamente al melón y a quienes lo han cultivado durante generaciones.
Cada 12 de octubre, Villaconejos celebra la popular Fiesta del Melón, coincidiendo con el retorno tradicional de los meloneros y sus familias tras varios meses de campaña. Esta celebración pone en valor no solo el producto, sino también la memoria colectiva de todo un oficio y modo de vida.
El Museo del Melón permite a los visitantes adentrarse en la historia de un cultivo ligado al paisaje, a las estaciones y a las rutas comerciales que llevaron los melones de Villaconejos a toda España. Un museo pequeño pero lleno de identidad, donde el recuerdo de los antiguos carreteros y agricultores se conserva vivo entre fotografías, aperos y tradiciones.
Desde aquí vamos a dirigirnos a la que será la última visita en Villaconejos. Para ello, continuaremos por la M-305 hasta su confluencia con la M-320, en la cual giraremos a la izquierda, para encontrarnos, después de unos seiscientos metros, con la Ermita de San Isidro.
De construcción moderna, tiene sus orígenes en 1968, cuando dos vecinos del pueblo, Dª Ernestina Ruiz y D. Mariano Sánchez, cedieron los terrenos para construir la ermita y que albergara la imagen del santo, donada por D. Baltasar de Blas.
La ermita es de planta rectangular, de una sola nave, con cubierta a dos aguas rematada en teja árabe. La fachada principal es de líneas simples y simétricas, enjalbegada completamente en blanco, con un zócalo de mampostería vista en su parte inferior que actúa como basamento visual y estructural.
En el centro de la fachada se abre una puerta de acceso en arco de medio punto, realizada en madera con decoración de cruces blancas y enmarcada por una reja metálica en abanico en la parte superior. Sobre la puerta se sitúa un pequeño panel cerámico vidriado con una representación de San Isidro y la Virgen, y un pequeño ventanuco con alfeizar curvado.
Corona la fachada una espadaña triangular con una sola campana y remate en cruz de forja. En el lado izquierdo se aprecia una cruz de madera sobre la pared, mientras que en el derecho hay dos placas conmemorativas.
El entorno arbolado y el acceso pavimentado refuerzan el carácter de lugar de reunión y peregrinación popular. En este espacio se encuentran diversas barbacoas de fábrica, así como varios bancos y mesas de madera.
A la ermita se puede llegar caminando o en coche. En el primer caso, hay que tener en cuenta que parte del trayecto se efectúa por una carretera sin arcén y sin sombra, aunque existe un pequeño camino de tierra en el margen derecho. Con coche, el único inconveniente podría ser a la hora de aparcar, aunque, salvo en el día de San Isidro, no suele haber demasiados problemas.
Coordenadas: 40°05'52"N 3°29'15"W
40.097778, -3.487500
Cristo de la Buena Dicha. Primer domingo mes de mayo. Actos religiosos, actividades culturales, competiciones deportivas, conciertos y festejos taurinos.
San Isidro. 15 de Mayo. Actos religiosos, actividades culturales, competiciones deportivas, festejos taurinos y conciertos.
Santa Ana. 25 y 26 de julio. Actos religiosos, actividades culturales, deportivas y concurso gastronómico.
Fiesta del melón o del Melonero. 12 de Octubre. Juegos, competiciones deportivas, bailes en la Plaza Mayor, por las mañanas encierros de los novillos que van a ser lidiados por la tarde.
Fuentes: Folletos Comunidad de Madrid, WEB Ayuntamiento, COAM, ChatGPT y Paneles explicativos
![]() Ayuntamiento
Plaza Mayor, 1 28360 - Villaconejos Tfno: 91 893 82 14
Distancia a Madrid: 55,7 KMS Municipios colindantes
Chinchón EN COCHEPor la A4 (E-5) hasta salida 37 para tomar la M-305 que llevara a Villaconejos. 55,7 Kms.. Por la misma A4 /E5) hasta la salida 29 para tomar la M-404 hasta la M-320, continuar esta última hasta la M-305 que llevara hasta Villaconejos. 50,9 Kms.![]() AUTOBUSES337 Madrid (Metro Pavones)415 Madrid (Villaverde Bajo -Cruce) 430 Aranjuez (Hospital del Tajo) |