El significado del término torre es de todos bien conocido, proveniente del latín "Turris" significa "Edificio fuerte, mas alto que ancho, y que sirve para defenderse de los enemigos desde él, o para defender una ciudad o plaza. En este caso, existe en el municipio una torre casi derruida de origen romano y que se conoce como "El Castillejo". Como quiera que según estudios no tuviera almenas, se consideraría como una "Torremocha, es decir torre truncada o incompleta.
Gentilicio: Torremochanos/as - Jarameños/as
Las tierras de Torremocha, bañadas por el Jarama y testigos de milenarias civilizaciones, han permanecido en la sombra de sus vecinos más ilustres, como Patones y Torrelaguna, sin que hasta el día de hoy se haya descubierto un solo vestigio arqueológico que confirme su presencia en tiempos prehistóricos. Sin embargo, el rumor de antiguas tribus resuena en la memoria de estas tierras, pues los vettones, ese pueblo celta que dominaba los valles del Jarama y el Lozoya, pudieron haber influido en los primeros asentamientos humanos. Se dice que su cultura guerrera y su destreza en la construcción de fortalezas dejaron una impronta difícil de ignorar en la región, aunque su huella se haya perdido con el tiempo.
Más tarde, cuando los romanos extendieron su dominio por la península, la civilización celtibérica empezó a desvanecerse en el crepúsculo de la historia. Aunque Torremocha no pareció albergar un asentamiento romano permanente, sus tierras fueron testigos del paso de legiones en su camino hacia Talamanca y Uceda, y se cuenta que un embarcadero romano en el Jarama permitía la comunicación con otras fortalezas a lo largo del río. Pero fueron las murallas de Talamanca y las torres de vigía de Uceda las que realmente marcaron el paisaje en estos siglos inciertos, pues con la llegada de los visigodos y la posterior invasión musulmana, la región se transformó en un punto estratégico en la defensa de la Marca Media, la frontera que separaba a los cristianos del dominio islámico.
En el siglo XI cuando Alfonso VI arrebató estas tierras a los musulmanes en 1085 y las incorporó al reino de Castilla, Torremocha no era aún más que un enclave disperso bajo la jurisdicción de Uceda. El Papado confirmó en 1127 la pertenencia de esta región a la diócesis de Toledo, consolidando su carácter cristiano en una época en la que la repoblación se convirtió en la piedra angular del dominio castellano. Mientras tanto, en las riberas del Jarama, la antigua fortaleza de Torritón comenzó su decadencia, su iglesia dedicada a San Andrés quedó en ruinas y sus habitantes, cansados de la humedad y las enfermedades del río, migraron hacia un terreno más elevado, sentando las bases del futuro núcleo de Torremocha.
A lo largo del siglo XII, Torremocha quedó bajo el control de Uceda, que se consolidó como una de las villas más importantes de la región. La repoblación cristiana avanzaba a buen ritmo y el territorio comenzó a llenarse de pequeñas aldeas y explotaciones agrícolas. En 1180, el rey Alfonso VIII decidió fortalecer aún más la posición de Uceda, otorgándole ciertos privilegios que aseguraban su dominio sobre las tierras circundantes. Fue en estos años cuando los primeros molinos de agua comenzaron a aparecer en el Jarama, facilitando la producción de harina y estableciendo las bases de una economía que perduraría durante siglos.
Con la llegada del siglo XIII, la organización de las tierras del norte de Madrid se hizo más clara. En 1222, el rey Fernando III confirmó los privilegios de Uceda, garantizando que todas las aldeas de su alfoz, incluida Torremocha, seguirían bajo su control. Poco a poco, la población de Torremocha comenzó a crecer, favorecida por su ubicación en una encrucijada de caminos y la fertilidad de sus tierras. Mientras tanto, el castillo de Uceda se mantenía como el principal bastión de la región, proporcionando seguridad a los campesinos y comerciantes que pasaban por el Jarama.
El siglo XIV trajo consigo tiempos de cambios y conflictos. La inestabilidad política y las luchas entre los distintos linajes nobiliarios marcaron la vida de los habitantes de Torremocha. Mientras tanto, en 1390, Torrelaguna consiguió su independencia de Uceda, lo que marcó un importante precedente en la región. Sin embargo, Torremocha siguió vinculada a Uceda, aunque ya había desarrollado su propio concejo y comenzado a organizarse en torno a su incipiente iglesia. La economía de la aldea se basaba en la agricultura y la ganadería, pero también en el comercio, que se vio favorecido por la celebración de mercados en las villas cercanas.
Con la llegada del siglo XV, la figura del cardenal Cisneros comenzó a destacar en la región. En la década de 1470, ocupó el Arciprestazgo de Uceda antes de convertirse en el poderoso Arzobispo de Toledo, y su influencia se hizo sentir en toda la comarca. Bajo su liderazgo, la iglesia de San Pedro Apóstol en Torremocha comenzó a ganar importancia, sentando las bases para su consolidación como parroquia. A medida que avanzaba el siglo, la población de Torremocha crecía, beneficiándose de la prosperidad de Torrelaguna y del auge de la actividad comercial en la región.
El final del siglo XV marcó el inicio de una nueva etapa para Torremocha. Con la unificación de Castilla y Aragón bajo los Reyes Católicos, la administración del territorio se reorganizó y las aldeas como Torremocha comenzaron a tomar mayor autonomía dentro del entramado feudal. Su ubicación estratégica, su riqueza agrícola y su vínculo con Uceda y Torrelaguna la convirtieron en una pieza clave en el complejo tablero del reino de Castilla.
Durante el siglo XVI el aumento de población y la riqueza agrícola de sus tierras hicieron que Felipe II decidiera segregar Torremocha de Uceda en 1579, evitando que cayera bajo el control del Conde de Uceda y garantizando así su dependencia directa de la corona. Sin embargo, Uceda no tardó en reaccionar y, tras pagar un alto precio, logró recuperar el control de Torremocha en 1594, dando lugar a un periodo de tensiones entre ambas localidades. Para Torremocha, que ya soñaba con convertirse en villa independiente, esta situación resultó inaceptable, y en 1595 elevó su petición al rey para ser reconocida como villa con pleno derecho. Sin embargo, su escaso número de habitantes y la falta de una infraestructura adecuada hicieron que su solicitud fuera desestimada.
El siglo XVII trajo consigo tiempos difíciles para Torremocha. La decadencia de Uceda y las servidumbres impuestas sobre sus aldeas hicieron que la población sufriera constantes dificultades económicas. Aunque la agricultura y la ganadería seguían siendo la base de su economía, las contribuciones y tributos pesaban cada vez más sobre sus habitantes.
El siglo XVIII, marcado por la llegada de los Borbones y la Guerra de Sucesión, alteró aún más la vida cotidiana de la aldea. La presencia de tropas acantonadas en la vecina Torrelaguna y el paso de los ejércitos generaron inestabilidad y pérdidas económicas. Aun así, la población logró reconstruir el Pósito Real y mejorar las condiciones de la iglesia, enriqueciendo su patrimonio con nuevas pinturas y ornamentos.
A mediados de siglo, el Catastro de Ensenada nos ofrece un retrato detallado de Torremocha: sus tierras fértiles producían cereales, legumbres, hortalizas y frutales, mientras que la ganadería se centraba en ovejas, vacas y cerdos. Contaba con un molino harinero, un pescador que obtenía anguilas y barbos del Jarama, y un herrero que abastecía a los campesinos de herramientas esenciales. A finales de siglo, la población creció hasta alcanzar 53 familias, lo que reflejaba una leve mejora en su calidad de vida.
El siglo XIX comenzó con la Guerra de la Independencia, que trajo consigo el saqueo de Torremocha por parte de las tropas napoleónicas. Cuando la guerra terminó, la aldea se vio afectada por los cambios políticos que transformaron la organización territorial de España. En 1833, con la reforma provincial de Javier de Burgos Torremocha dejó de pertenecer a Guadalajara y pasó a formar parte de la provincia de Madrid. A mediados de siglo, contaba con apenas 45 vecinos y 268 habitantes, que dependían de la agricultura y la ganadería para subsistir.
La construcción del Canal de Isabel II marcaron el final del siglo XIX y el inicio del siglo XX. A pesar de los intentos por mejorar el riego de sus tierras, las infraestructuras hidráulicas impulsadas por el gobierno beneficiaron principalmente a grandes propietarios y no a los agricultores locales, lo que generó protestas y conflictos con la administración.
A lo largo del siglo, Torremocha sufrió las consecuencias de la Guerra Civil y la posterior despoblación de las zonas rurales. La llegada de nuevos servicios públicos como el alumbrado, el abastecimiento de agua y la pavimentación de las calles en las décadas de 1970 y 1980 mejoró la calidad de vida, pero no pudo detener el éxodo de habitantes hacia Madrid.
Hoy en día, en el siglo XXI Torremocha de Jarama se mantiene como un enclave rural que conserva su identidad histórica. Sus calles y edificios, testigos de un pasado de luchas y transformaciones, siguen narrando la historia de un pueblo que ha sabido resistir el paso del tiempo.
La Iglesia Parroquial de San Pedro, de origen altomedieval, se construyó una ermita románica adosada a una torre vigía que se constituyó en el campanario de la misma. En el siglo XV se prolonga la nave hacia los pies.
En 1556 se adosa una nueva nave por su parte oeste, dejándose la ermita inicial como presbiterio, erigiéndose a los pies un atrio porticado con arcadas renacentistas.
Su interior es de dos naves, una principal y otra lateral. Su presbiterio cubierto por una bóveda de cañón, ábside semicircular y arcos fajones se apoya con contrafuertes asociados con el románico del siglo XIII. Cabe destacar las pinturas murales del siglo XIV en el interior de presbiterio como un "Pantocrator" encuadrado por una decoración geométrica de tipo Mudéjar.
Igualmente cabe destacar la portada de acceso renacentista con un arco carpanel con dos columnas adosadas terminando en su parte superior con un frontón en el que se ubica en su centro una hornacina con una pequeña estatua de San Pedro.
La torre campanario es de dos cuerpos con cuatro vanos para campanas.
A pocos metros de la iglesia nos encontramos con una fuente réplica de los antiguos cocederos de vino.
Por tener una vega fértil, Torremocha desde siempre su población se ha dedicado a las labres agropecuarias y entre ellas el cultivo de la vid y la elaboración del vino. En muchas casas anexionados a la fachada, al corral o en cuevas, se construía un cobertizo si se tratara del exterior con tinajas en las cuales se dejaba cocer o envejecer el vino.
Torremocha llegó a tener 17 cocederos y cuevas, de los cuales se conservan 7 cocederos y 14 cuevas. En la actualidad se han rehabilitado tres cocederos y dos cuevas para que puedan ser visitados.
Puente de hierro. Construido sobre el río Jarama es también conocido como puente de "La Charcuela" y "Puente romano" comunica los municipios de Torremocha y Uceda (Guadalajara). Existen restos que por su analogía con el Puente de Talamanca podría asegurarse su origen en la época romana.
Paso obligado para la calzada romana-medieval entre el Valle del Jarama y su Alta campiña, por lo cual Uceda cobraba cierta cantidad, fue reconstruido en 1471 con cargo de impuestos a diversas poblaciones de la zona, entre ellas Torremocha.
El antiguo puente de madera fue sustituido en el siglo XIX por el actual Puente de Hierro, reutilizándose en los puntales los antiguos estribos que se observan en la actualidad.
Canal de Cabarrús. Construido por Francisco Cabarrús Lalanne, conde de Cabarrús entre 1775 y 1799 durante el reinado de Carlos III, unía las aguas de los ríos Jarama y Lozoya con el fin de aprovecharlas para sus agrícolas, con una longitud de aproximadamente 12 kilómetros con cinco puentes, uno de ellos en la fotografía, y otras obras auxiliares.
Teniendo en cuenta que en estos lugares se daban mejor los cultivos de secano, en 1822 quedo inoperativo, siendo comprado lo que de el quedaba en 1880 por el Canal de Isabel II.
Antigua casa de harinas. Construida sobre un molino medieval, se conocía como perteneciente a la Dominicos de Alcalá de Henares o quizás con anterioridad a los Franciscanos de Uceda o Torrelaguna.
Como consecuencia de la desamortización, pasa a convertirse en una fábrica industrial de harinas aprovechando el viejo molino, el cual recoge las aguas en un caz o canal de el complejo Cabarrús.
Su aspecto actual se debe a las reformas efectuadas en el siglo XIX, siendo actualmente propiedad privada dedicada a la restauración.
SAN ISIDRO. 15 de mayo. Fiestas patronales con mercado medieval, competiciones deportivas, actuaciones musicales, pasacalles, juegos infantiles, fuegos artificiales y celebraciones religiosas.
VIRGEN DE LOS DOLORES. Tercer domingo de septiembre. Actuaciones musicales, chocolatada y actos religiosos.
Fuentes: Folletos Comunidad de Madrid, WEB Ayuntamiento, COAM, ChatGPT y Paneles explicativos
![]() Ayuntamiento
Plaza Mayor, 4 28189 - Torremocha de Jarama Tfno: 91 843 00 19
Distancia a Madrid: 67 KM Municipios colindantes
Patones EN COCHEPor la N-1 (E5) hasta la salida 50 a Torrelaguna, una vez en este municipio tomar la carretera que se dirige a Patones y a muy pocos kms. se encuentra a la derecha el desvío a Torremocha. ![]() AUTOBUSES197 Madrid (Pza. Castilla)197A Desde Torrelaguna 913 Desde Torrelaguna |