Su nombre al parecer proviene de una laguna de agua que se hace y hay en el Prado de la Laguna, a cuyas orillas se fue estableciendo el núcelo urbano
Gentilicio: Valdelagunenses/as - Abubillos/as
El territorio de Valdelaguna, situado en el sureste de la Comunidad de Madrid, se encuentra en una región marcada por la presencia de antiguas rutas de comunicación. Aunque no se han encontrado restos arqueológicos en su término municipal, las cercanías del río Tajuña, apenas a unos 8 kilómetros al norte, constituyen un importante corredor natural que conectaba la Celtiberia con el valle del Tajo medio desde tiempos remotos. Esta área, estratégica por su ubicación entre dos grandes ciudades antiguas, Complutum (hoy Alcalá de Henares) y Toletum (actual Toledo), habría favorecido el surgimiento de pequeñas aldeas y asentamientos agrícolas, aunque Valdelaguna como tal parece haberse formado más tarde debido a su terreno accidentado y alejado de estas rutas principales.
Con la llegada de los romanos, esta región adquirió gran importancia como vía de conexión entre las principales ciudades del interior peninsular. Sin embargo, no se han documentado vestigios de ocupación romana en Valdelaguna, lo que sugiere que el área se mantuvo como un territorio periférico, más vinculado a las actividades agrícolas que a los grandes centros urbanos.
Durante el Siglo X, con la consolidación del dominio musulmán en la península ibérica, Valdelaguna quedó integrada en la Marca Media, una franja fronteriza fortificada que protegía los territorios andalusíes frente a los reinos cristianos del norte. Esta estructura defensiva incluía una serie de fortalezas y pequeñas aldeas que se organizaban en torno a rutas comerciales y agrícolas. Aunque no se tiene constancia directa de un asentamiento en Valdelaguna en esta época, es probable que la zona estuviera habitada por pequeños grupos dedicados a la agricultura y el pastoreo, beneficiándose de la cercanía del valle del Tajuña como corredor natural.
La reconquista cristiana llegó a la región en el Siglo XI, cuando las tropas de Alfonso VI de León y Castilla avanzaron hacia el sur, consolidando su control sobre el territorio en 1085. Aunque no se tienen registros precisos sobre los primeros años de Valdelaguna bajo dominio cristiano, se sabe que el valle del Tajuña fue objeto de una intensa repoblación en las décadas siguientes, principalmente por colonos procedentes de Segovia.
Durante el Siglo XII, En 1190, un privilegio real concedió a los segovianos el derecho a poblar la comarca, formando lo que más tarde sería el sexmo de Valdemoro, al que pertenecía Valdelaguna junto con otras localidades como Chinchón, San Martín de la Vega y Villaconejos.
A lo largo del Siglo XIII, Valdelaguna se consolidó como parte del territorio controlado por los señores de Segovia, integrándose en el sistema administrativo y defensivo de la región.
Durante el Siglo XIV, Valdelaguna mantuvo su carácter agrícola, aunque comenzó a experimentar una lenta expansión demográfica gracias al desarrollo de la agricultura y el comercio.
A finales del Siglo XV, Valdelaguna pasó a formar parte del señorío de Chinchón, tras ser cedida junto con otras aldeas a Andrés Cabrera y Beatriz de Bobadilla, Marqueses de Moya, por los Reyes Católicos en 1480. Esta concesión marcó el inicio de un largo periodo de dominio nobiliario que se extendería hasta bien entrado el siglo XIX.
Durante el Siglo XVI, Valdelaguna experimentó un crecimiento significativo en su población y economía. Las Relaciones topográficas de Felipe II mencionan que, aunque la villa sufrió importantes pérdidas demográficas debido a epidemias, logró recuperarse gracias a la llegada de nuevos colonos atraídos por la agricultura. El cultivo de cereales, vino y aceite se convirtió en la principal actividad económica, apoyada por la construcción de molinos a lo largo del río Tajuña.
El Siglo XVII fue una época de crisis para Valdelaguna, con una notable disminución de su población debido a guerras, epidemias y malas cosechas. En 1752, el Catastro del Marqués de la Ensenada documenta apenas 66 casas habitadas en la villa, que en ese momento formaba parte del señorío de los condes de Chinchón.
A finales del Siglo XVIII, la villa comenzó a recuperarse lentamente, beneficiándose del desarrollo del comercio y la artesanía, incluyendo la fabricación de lienzos de cáñamo y la expansión de los cultivos de viñedos y olivares.
En el Siglo XIX, con la reforma territorial de Javier de Burgos en 1833, Valdelaguna quedó integrada en la provincia de Madrid, consolidando su identidad como municipio. La economía local continuó dependiendo de la agricultura, aunque la desamortización de Mendizábal en 1836 impactó significativamente en las finanzas locales, al forzar la venta de propiedades comunales y eclesiásticas.
El Siglo XX trajo consigo nuevas infraestructuras, como el ferrocarril, que conectó Valdelaguna con otras localidades cercanas, aunque la línea fue finalmente desmantelada en la segunda mitad del siglo. Durante la Guerra Civil, Valdelaguna fue escenario de combates que dejaron su huella en la arquitectura local, incluyendo daños significativos a su iglesia parroquial.
En las décadas posteriores, ya en Siglo XXI, la población de Valdelaguna se redujo considerablemente debido a la emigración hacia las grandes ciudades. Sin embargo, en las últimas décadas, el turismo rural y la valorización del patrimonio histórico han contribuido a un lento pero constante resurgimiento económico y demográfico.
Comenzamos la visita a Valdelaguna dejando el coche en un pequeño aparcamiento con bastante sombra, situado a la izquierda según se entra al pueblo desde Perales de Tajuña, arriba del Parque Municipal a escasos 200 metros de la Plaza del Valle de la Laguna donde se encuentra el Edificio del Ayuntamiento, construido en el mismo lugar que el anterior. Esta plaza es una de la más antiguas de la localidad, y que según la tradición dio origen a nombre del pueblo, ya que en la misma existía una laguna, que se tuvo de desecar por ser insalubre y foco de infecciones continuas.
El ayuntamiento de tres cuerpos unidos, construido entre los años 1984-1986 levantado en mampostería con piedra de las canteras del mismo pueblo, con interior de ladrillo. Con su construcción se llevó a cabo la remodelación de la pequeña plaza cita anteriormente. Por desgracia en la misma gran cantidad de mesas y sillas de un establecimiento de hostelería, ensombrecen la posible belleza que pudiera tener.
Desde la Plaza del Valle de la Laguna caminamos por la salida norte de la misma hacía el Callejón de la Iglesia, hasta llegar frente a la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción.
El templo tiene orígenes en el siglo XV, conservándose de esta etapa algunos arcos apuntados de la nave meridional y un ábside circular de estilo mudéjar, aunque reformado en la posguerra. A finales del siglo XVI ya aparece mencionado en las Relaciones de Felipe II como la iglesia parroquial de la villa, entonces bajo la advocación de Santa María.
Se destacaba entonces la capilla mayor, lugar de enterramiento de familias notables (Benavente, Mexías y Juan de Baracaldo), y la capilla de Nuestra Señora la Blanca, con culto activo y presencia del Santísimo Sacramento.
En el siglo XVIII se acomete una gran reforma, con especial mención a la portada de 1766, situada en el lado de la epístola, con inscripción "Ave María. Año de 1766".
Durante la posguerra, en 1945, se llevaron a cabo importantes obras de restauración dentro del programa de Regiones Devastadas, dirigidas por el arquitecto Javier Barroso. Estas incluyeron la demolición de una escuela anexa para abrir el pórtico actual, la reconstrucción de cubiertas, sacristía, torre y escalera, la renovación del pavimento, el encalado general y la reposición de carpintería. En 1952, la restauración estaba finalizada a falta de subvención.
El templo presenta una estructura asimétrica, determinada por el difícil emplazamiento en ladera. La nave principal está cubierta por una bóveda de cañón con lunetos, y el presbiterio por una bóveda similar, rematada con un cuarto de esfera en el ábside. La iluminación interior solo llega a través de los lunetos del lado sur, ya que el lateral norte queda adosado al terreno.
La torre campanario, de planta rectangular y escasa altura con un vano de medio punto en cada uno de sus lados, se alza sobre la portada oeste del templo. El acceso principal se realiza mediante un pórtico con tres columnas de piedra bajo estructura de madera, añadido en el siglo XVIII.
El coro se sitúa a los pies de la nave, elevado sobre viguería de madera, y se accede a él por una escalera disimulada en el muro que también conecta con la torre.
El conjunto se presenta encalado al exterior, salvo sillares en esquina y contrafuertes de la sacristía. Al interior, destacando el arco fajón y una singular columna de la nave menor, ambos en piedra granítica vista.
Desde la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción nos dirigimos a la conocida Casa del Cura, también llamada Casa de Godoy, ascendiendo por las escalinatas de la Calle de los Postes hasta desembocar en su confluencia con la Solana Alta. En el número 1 de esta última calle se encuentra el elemento más destacado de este edificio, construido en el siglo XVII con mampostería vista y grandes piedras de Colmenar labradas en sillar, empleadas en esquinas, zócalos y recercados de huecos.
El elemento al que hacíamos referencia anteriormente es su gran portada neoclásica, con arco de medio punto formado por grandes sillares. En la clave se sitúa un escudo heráldico que podría pertenecer a la familia Quiñones de Benavente, y que remata un frontón coronado por bolas herrerianas en sus tres vértices. Se tiene constancia de que esta casa perteneció a Godoy y que posteriormente pasó a formar parte del patrimonio de sus hijas.
La vivienda es de una sola planta y ha experimentado diversas reformas según el criterio de cada párroco residente. Según recoge la web municipal (https://valdelaguna.org/casa-cura/), en la actualidad dispone de un vestíbulo, despacho, sala de estar, tres dormitorios, dos baños y cocina. Antiguamente, bajo esta vivienda se encontraban las bodegas, hoy divididas en dos amplias estancias, con una zona de baños en la parte central.
Desde este último punto, descendemos por la Calle de los Postes hasta llegar a la carretera M-316, cruzando la misma y bajando apenas 16 metros, nos encaminaremos por la Calle de los Huertos hasta su número 17-15, donde se encuentra la llamada Casa Grannde.
La conocida Casa Grande, también llamada Casa de Godoy, se sitúa en el extremo oeste de la manzana delimitada por las calles de los Huertos, de Ruices y del Calvario. Este conjunto urbano formaba parte del borde sur de la población en el plano de finales del siglo XIX, desarrollado en torno al antiguo camino a Colmenar de Oreja, actual calle de los Huertos.
Se trata de una construcción del siglo XVII, originalmente situada algo alejada del núcleo urbano de entonces. Su planta es cuadrangular, organizada en torno a un patio central rectangular, y su alzado varía notablemente según el desnivel del terreno: hacia la calle de los Huertos presenta hasta tres alturas (semisótano, planta baja y bajocubierta), mientras que en el interior del patio se reduce a dos plantas.
El edificio está levantado con muros de mampostería irregular, reforzados en esquinas y puntos estructurales por sillares de piedra labrada, especialmente visibles en zócalos y jambas. En el interior del patio destaca la estructura de madera vista, con pies derechos, zapatas, viguetas voladas y ménsulas, sobre las que se apoyan las cubiertas de teja árabe mediante tablazón.
En la fachada principal, situada en la calle de los Huertos, un gran portalón con cubierta a un agua da acceso al patio interior. La portada, fechada en 1739, está compuesta por jambas y dovelas de piedra de Colmenar, con un arco de descarga de mampostería sobre el dintel.
Esta fachada ha sufrido importantes transformaciones: huecos reducidos, otros cegados o abiertos posteriormente. El vano central, probablemente el más representativo y ornamentado antaño (quizás con escudo y frontón), ha perdido su decoración original.
La función original de la Casa Grande no está claramente documentada. Algunas teorías la vinculan con las caballerizas de la Casa del Cura, aunque su distancia lo hace poco probable. Otros testimonios orales la relacionan con un paso temporal de Godoy, o incluso con un antiguo convento o residencia de frailes.
En el Catastro del Marqués de la Ensenada (mediados del siglo XVIII), cuando Valdelaguna contaba con 66 casas, se cree que esta construcción podría corresponder a la “casa alta habitable”, por su volumen y altura, siendo seguramente el edificio más imponente de la localidad en aquella época.
En su momento albergó dos bodegas:
La primera, en el ala norte (semisótano), es un gran espacio rectangular abovedado con bóveda de cañón de piedra, actualmente se ubica el Museo del Vino. Se conservan en ella las grandes tinajas cerámicas y un sistema de canalillos laterales para la recogida del mosto.
La segunda, en el ala sur, se encontraba al nivel del patio interior, aunque hoy está arruinada; únicamente se mantienen algunas tinajas protegidas por las Normas Subsidiarias Municipales con carácter integral.
En la esquina de la Calle de los Huertos con la Calle del Calvario se encuentra el portalón que da acceso al patio interior, en torno al cual se distribuyen actualmente varias viviendas.
Continuamos subiendo por la Calle de los Huertos hasta cruzar de nuevo la carretera M-316 y proseguir hacia las afueras del pueblo. A escasos sesenta metros nos encontramos con la Fuente-Lavadero.
Situada en una pequeña plaza a las puertas del casco histórico, esta fuente constituye uno de los rincones más singulares del patrimonio cotidiano de Valdelaguna. Aunque se desconoce la fecha exacta de su origen o de su transformación en lavadero y abrevadero, su configuración actual revela un uso comunitario vinculado al abastecimiento de agua, el cuidado del ganado y las labores domésticas tradicionales.
El conjunto está formado por cinco pilas rectangulares alineadas, todas realizadas en piedra de Colmenar. La primera de ellas, más estrecha que las demás, alberga dos caños de agua. A su lado se encuentra un monumento de 1956 dedicado a la mujer trabajadora. Este homenaje, compuesto por una peana de ladrillo y piedra con el símbolo de la Falange semidisfrazado, sostiene dos esculturas femeninas junto a una inscripción tallada en piedra:
El segundo cuerpo de la fuente cumple la función de abrevadero, mientras que los tres últimos presentan los característicos bordes abiselados propios de los lavaderos tradicionales. Estos espacios no solo servían para lavar la ropa a mano, sino que también eran auténticos lugares de encuentro, donde las mujeres del pueblo, entre colada y colada, compartían confidencias, comentaban los últimos acontecimientos o incluso hablaban —con cierta picardía— de algún traje o lío local.
Hasta hace pocos años, todo el conjunto permanecía semioculto bajo un aparcamiento improvisado, sobresaliendo tan solo el monumento. Una intervención reciente ha permitido recuperar el espacio original, devolviendo su carácter de plaza pública, con pavimento empedrado, muros de contención de mampostería y una pequeña zona habilitada como espacio infantil.
Hoy en día, este rincón no solo rememora las formas de vida tradicionales, sino que también constituye un ejemplo valioso de recuperación del patrimonio urbano vinculado a la memoria colectiva de Valdelaguna.
Unos pocos metros más arriba de la fuente-lavadero, se encuentran las piedras de un Molino de Empiedro, también llamado Molino de Rulo o Molino de Sangre, testimonio silencioso del pasado agrícola e industrial de Valdelaguna. Dispuestas hoy de forma simbólica sobre una gran base circular, su presencia evoca el importante papel que tuvo la producción de aceite de oliva en la economía rural de la comarca.
Estas piedras, elaboradas en granito —material resistente y abundante en la zona centro peninsular— formaban parte de un molino de empiedro, utilizado exclusivamente para triturar aceitunas. En este tipo de molinos, las muelas giraban sobre un lecho fijo, bien movidas por tracción animal o mediante sistemas mecánicos rudimentarios, con el objetivo de obtener una pasta oleosa que más tarde sería prensada para extraer el aceite.
El desgaste visible en sus superficies revela años de uso intensivo. Su disposición actual, casi escultórica, no solo sirve como ornamento, sino que conserva la memoria material del trabajo rural ligado al olivo, una de las actividades más tradicionales del campo madrileño.
Este tipo de elementos —tan humildes como esenciales— formaban parte del paisaje productivo y de la identidad local. Su recuperación y exposición en el espacio público permite hoy recordar, con respeto, una época en la que el aceite se producía con esfuerzo físico y sabiduría heredada.
Entre arbustos en flor y al abrigo de un muro de piedra, a escasos metros calle arriba de las ruedas de molino, se alza una prensa de vino tradicional, uno de esos objetos que hoy descansan en silencio, pero que en otro tiempo bullían de actividad en plena época de vendimia. Esta pieza, restaurada y expuesta como símbolo del patrimonio agrícola de Valdelaguna, recuerda la intensa vinculación del municipio con la cultura del vino, profundamente arraigada en su historia local.
La estructura está formada por un bastidor metálico superior con engranajes y volante, y una cuba de madera reforzada por abrazaderas de hierro. En su interior se vertía el mosto o la uva ya estrujada, y mediante el giro manual del volante, un sistema de tornillo descendía con fuerza progresiva, presionando la masa hasta exprimirla y extraer el líquido. Este se recogía en un recipiente inferior para su posterior fermentación en tinajas o barricas.
Este tipo de prensas, conocidas como prensas de husillo, eran habituales en bodegas familiares y pequeños lagares. Su sencillez de uso, robustez y eficacia las convirtieron durante siglos en un elemento esencial en la elaboración artesanal del vino.
Además de su función productiva, la prensa representa una parte importante de la vida social y festiva ligada a la vendimia: el trabajo en común, el olor a mosto fresco, las meriendas bajo el sol y la satisfacción compartida al llenar las primeras garrafas del año.
Después de este recorrido urbano por Valdelaguna, encaminamos nuestros pasos hacia donde teníamos aparcado el coche. Sin embargo, antes de ponerme al volante, decidimos visitar el cercano Parque Municipal. Solo había que bajar una pendiente para adentrarse en el mismo.
El parque que ahora se ve, se encuentra en el espacio que antes ocupaban huertos y árboles, en el camino que unía el pueblo con la vega. Entre las diversas especies arbóreas existentes, discurren unos paseos empedrados que conducen a una fuente central ornamental.
La fuente, pintada en azul intenso y rodeada por un parterre circular con flores, ejerce como eje visual del conjunto. Su diseño moderno y sencillo se ve realzado por el entorno de sombra que ofrecen los árboles. Es un lugar ideal para sentarse, refrescarse o simplemente descansar un rato al abrigo de la vegetación.
En el mismo parque se encuentran mesas y bancos, una zona de juegos infantiles, pista de petanca y una segunda fuente empedrada de aspecto rústico, situada en una zona más retirada y sombreada. Esta segunda fuente, realizada en piedra irregular y cemento, presenta un caño central y un pilón asimétrico. Aunque no se indica si el agua es potable, el conjunto conserva ese aire funcional y tradicional de las fuentes rurales, perfectamente integrado en el entorno natural del parque.
Una vez de vuelta al coche, nos dirigimos con el mismo al Cementerio Municipal con objeto de visitar la Ermita de Santo Toribio, ubicada dentro del mismo. Nuestro gozo en un pozo, solo lo abren los sábados, domingos y festivos, aparte de llevar más de un año en reforma, habiendo tapiado la puerta y ventana que daban al exterior. En vista de lo cual y gracias a las indicaciones de un lugareño, nos dirigimos a la Fuente de Valviejo.
Oculta entre la vegetación del entorno agrícola y natural de Valdelaguna, la Fuente de Valviejo se presenta como un modesto pero valioso vestigio del patrimonio hidráulico local. Aunque forma parte de la llamada Ruta de las Fuentes, llegar hasta ella no resulta fácil: hay que recorrer cerca de tres kilómetros por la estrecha carretera M-315, sin arcén ni camino habilitado para el paso peatonal, lo que convierte el acceso en un pequeño reto en días calurosos o sin vehículo.
Arquitectónicamente, la fuente responde al esquema tradicional de muchas fuentes-abrevadero rurales: un pilón rectangular de obra revestida, adosado a un muro frontal que actúa como respaldo y soporte del caño. Este muro presenta una forma triangular simple, coronado de forma funcional para facilitar el flujo del agua sin desbordes. Junto al pilón principal se conserva una segunda pila más pequeña, posiblemente destinada al consumo humano o al lavado auxiliar.
La estructura está construida con materiales humildes —mortero, piedra y cemento— y muestra signos evidentes de desgaste, musgo y humedad, que dan fe de su prolongado uso a lo largo de las décadas. Su entorno inmediato, sin pavimentación y con vegetación espontánea, acentúa su autenticidad rural.
A escasos metros, en un gesto que quizás buscó revalorizar el lugar, se encuentra una pequeña área de descanso con mesas y bancos de madera. Sin embargo, el paso del tiempo y la falta de mantenimiento han dejado este espacio en un estado de semiabandono, lo que refuerza la sensación de olvido que pesa sobre esta parte del patrimonio.
Pese a ello, la Fuente de Valviejo sigue manando, silenciosa y constante, como símbolo de otro tiempo y de la sabiduría práctica de quienes habitaron estas tierras.
En relación con la Ruta de las Fuentes he de comentar que se tata de un recorrido circular de nueve kilómetros, en los que se pueden ver aparte de esta fuente, la Fuente de la Tejera y Fuente María. Aunque la ruta según he podido leer no presenta dificultad física, si que se recomienda hacer en primavera u otoño, toda vez que las sombras son escasas.
Las coordenadas para la Fuente de Valviejo son:
40°10'04"N 3°23'39"W
40.167778, -3.394167
San Antón. 21 de Enero. Bendición de los animales, reparto tortas y la tradicional rifa del cerdo.
El Hornazo. Domingo de Pascua de Semana Santa. Salida de los habitantes y visitantes al campo, para degustar El Hornazo, torta con huevos duros en su interior. Todos los grupos elaboran su propio hornazo.
Santo Toribio. Fin de semana mas cercano al 16 de Abril, día del santo. Eventos religiosos, verbenas, fuegos artificiales y representación de una obra de teatro por el grupo teatral del pueblo.
Nuestra Señora del Carmen. Días anteriores y posteriores a 16 de julio. Fiestas Patronales. Eventos religiosos, juegos infantiles, competiciones deportivas, fuegos artificiales, discoteca móvil.
Fuentes: Folletos Comunidad de Madrid, WEB Ayuntamiento, COAM, ChatGPT y Paneles explicativos
![]() Ayuntamiento
Plaza del Valle de la Laguna, 1 28391 Valdelaguna Tfno: 91 893 70 99
Distancia a Madrid: 53,2 KMS Municipios colindantes
Chinchón EN COCHEPor la A3 (E-901) hasta salida 41 para tomar la M-317 hasta Valdelaguna. 50,6 Kms.. Por la R-3 hasta su intercesión con la A3 y desde aquí seguir los pasos anteriores. 53,2 Kms.![]() AUTOBUSES337 Madrid (Metro Pavones )430 Aranjuez (Hospital) |