Existen diversas teorías sobre el origen del topónimo Morata:
1.- Una de las versiones más populares lo relaciona con la abundancia de matorrales de moras (zarzas) en el entorno. Según esta interpretación, Morata derivaría de un lugar poblado de moras o matas de mora.
2.- Otra explicación, de tipo legendario, cuenta que el pueblo fue fundado por un moro llamado Morata, quien hacia el siglo X habría canalizado el agua e impulsado el regadío. A partir de ese núcleo agrícola original se habría ido formando la población.
3.- Desde el punto de vista filológico, algunos autores sugieren que Morata podría tener su origen en la palabra latina “murata”, que significa "lugar amurallado", lo que indicaría la existencia de algún tipo de recinto defensivo o fortificación en época tardoantigua o medieval.
El apellido Tajuña se añadió para distinguirla de otras localidades del mismo nombre, y hace referencia al valle del río Tajuña, que atraviesa el municipio y ha sido clave para su desarrollo agrícola e histórico.
El apellido TAJUÑA viene dado por su ubicación en el valle del Río Tajuña
Gentilicio: Morateños/as
Los indicios más antiguos de ocupación humana en Morata de Tajuña se remontan al Paleolítico Inferior, como demuestran los hallazgos de útiles líticos tallados en sílex hallados en terrazas fluviales cercanas al río Tajuña. La zona también muestra ocupación durante el Neolítico y la Edad del Bronce, con restos cerámicos y estructuras agrícolas primitivas. Ya en época romana, Morata estuvo integrada en la red de villas agrícolas del centro peninsular, como demuestra el hallazgo de lápidas, restos de cerámica sigillata y monedas, además de importantes yacimientos en el entorno de El Bosque.
Durante el periodo visigodo, aunque hay menos evidencias, se han hallado restos cerámicos que indican la continuidad del poblamiento. Tras la conquista islámica en el siglo VIII, el valle del Tajuña formó parte de la Marca Media de al-Ándalus, sirviendo de zona de transición entre Toledo y Guadalajara. Es probable que existiera un pequeño núcleo rural en la zona que posteriormente daría origen al actual Morata.
Durante el Siglo XI se consolida la frontera entre los reinos cristianos y al-Ándalus, hasta la conquista de la zona por parte de Alfonso VI en 1085, cuando se incorpora al Reino de Castilla. A partir de entonces, comienza la repoblación cristiana de los territorios del valle del Tajuña, incluyendo el área de Morata. Es probable que se establecieran pequeñas comunidades agrícolas bajo la protección de fortalezas o encomiendas cercanas.
Morata aparece ya mencionada en documentos del Siglo XII, aunque con grafías como Morata de Tajuña o Morata. En esta época, el valle se va articulando en torno a aldeas y caseríos dependientes de grandes señoríos o de órdenes militares. La cercanía al camino real y a rutas agrícolas importantes favorece el desarrollo del enclave.
En el Siglo XIII, Morata ya se configura como una pequeña aldea consolidada, probablemente bajo jurisdicción señorial. El Real de Manzanares, constituido por Fernando III en 1247 y consolidado por Alfonso X, controlaba amplias zonas del centro de la actual Comunidad de Madrid, aunque no está claro si Morata formó parte de este territorio o de otro señorío. En todo caso, durante esta centuria la villa crece como núcleo agrícola, destacando el cultivo de cereal y vid.
Durante el siglo XIV, Morata sigue siendo un enclave agrícola de importancia secundaria, pero bien asentado. Se registran conflictos por el uso del agua del río Tajuña y las tierras de labor. La aldea puede haber pasado a formar parte del señorío de los Mendoza o de alguna rama de la nobleza castellana, aunque no existen documentos concluyentes sobre su adscripción.
Durante el Siglo XV, Morata va consolidando su organización urbana y su estructura parroquial. La construcción o consolidación de una iglesia parroquial en este siglo parece probable, si bien el edificio actual presenta reformas posteriores. La villa mantiene su carácter agrícola, con especialización en cereales, olivo y viñedo. Comienza a mencionarse la existencia de molinos hidráulicos en el entorno del río, base de una industria harinera que irá creciendo.
El Siglo XVI supone un notable impulso para Morata. En las Relaciones Topográficas de Felipe II se menciona como una villa con ayuntamiento, parroquia, varias ermitas y una población en crecimiento. Se confirma el uso intensivo del río Tajuña mediante molinos y huertas. La arquitectura religiosa se enriquece con ermitas como la de la Virgen de la Antigua. La economía se basa en el monocultivo de cereal, olivo y viña, y en la producción de harina.
Durante el Siglo XVII, Morata mantiene una estabilidad demográfica y económica, aunque afectada por las crisis generales del Reino. La producción de harina se consolida como uno de sus principales recursos, y se constata la existencia de múltiples molinos hidráulicos. Se conservan restos de edificios religiosos y civiles barrocos de esta época. La devoción a la Virgen de la Antigua se convierte en uno de los principales ejes espirituales del pueblo.
Morata se beneficia del crecimiento agrario del Siglo XVIII. Continúa el cultivo de cereales y vid, y se mantiene una estructura urbana estable. El Catastro de Ensenada nos ofrece una visión detallada de su economía y propiedades. Las ermitas, el cementerio y las casas solariegas se multiplican, marcando un desarrollo pausado pero constante. La importancia de los molinos harineros del Tajuña crece, siendo reconocidos en toda la comarca.
Durante el Siglo XIX, Morata experimenta importantes transformaciones políticas y sociales. En 1812, con la abolición de los señoríos por las Cortes de Cádiz, el pueblo se libera definitivamente de los vínculos feudales. La reforma territorial de Javier de Burgos en 1833 integra a Morata en la provincia de Madrid, dentro del partido judicial de Arganda.
La Desamortización de Mendizábal afecta al patrimonio eclesiástico y modifica la propiedad de muchas tierras y edificios. En esta época se modernizan algunos servicios públicos y se construyen nuevas infraestructuras, aunque el pueblo mantiene su carácter eminentemente agrícola. La vida se organiza en torno a las faenas del campo, la molienda del trigo y la producción vinícola.
El Siglo XX comienza con un lento crecimiento demográfico. Se amplía el casco urbano y aparecen nuevas calles. Sin embargo, el episodio más trágico llega con la Guerra Civil Española, ya que Morata se sitúa en la línea del frente del Jarama en febrero de 1937. El municipio sufre intensos combates y bombardeos, siendo punto clave en la defensa republicana de Madrid. Aún hoy se conservan restos de trincheras y búnkeres.
La Batalla del Jarama, librada entre el 6 y el 27 de febrero de 1937, fue uno de los enfrentamientos más cruentos del conflicto. Las tropas sublevadas intentaron cortar la carretera Madrid-Valencia cruzando el río Jarama, pero fueron frenadas por la resistencia republicana. Morata de Tajuña quedó en la retaguardia republicana, convirtiéndose en centro logístico, hospitalario y de descanso para los combatientes.
El terreno escarpado, con cerros como El Pingarrón o Melero, fue escenario de cruentos combates. Aunque los sublevados lograron cruzar el río y ocupar parte del terreno elevado, no consiguieron cortar la carretera Madrid-Valencia, que era su verdadero objetivo estratégico. La batalla terminó en un costoso estancamiento, con miles de bajas en ambos bandos.
Tras la guerra, el pueblo se reconstruye lentamente. Durante el franquismo se mejora el acceso por carretera, se electrifica el pueblo y se construyen viviendas sociales. En los años 60 y 70 se produce un cierto éxodo rural, aunque Morata logra mantener su población gracias a su cercanía con Madrid.
En las primeras décadas del Siglo XXI, Morata de Tajuña ha experimentado un notable crecimiento urbano y una diversificación de su economía. Aunque el campo sigue presente, han ganado peso los sectores servicios e industrial. El patrimonio histórico ha comenzado a valorarse más, con la rehabilitación de algunos molinos, la recuperación de la ermita de la Virgen de la Antigua y la promoción de rutas por el Frente del Jarama.
El municipio mantiene vivas sus fiestas tradicionales y sigue proyectándose como un ejemplo de fusión entre tradición agrícola y modernización progresiva en el sureste madrileño.
Comenzamos nuestra visita a Morata de Tajuña, a dos kilómetros y medio antes de llegar al núcleo urbano por la M-302 desde Perales de Tajuña, con el objeto de visitar dos elementos que han perdurado en el tiempo de la Batalla del Jarama en medio de la Guerra Civil Española.
El primero de ellos se trata de una Cueva-Refugio empleada por el lado republicano. En el frente del Jarama, aproximadamente a mediados de febrero de 1937, se consolidó una línea de frente entre las tropas sublevadas y las fuerzas republicanas que se mantendría sin apenas variación durante toda la guerra. Morata de Tajuña quedó en la retaguardia republicana, convertida en zona logística, hospitalaria y de descanso de las tropas, y en la que se instalaron depósitos de munición, centros de intendencia y otras instalaciones militares.
En este contexto, muchas cuevas excavadas en las laderas cercanas al casco urbano fueron reutilizadas como refugios antiaéreos ante los frecuentes bombardeos.
Este ejemplo particular fue excavado o ampliado durante la guerra, con una entrada disimulada y varias estancias interconectadas. Aunque el exterior se encuentra vallado y no puede visitarse, el cartel explicativo —hoy muy deteriorado— indica que en su día sirvió como refugio antiaéreo para tropas de descanso y retaguardia, y que aún conserva vestigios como estancias interconectadas y restos de pintura o cal en las paredes. Morata, situada en la retaguardia del frente del Jarama, albergó durante la guerra numerosos depósitos, hospitales y refugios como este.
Para su visita se tiene que dejar aparcado el coche en un pequeño paso asfaltado que cruza la Vía Verde del Tajuña que lleva a la entrada de unas instalaciones de Unión Fenosa. Coordenadas 40°13'51"N 3°24'27"W : 40.230833, -3.407500. Desde aquí caminar unos 80 metros siguiendo el sentido del panel indicador existente.
Después de visitar el punto anterior, retroceder por la Vía Verde del Tajuña hasta el coche, llegar a la M-302 y girar a la izquierda para caminar por ella otros 75 metros, con extrema precaución por la circulación de vehículos, y cruzar la misma donde se sitúa el panel indicador de Nido de ametralladora.
Ante el peligro de una nueva ofensiva franquista por el llano de Arganda y el valle del Tajuña, el bando republicano inició la construcción en 1938 de una línea de defensa entre Morata y Arganda del Rey. La base principal la componían 938 nidos de ametralladora de hormigón armado (como los que podemos apreciar y los 500 “puestos de escuadra” blindados, similares a los que todavía se conservan en el alto que se dirige a Arganda. Además se construyeron una extensa red de atrincheramientos y refugios para la tropa.
Esta fortificación está hecha enteramente de hormigón reforzado con varilla metálica. Cuenta con una tronera frontal para ametralladora, un acceso posterior y dos aspilleras laterales. Es un modelo estándar del Ejército republicano existente en el frente del Jarama. Para su construcción se empleaban aproximadamente 180 sacos de cemento, 19 m³ de arena, 41 m³ de grava y la armadura que reforzaba el hormigón, junto con la madera que se empleaba para encofrarlo. La obra podía llevar entre una y tres semanas, dependiendo de las condiciones de humedad, temperatura y calidad del cemento. Su estructura era capaz de resistir varios impactos de artillería de campaña. (Transcripción literal del panel explicativo existente en el lugar).
Este tipo de estructuras, hoy silenciosas entre la maleza, nos recuerdan la crudeza de un conflicto que dejó su huella en la tierra y en la memoria de los pueblos del valle del Tajuña.
De nuevo en el coche, retrocedemos por la M-302 dirección Perales de Tajuña hasta encontrar el indicador Isla Taray, donde visitaremos únicamente el exterior del edificio principal.
La actual residencia de Isla Taray se asienta sobre un complejo industrial con siglos de historia ligado al río Tajuña. Desde época medieval, e incluso durante la presencia musulmana, se documentan molinos y aceñas en sus riberas.
En este enclave funcionó desde antiguo un molino de rodezno, adquirido en el siglo XVII por el Marqués de Leganés. A comienzos del siglo XVIII fue transformado en batán, lo que favoreció la instalación de industrias textiles, como la Real Fábrica de Tejidos e Hilados en 1792, muy apreciada hasta su cierre por la invasión francesa de 1808.
En torno a 1860 se estableció aquí la Fábrica de Papel Continuo, que abasteció a periódicos como El Imparcial. Reconstruida tras un incendio en 1878, llegó a ser una de las más modernas del país, con cerca de un millón de kilos de papel anuales y más de 140 obreros en plantilla.
Tras el cierre de la papelera en 1922, el complejo se dedicó a la producción de borra y regenerados de algodón, y también generó electricidad para Morata desde finales del siglo XIX. Durante la Guerra Civil fue sede del Estado Mayor republicano, y tras la contienda vivió años de actividad industrial, sobre todo con mano de obra femenina local, hasta su cierre definitivo en 1975.
En 1988, el conjunto fue reconvertido en residencia de mayores por Mensajeros de la Paz. En sus jardines se conserva un monumental plátano de sombra, catalogado como árbol singular por la Comunidad de Madrid, con más de 180 años, 39 metros de altura y una copa de gran amplitud.
Terminada esta breve visita, de nuevo al coche para dirigirnos al núcleo urbano de Morata de Tajuña, para encontrar al comienzo del mismo frente al cementerio la Ermita de Nuestra Señora de Fátima, también conocida como Ermita de la Soledad.
Su construcción según Pascual Madoz se efectuó en el siglo XVII, sin embargo otros historiadores lo fechan a la primera mitad del siglo XVIII. En un principio se construyó a lado del cementerio para poder dar servicio al mismo. Se trata de un templo con planta rectangular y capillas laterales igualmente rectangulares. El crucero de mayor altura que la nave, se encuentra separado de la misma mediante un arco toral, estando el mismo cubierto por una cúpula semiesférica sobre pechinas. La nave se encuentra cubierta por una bóveda de cañón con arcos fajones, siendo el acceso a las capillas mediante arcos de medio punto.
Situado a los pies del templo, se encuentra un atrio cubierto por un tejado a tres aguas, sobre soporte de madera y dos pilastras cuadrangulares. Los muros son de fábrica de piedra mampuesta revestida y encalada, soportados mediante un zócalo de mampostería de piedra vista.
De nuevo al coche para dirigirnos hacia la Ermita de la Magdalena, situada a las afueras del pueblo, en las inmediaciones de la M-315 en dirección a Valdelaguna. A simple vista, su aspecto recuerda más al de una antigua casa abandonada que al de una ermita, cerrada al culto en 1778.
El edificio presenta una arquitectura rural sencilla y austera, característica de las construcciones religiosas periféricas de la Comunidad de Madrid. De planta rectangular y dos alturas, su volumen principal está rematado por una cubierta a cuatro aguas de teja árabe, propia de la arquitectura tradicional castellana.
La fachada encalada, desgastada por el paso del tiempo, muestra signos de humedad y pérdida de revoco, dejando entrever los materiales originales. Destaca en la entrada principal un pequeño porche adosado, con tejado a dos aguas sostenido por pilares de madera y muros laterales, que proporciona un espacio de transición y resguardo antes de acceder al interior.
Las ventanas, de reducido tamaño y sin elementos decorativos, siguen una disposición funcional, con vanos sencillos que refuerzan la imagen sobria del conjunto. El alero está coronado por una fila de ladrillos en diente de sierra —un sencillo friso denticulado— típico de la arquitectura popular madrileña. Se aprecia también una chimenea elevada, probablemente añadida tras el abandono de su uso religioso, cuando fue adaptada a otros fines.
En conjunto, la antigua ermita conserva un notable valor etnográfico, reflejando una tipología arquitectónica humilde pero significativa, representativa del paisaje rural del sureste madrileño.
Coordenadas: 40°13'00"N 3°26'11"W
40.216667, -3.436389
Dejando aparcado el coche a la entrada del camino de tierra que conduce a la Finca La Estacá frente a la ermita mencionada, se tienen dos opciones: una continuar andando un kilómetro y medio por ese camino de tierra hasta llegar al Antiguo Palomar, o conducir esa distancia por un el camino mencionado, que es tan estrecho que solo permite un coche, es decir que como te encuentres con otro de enfrente, ambos lo tienen muy complicado para pasar. Particularmente opté por la primera opción, es decir, caminar y dejar aparcado el coche, teniendo en cuenta que es una vía pecuaria y si te pilla conduciendo la Guardia Civil o el SEPRONA, la multa puede ser cuantiosa.
Se trata de una construcción rural de planta circular, levantada probablemente a finales del siglo XVIII o comienzos del XIX, que servía como palomar de una finca agrícola. El edificio, de mampostería revocada con mortero de cal y cubierta hoy desaparecida, conserva parte de sus muros exteriores y varias aberturas, entre ellas una puerta central orientada al sur. Aunque presenta un estado ruinoso, aún son visibles algunos elementos característicos como los huecos par las palomas en el interior y pequeñas ventanas para ventilación.
Este tipo de edificaciones, conocidas como palomares, eran habituales en el campo madrileño y castellano desde tiempos medievales, aunque alcanzaron su mayor desarrollo entre los siglos XVIII y XIX. Se trataba de construcciones destinadas a la cría de palomas, cuyo estiércol, el palomino, era muy valorado como abono para los cultivos por su alto contenido en nitrógeno. Además, las palomas proporcionaban carne y huevos para autoconsumo o venta. En muchas fincas, el palomar formaba parte del conjunto agrícola junto al pajar, el granero o la era, y su presencia era un signo de cierta holgura económica del propietario.
El palomar de Morata, enclavado en el paraje de la Finca La Estacá, responde al modelo circular más común en la zona centro de la península, caracterizado por su fácil construcción, aprovechamiento térmico y distribución interna en nichos concéntricos. Aunque el paso del tiempo ha deteriorado su fábrica y derrumbado parte de la cubierta, aún conserva un valor testimonial como huella de la arquitectura agrícola tradicional del sureste madrileño.
Coordenadas : 40°13'03"N 3°25'17"W
40.217500, -3.421389
Después de esta visita, retornamos el coche para dirigirnos por la M-315 al centro urbano, no sin antes encontrarnos, a unos quinientos metros a la izquierda, el edificio del Museo de la Molinería, situado en el lugar del antiguo Molino de la Huerta de Angulo. El edificio actual data de principios del siglo XVIII, aunque bien pudiera haberse levantado sobre una construcción anterior del siglo XVI.
De planta alargada y dos alturas, su volumen central acoge el mecanismo de molturación. La cubierta es a cuatro aguas con teja cerámica, y destaca en el conjunto una alta chimenea de ladrillo, añadida a comienzos del siglo XX para albergar una turbina eléctrica.
Históricamente conocido como Molino de Abajo o Molino de la Huerta de la Vega, perteneció a la casa de Altamira y fue reformado en 1888 por Diego María Jarava. A inicios del siglo XX, la familia Mac Crohon lo amplió, manteniéndose activo hasta 1984.
En 1998 fue adquirido por el Ayuntamiento, que lo restauró para transformarlo en museo. Conserva su maquinaria original y recrea fielmente el proceso de molienda tradicional, desde la tolva hasta el saco de harina. Se explican además los métodos de pago en especie —la llamada maquila— y se pone en valor la figura del molinero y su oficio, ligado al cuidado de las acequias y la calidad del grano.
El museo combina valor etnográfico, histórico y didáctico, y es un ejemplo vivo del aprovechamiento del río Tajuña por parte de los habitantes de la vega desde tiempos remotos. No se pudo visitar por encontrarse cerrado, si ningún cartel que indicase días y horarios de apertura.
Coordenadas: 40°13'15"N 3°26'20"W
40.220833, -3.438889
Con la desilusión metida en el cuerpo por no haber podido acceder al Museo de la Molinería, nos dirigimos con el coche hasta el aparcamiento situado en la Calle Domingo Rodelgo 66-68, parking al aire libre, de tierra y sin sombra alguna, aunque como se dice, menos da una piedra.
En un lateral del aparcamiento se encuentra la Antigua Fábrica de Aceites, en estado de ruina con la techumbre totalmente caída, incluida en la lista roja de patrimonio en peligro que elabora la asociación sin ánimo de lucro Hispania Nostra debido a su pésimo estado de conservación, han perdido multitud de elementos originales y han sido vandalizados y expoliados.
Este edificio en si presenta planta rectangular de una sola planta levantado en mampostería y ladrillo, que tendría una cubierta a dos aguas. Sobre la puerta de entrada, aun se conserva un cartel de cerámica blanca y letras azules en el que se lee Fábrica de aceites. Desde el exterior se puede medio apreciar la chimenea por donde salían los gases producidos por las calderas, así como alguna muela de granito.
Desde el aparcamiento y nada más c ruzar la calle se encuentra la Ermita Virgen de la Antigua. Se trata de una de las más antiguas del término de Morata de Tajuña. Su origen se remonta, al menos, a finales del siglo XVI, cuando ya aparecía documentada como construcción de piedra. No obstante, algunos testimonios históricos sugieren que en sus inicios estuvo dedicada a San Sebastián, cambiando posteriormente de advocación tras un suceso legendario ocurrido durante una tormenta, cuando se halló una imagen de barro de la Virgen entre unos matorrales, pasando desde entonces a ser patrona del pueblo.
Madoz, en su célebre diccionario de mediados del siglo XIX, la describe como la mayor y mejor construida de las ermitas de Morata. De hecho, su volumen y proporciones la hacen parecer más un templo que una sencilla ermita rural. Su fábrica combina mampostería irregular de granito con elementos de aparejo toledano en la zona del presbiterio: cajones de ladrillo, verdugadas y sillería en las esquinas. La portada se protege bajo un atrio cubierto sostenido por dos columnas clásicas y una viguería de madera, mientras que una moderna espadaña con cubierta de teja corona el conjunto, alterando parcialmente su diseño original.
El interior, de nave única y acusada verticalidad, presenta una estructura sobria y alargada, decorada con vidrieras, lienzos religiosos y un destacado retablo presidido por la imagen de la Virgen. Aunque la nave ha sido reformada con el paso del tiempo, aún conserva su carácter solemne, destacando por su altura y luminosidad.
Esta ermita, también conocida durante siglos como de la Vega, es uno de los grandes símbolos religiosos y culturales de Morata, y su historia refleja la evolución de las devociones locales y la transformación del patrimonio arquitectónico en el entorno rural madrileño.
Dirección : Travesía Carrera del Poniente, 34
Desde el anterior punto se tienen dos opciones: dejar el coche en el aparcamiento mencionado anteriormente o dirigirse a otro aparcamiento público situado en la Calle Real 8-12, a escasos sesenta metros de la Plaza Mayor. Particularmente opté por esta segunda opción, no por la distancia —que apenas son quinientos metros—, sino por el calor sofocante que hacía.
Una vez dejado el coche en su nueva ubicación, se retroceden unos metros para encontrarse en la plaza mencionada y delante del Edificio del Ayuntamiento.
El Ayuntamiento de Morata de Tajuña se levanta en la esquina suroeste de la Plaza Mayor, junto a la avenida de la Constitución. El edificio actual fue construido en 1897 sobre una construcción anterior al año 1870, de la que aún se conserva documentación gráfica. En aquella época, la parcela presentaba un pequeño edificio institucional con pórtico y varias crujías, además de un patio interior. La fachada principal siempre ha estado orientada hacia la plaza, aunque originalmente solo ocupaba parte del solar actual.
En el último tercio del siglo XIX, ante el deterioro del edificio original y la imposibilidad de construir uno nuevo —pues los fondos reunidos se destinaron al ferrocarril—, el estado ruinoso de la casa consistorial obligó a levantar en 1897 el edificio que aún se conserva. La nueva construcción albergó no solo el ayuntamiento, sino también la cárcel, el juzgado de paz y las escuelas municipales. Se organizaba en dos plantas, con una fachada porticada y una balconada corrida, pilares de piedra en planta baja y pies derechos de fundición en planta alta. El ala orientada a la avenida de la Constitución acogía las escuelas, que más tarde serían trasladadas para ampliar las dependencias administrativas.
Durante la posguerra, el edificio municipal sufrió importantes deterioros, lo que llevó a su reconstrucción. En ese contexto se levantó una torre central en la fachada a la plaza, destinada a albergar el reloj y la campana. Esta nueva estructura dotó al conjunto de un aire neomudéjar, hoy desaparecido, destacando por su abundante decoración en ladrillo: en la línea de imposta de la balconada, en el alero de canecillos cerámicos y, especialmente, en la propia torre. La torrecilla, mucho más esbelta que la actual, estaba dividida en tres cuerpos: uno inferior macizo con las esferas del reloj, un segundo abierto que alojaba la campana, sostenido por pies derechos de fundición, y un cuerpo superior cubierto a cuatro aguas con tejado de pizarra y remates decorativos en ladrillo que albergaban pequeños escudos o motivos vegetales.
En los años ochenta se acometieron obras de restauración y, en 1992, el edificio fue incluido en el Catálogo de elementos protegidos con grado de protección ambiental. Un año después, en 1993, se emprendió un ambicioso proyecto de rehabilitación dirigido por el arquitecto Agustín Simón Soriano, bajo encargo de la Consejería de Cooperación de la Comunidad de Madrid. El objetivo fue recuperar el carácter institucional del inmueble, reorganizando los espacios interiores y eliminando añadidos posteriores. El edificio pasó a contar con salas de atención al público en la planta baja y dependencias corporativas en la planta alta. También se rehabilitó el patio interior, dotándolo de un pavimento en damero interrumpido por zonas vegetales y una pérgola metálica ligera.
Desde la Plaza Mayor nos dirigimos a la Plaza de la Cultura donde se encuentra en antiguo Palacio Mac Crohon en la actualidad Centro Socio Cultural de Caja Madrid. Se trata de una villa señorial construida en 1882 como residencia de la influyente familia Mac-Crohon–Jaraba, que adquirió tierras tras la desamortización de Mendizábal. La finca incluía jardines, huertas y construcciones agropecuarias, como las caballerizas, aún en pie. El edificio principal, conocido localmente como “palacio”, fue levantado a modo de villa exenta, con accesos en varias fachadas, posiblemente conectados a jardines hoy desaparecidos.
La construcción, de tres alturas, destaca por su volumen prismático sencillo, hecho íntegramente en ladrillo con elementos ornamentales también cerámicos, como imposta en diente de sierra, dinteles decorados y balcones con rejería. Las portadas principales, situadas en las fachadas norte y oeste, emplean piedra labrada, con ménsulas florales y fechas grabadas. La cornisa de cubierta, decorada con canecillos de madera, remata una arquitectura que mezcla lo neomudéjar con lo neoclásico, propia de finales del siglo XIX.
Durante la posguerra, el inmueble fue cedido al Ayuntamiento. Tras pasar por diferentes usos, fue rehabilitado en 1980 como centro cultural, albergando la biblioteca y el Círculo de Jubilados.
Las antiguas caballerizas de la finca Mac-Crohon, se encuentran situadas en la calle Manuel Mac-Crohon, estas caballerizas rurales existían ya antes de 1860. Construidas en adobe, ladrillo y mampostería, responden a la tipología tradicional agropecuaria de la comarca. Tienen planta rectangular, dos alturas y un torreón en esquina con cubierta a tres aguas.
El interior es diáfano, con forjados y techumbres de madera, y al exterior destacan los aleros de canecillos rústicos que protegen la fachada. Aunque actualmente están sin uso, siguen siendo propiedad municipal y forman parte del legado de esta histórica finca familiar.
De vuelta a la Plaza Mayor nos dirigimos por la Calle del Toril hasta la Plaza del Espinardo y desde aquí por la Calle Dos Hermanas dirigirnos a la Plaza de la Iglesia donde se encuentra la Iglesia Parroquial Nuestra Señora de la Concepción.
Este templo ha sido el corazón religioso de Morata de Tajuña desde tiempos medievales, aunque su configuración actual responde a una larga evolución de siglos. Se cree que existió una iglesia primitiva ya en el siglo XI, tras la conquista cristiana de Toledo. De ella no quedan restos visibles, salvo un reloj de sol romano empotrado con la inscripción Joannes Latro me fecit. Hacia 1350, bajo el señorío de D. Juan Puerto Carrero, se habría iniciado una nueva construcción más ambiciosa, coincidiendo con el auge del poder nobiliario en la villa.
En el siglo XVI se levantó un nuevo templo de estilo renacentista, con una nave central abovedada de cañón, capillas laterales y columnas toscanas, utilizando piedra local. A finales de ese siglo, las Relaciones de Felipe II destacaban la calidad de una de sus capillas, considerada de las mejores del arzobispado de Toledo. En 1635, el conde de Altamira impulsó un ambicioso proyecto para convertir la iglesia en colegiata, con abad y canónigos, pero solo se llegó a construir parte del cuerpo principal. En la fachada oeste aún son visibles los enjarjes (salientes de piedra) destinados a un tercer tramo de nave nunca construido.
Durante la Guerra Civil, la iglesia fue gravemente dañada: se perdieron techumbres, bóvedas, coro, altar y mobiliario. En 1940, dentro del plan de Regiones Devastadas, el arquitecto Nazario Llano dirigió la reconstrucción, conservando la estructura original pero con materiales modernos como el hormigón armado. La torre se rehízo en la esquina suroeste y se diseñó una fachada de piedra más robusta. Sin embargo, el pórtico proyectado nunca se llegó a construir, quedando la fachada actual con aspecto incompleto.
Entre 1986 y 1991 se realizaron mejoras interiores, se añadió una capilla de invierno y se restauró la cubierta. En 1992 fue declarada elemento protegido con grado integral según las Normas Subsidiarias de Planeamiento.
La iglesia presenta una arquitectura sobria pero monumental, con un cuerpo principal de una sola nave, capillas laterales, crucero marcado y un presbiterio de forma pentagonal. La nave está cubierta por una bóveda de cañón con arcos fajones, mientras que las capillas laterales se cubren con bóvedas de lunetos sencillos. En el crucero, los nervios diagonales configuran una estructura destacada, y el presbiterio, más elevado, se remata con una bóveda nervada que arranca desde arcos rebajados. Los pilares son mayoritariamente cruciformes, salvo los que sostienen el crucero, que adoptan forma cilíndrica.
El conjunto se levanta en piedra local: mampostería irregular sin revestir en los muros, y sillería trabajada en los elementos estructurales como los pilares, jambas y arcos. La fachada principal, resultado de la reconstrucción tras la Guerra Civil, incorpora un arco de medio punto y un vano superior de aspecto neogótico, aunque conserva un aire inacabado debido a los restos visibles de los enjarjes del antiguo proyecto no concluido.
La torre, reconstruida parcialmente y adosada ahora a la esquina suroeste del templo, muestra una base de sillería y un cuerpo superior modificado con vanos de medio punto, barandilla de ladrillo y una cubierta cerámica.
En el interior destaca la línea de imposta con pequeñas ménsulas que recorre el arranque de las bóvedas, y una decoración muy contenida, reservada principalmente al crucero y al ábside del presbiterio, donde sencillos relieves florales embellecen los espacios entre nervios. Completan el conjunto el coro, apoyado en grandes ménsulas decoradas, y varios retablos añadidos tras la posguerra, junto a la pila bautismal renacentista del siglo XVI, uno de los pocos elementos originales que aún se conservan.
Desde la Plaza de la Iglesia giramos a la derecha por la Calle de la Iglesia o M-302 hasta llegar a la Calle del Cristo de la Sala, donde volvemos a girar a la derecha para detenernos en el número 25, lugar en el que se encuentra la Ermita del Santo Cristo de la Sala, datada en el siglo XVII y, sin duda, una de las más peculiares que he visitado.
Se trata de un pequeño templo integrado como un edificio más en la misma calle, por lo que hay que ir atentos a la numeración. Solo se distingue de las casas colindantes por una ventana en forma de cruz situada en lo alto de su fachada. Su interior, sobrio, es de una sola nave con bancos de madera, y al fondo encontramos un retablo con la imagen de Cristo y, a su derecha, la puerta de la sacristía.
Existe una leyenda sobre este lugar que cuenta cómo un vagabundo se refugió para dormir en la yesería que ocupaba lo que hoy es el oratorio. Antes de acostarse, pintó en una pared la imagen de un Cristo para rezarle. Al día siguiente, los trabajadores borraron la pintura, pero esta volvió a aparecer. Intentaron borrarla de nuevo, sin éxito. Ante este hecho prodigioso, los vecinos decidieron construir en ese lugar la ermita que hoy conocemos.
Por suerte —y sin que sirva de precedente— esta ermita suele permanecer abierta todos los días del año, gracias a varios vecinos de la misma calle que se encargan de su limpieza y custodia. En mi caso, me atendió muy amablemente la vecina de enfrente, a la cual aprovecho para dar las gracias desde aquí. En esta ermita se celebra una misa cada año, el tercer domingo de septiembre.
Desde el anterior punto, retrocedemos a la Calle de la Iglesia donde giraremos a la izquierda hasta encontrarnos a nuestra derecha con la Calle del Carmen que nos conducirá hasta la Plaza Mayor. Desde aquí caminaremos por laCalle Real hasta encontrarnos con una Fuente con pilón.
Esta fuente con pilón de planta rectangular responde a una tipología tradicional asociada al abastecimiento de agua en espacios públicos. Su estructura está formada por un depósito de piedra alargado, delimitado por bloques de sillería bien labrada y rematado en sus extremos por dos pilastras verticales de mayor altura.
Cada una de estas pilastras actúa como surtidor independiente, albergando un caño metálico desde el que fluye el agua hacia el interior del pilón. En ambas se ha dispuesto un saliente rectangular de piedra a media altura, que permitía apoyar cántaros, cubos u otros recipientes, facilitando su llenado. En la pilastra sur figura la inscripción 1917, correspondiente a la fecha de construcción original, mientras que en la norte aparece grabado el año 2017, alusivo a su rehabilitación reciente.
La fuente, sin elementos ornamentales ni cuerpos centrales, destaca por su sencillez funcional y su integración en el entorno urbano. A pesar de su apariencia modesta, constituye un valioso testimonio del patrimonio hidráulico local y de los modos de vida tradicionales, cuando estos espacios eran esenciales en la rutina diaria del vecindario.
Continuamos en sentido ascendente por la Calle Real hasta su número 66, donde, en una pequeña plazuela, se encuentra otra Antigua Fuente. Esta fuente pública de planta rectangular fue construida en el año 1917, según consta en la placa metálica incrustada en la pilastra central, que recoge la inscripción:
“Se construyó esta fuente siendo alcalde de esta Villa D. Valentín de la Torre”.
El conjunto está realizado en sillería de piedra, con un pilón perimetral de proporciones contenidas y remate superior plano. La pilastra vertical, semiadosada en uno de los extremos del pilón, alberga el caño de agua y presenta una forma prismática sobria, sin remates decorativos. Su función es claramente utilitaria, pensada para el abastecimiento doméstico, con una piedra adosada a la pilastra que facilitaba apoyar los cántaros durante el llenado, y probablemente también con un uso ganadero.
El reborde superior del pilón presenta cierto desgaste por el uso y el paso del tiempo, y es posible observar reparaciones en las juntas y paramentos. El suelo que rodea la fuente es de adoquín y piedra irregular, ligeramente en pendiente hacia una rejilla de desagüe, lo que confirma su uso prolongado y su integración en el espacio urbano.
Esta fuente, como otras coetáneas en el municipio, forma parte de las obras públicas realizadas en 1917, año en el que se llevaron a cabo diversas infraestructuras bajo el mandato del alcalde D. Valentín de la Torre Pascual, como también ocurrió con la fuente-pilón con doble pilastra mencionada previamente. Su conservación refuerza el valor patrimonial de estos elementos sencillos pero profundamente enraizados en la historia local.
Desde el punto anterior continuamos unos metros por la Calle Real hasta llegar a la Calle José María Rodelgo, por donde seguiremos durante aproximadamente quinientos cincuenta metros hasta alcanzar la Ermita de San Isidro, situada junto a la piscina municipal, en el paraje conocido como El Bosque.
Este sencillo templo campestre es el punto final de la romería que se celebra cada 15 de mayo en honor al santo labrador, organizada por la Hermandad de San Isidro y San Antón con la colaboración del Ayuntamiento. Aunque no se dispone de una fecha exacta de construcción, su aspecto y uso apuntan a una edificación de mediados del siglo XX, en el contexto de revitalización de las tradiciones rurales del municipio.
La ermita está construida en mampostería de piedra y presenta una estructura rectangular muy simple, coronada por una espadaña de un solo hueco. La entrada, protegida por un pequeño pórtico añadido, se abre a través de una amplia escalinata de varios tramos, flanqueada por barandillas de madera que facilitan el acceso desde el camino. Su entorno natural, entre pinos y vegetación autóctona, contribuye a realzar su carácter simbólico y recogido.
Aunque sin ornamentos destacables, su valor reside en el fuerte vínculo que mantiene con la comunidad y con las raíces agrícolas de Morata de Tajuña. La conservación de esta ermita, por su integración en el paisaje y por el papel que desempeña en las celebraciones populares, refuerza el patrimonio cultural e inmaterial del municipio.
Volvemos desde la Ermita de San Isidro para recoger el coche y dirigirnos a visitar el Monumento a la Solidaridad o a las Brigadas Internacionales, erigido en memoria de su intervención en la Batalla del Jarama en febrero de 1937. Se encuentra situado a unos cuatro kilómetros del centro de Morata de Tajuña, junto a la carretera M-302 en dirección a San Martín de la Vega.
El monumento está ubicado en el conocido como Cerro de la Iglesia y fue creado por el escultor Martín Chirino. Fue inaugurado el 7 de octubre de 2006, coincidiendo con el 70 aniversario de la creación de las Brigadas Internacionales. La escultura consiste en dos grandes manos de acero corten que se unen en un simbólico abrazo.
La inscripción en la placa conmemorativa reza:
EL PUEBLO DE MORATA EN HOMENAJE A LAS BRIGADAS / INTERNACIONALES Y A TODOS AQUELLOS QUE SOLIDARIAMENTE / LUCHARON POR LA LIBERTAD EN LA BATALLA DEL JARAMA 1936–1939 / ESTE MONUMENTO SE INAUGURÓ EL DÍA 7 DE OCTUBRE DE 2006, SIENDO / ALCALDESA PRESIDENTA DEL AYUNTAMIENTO DE MORATA DE TAJUÑA / DÑA. CONCEPCIÓN LORIENTE GARCÍA / MORATA DE TAJUÑA, 7-10-2006
Existe un pequeño aparcamiento en las coordenadas 40°13'29"N, 3°28'34"W (40.224722, -3.476111), y otro unos metros más arriba, siguiendo una pista de tierra. Este último debe tomarse con precaución si ha llovido recientemente, ya que el terreno puede estar embarrado.
Me despido de Morata de Tajuña con este último rincón, a sabiendas de que algunos lugares han quedado sin visitar. Entre ellos, los situados en la Ruta Verde del Jarama, alejados del núcleo urbano, como los antiguos hornos de cal o la antigua estación de Cornicabra, a los que solo se puede acceder caminando, algo poco recomendable en esta época del año al tratarse del verano. También quedaron pendientes los museos de la Batalla del Jarama, que solo admiten visitas los fines de semana —y, según tengo entendido, entre semana solo para grupos con reserva previa—, y el de la Molinería, del cual ya he dejado constancia en uno de los apartados anteriores, pues solo pude contemplarlo desde el exterior al encontrarse cerrado.
La Pasión Viviente. Semana Santa. actos desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Pascua. Pero es la representación de la Pasión Viviente de Jesús, que se realiza desde el Jueves Santo de 1987.
LOS MAYOS. 30 de Abril. Colocación del Mayo (árbol), cortado por los jóvenes de la localidad, en los aledaños de la ermita de la Virgen de la Antigua. Paseo desde la Plaza Mayor a la Ermita acompañados por la Rondalla Morateña. Una vez allí, frente a la Virgen, se bailan y cantan las jotas, los mayos y las seguidillas, para una vez terminado el canto y el baile, ofrecerse una limonada a todos los asistentes.
SAN ISIDRO. 15 de mayo. Romería con la imagen del santo desde la Iglesia Parroquial hasta la Ermita del Santo. Misa, actos deportivos y subasta de productos agrícolas.
Natividad de María. 8 de septiembre. Fiestas Patronales. Las celebraciones comienzan el último domingo de agosto, con actos religiosos, deportivos, concursos, bailes y eventos taurinos.
Fuentes: Folletos Comunidad de Madrid, WEB Ayuntamiento, COAM, ChatGPT, Madridpress.com y Paneles explicativos
![]() Ayuntamiento
Plaza Mayor, 1 28530 - Morata de Tajuña Tfno: 91 873 03 80
Distancia a Madrid: 42,8 KM Municipios colindantes
Chinchón EN COCHE1.-Por la A3 (E-901) Madrid-Valencia hasta salida 28 para desde aquí seguir por la M-313 hasta Morata de Tajuña. 43 Kilómetros. 2.- Como complemento y si se está dispuesto a pagar peaje, se pude tomar la R3 que desemboca en la A3 para continuar por esta hasta la salida a Perales de Tajuña, atravesar esta localidad hasta el desvío de la M-302 que llevara hasta Morata de Tajuña. 51 kilómetros.
![]() AUTOBUSES336 Madrid (Metro Pavones)337 Madrid (Metro Pavones) 330 Rivas-Arganda(Hospital) |