Se sabe por la historia, que en la actual ubicación donde se encuentra hoy el municipio de La Cabrera y en sus aledaños debido a lo escabroso del terreno, existieron diversos asentamientos de pastores de cabras.
Si se consulta el Real Diccionario de la Academia Española, el término "Cabrera" no se refiere a pastor, sino a pastora de cabras por lo que se deduce que en aquella época la que cuidaba del rebaño era la mujer y no el varón.
Igualmente el nombre pudiera derivarse del término "Cabreriza" que es la choza en que se guarda el hato y en se recogen de noche los cabreros/as, situada en la inmediación donde se meten las cabras y que por corrupción de idioma se pasó a llamar "Cabrera".
Gentilicio: Cabrereños/as
Los vientos de la historia soplaban con violencia en las tierras de lo que, siglos después, sería conocido como La Cabrera. En el siglo X, la península ibérica estaba dividida entre los reinos cristianos del norte y los dominios musulmanes del sur, con la Marca Media como un territorio fronterizo en constante disputa. En este lugar, donde la naturaleza se alzaba indómita y solitaria, no hay evidencias de asentamientos humanos. La Cabrera era una tierra de nadie, un refugio natural donde solo los animales salvajes eran testigos de la incesante guerra entre moros y cristianos.
El amanecer del siglo XI trajo consigo un cambio en el destino de La Cabrera. En el año 1085, Alfonso VI de León y Castilla tomó Toledo, abriendo las puertas a la repoblación cristiana de los territorios conquistados. Poco a poco, los guerreros y colonos castellanos se aventuraron más allá del Sistema Central, buscando nuevas tierras que domesticar.
Fue en esta época cuando las primeras comunidades comenzaron a asentarse en la región. Los vestigios de un poblado visigodo al oeste de la actual La Cabrera, con sus casas circulares y su aljibe, podrían haber sido ocupados nuevamente por estos nuevos pobladores. Sin embargo, la falta de seguridad y la amenaza de incursiones musulmanas hacían que estos asentamientos fueran efímeros. Muchos preferían establecerse cerca de los castillos levantados en Buitrago y Torrelaguna, donde la protección de la caballería real era más tangible.
La conquista cristiana consolidó su dominio en el siglo XII, y con ello llegó la organización feudal. Alfonso VII, en su afán por asegurar la presencia castellana en la región, estableció en 1134 la Comunidad de Villa y Tierra de Buitrago, otorgándole fueros que incentivaban su repoblación. La Cabrera, aún en sus albores, quedó bajo la jurisdicción de esta comunidad, integrándose en el Cuarto de Garganta. La ganadería se convirtió en la principal fuente de sustento, y los caminos de la trashumancia comenzaron a definir la geografía de la región. Los rebaños, guiados por sus pastores, cruzaban La Cabrera rumbo a las tierras bajas durante el invierno y regresaban en verano.
Fue en esta época cuando se establecieron los primeros vínculos entre la comunidad y la religión. En algún momento de finales del siglo XII o principios del XIII, un pequeño monasterio benedictino comenzó a erigirse en las faldas del Cancho Gordo. Con el tiempo, este monasterio se convertiría en el Convento de San Antonio y San Julián, un centro espiritual que jugaría un papel crucial en la historia del pueblo.
El siglo XIII fue testigo de una lenta pero constante expansión de la población en la región. La Cabrera, aún una aldea de pocas casas, se mantenía gracias a la ganadería y la agricultura de subsistencia. En el convento benedictino, los monjes trabajaban la tierra y ofrecían refugio a los viajeros que se aventuraban por la sierra.
Mientras tanto, la Mesta, la poderosa organización de ganaderos creada por Alfonso X en 1273, otorgaba privilegios a los pastores trashumantes, asegurando la supervivencia de estas pequeñas comunidades. El paisaje comenzó a transformarse con la construcción de chozas de piedra y corrales donde se guardaban los rebaños durante la noche.
El siglo XIV fue una época de dificultades. Las guerras entre Castilla y Aragón, así como las incursiones musulmanas en el sur, trajeron tiempos de incertidumbre. La peste negra, que asoló Europa a mediados del siglo, dejó su huella en la región, diezmando la ya escasa población. Sin embargo, en medio de la crisis, el monasterio de San Julián experimentó una transformación. En el año 1400, los franciscanos se instalaron en el antiguo cenobio benedictino, dotándolo de nueva vida. Con su llegada, el convento se convirtió en un importante centro de enseñanza teológica, atrayendo donaciones y privilegios de la nobleza y la realeza.
El siglo XV fue una época de consolidación para La Cabrera. El pueblo seguía siendo pequeño, pero su importancia dentro de la Tierra de Buitrago aumentaba gracias al prestigio del convento franciscano. Bajo la protección de la Casa de Mendoza, que ostentaba el título de Duque del Infantado, el monasterio floreció y con él, la comunidad a su alrededor.
La iglesia del convento fue ampliada y se añadieron nuevas edificaciones. Los monjes cultivaban la tierra, criaban animales y ofrecían educación y refugio a los pobres y enfermos. La vida en La Cabrera giraba en torno a la fe y la subsistencia.
El amanecer del siglo XVI trajo consigo tiempos de estabilidad para los habitantes de La Cabrera. Tras siglos de lucha y repoblación, el pequeño núcleo rural había logrado afianzarse en el escarpado paisaje de la sierra. Sus gentes vivían al ritmo de las estaciones, con inviernos duros y veranos de labor constante.
La comunidad seguía dependiendo del Señorío de Buitrago, bajo el dominio de la poderosa Casa de Mendoza. Estos duques gobernaban con mano firme, exigiendo tributos y asegurando la continuidad de los privilegios ganaderos que la Corona otorgaba a la Mesta. La trashumancia continuaba marcando la vida del pueblo, con rebaños que descendían hacia las tierras bajas en invierno y regresaban en verano, dejando en su camino los senderos que aún hoy perfilan la geografía del municipio.
La agricultura era escasa y de subsistencia, con cultivos de trigo, centeno y lino, pero las cosechas a menudo eran pobres debido a la dureza del terreno. La cría de ovejas y cabras se convirtió en la principal fuente de ingresos, complementada con la fabricación de lana y el trabajo en pequeñas huertas, mientras que el monasterio de San Antonio seguía siendo un centro de referencia para la región. Los franciscanos, que llevaban allí más de un siglo, continuaban su labor espiritual y educativa. Bajo su amparo, se enseñaba a leer y escribir a unos pocos privilegiados, y se ofrecía refugio a viajeros y mendigos. Sin embargo, la situación económica del convento no era boyante, y cada vez dependía más de donaciones y privilegios otorgados por la nobleza y la Iglesia.
El siglo XVII comenzó con una sombra oscura sobre La Cabrera. Las crisis económicas que golpeaban a Castilla también llegaron a este rincón de la Sierra Norte. Las guerras, las hambrunas y las epidemias hicieron estragos en la población, que comenzó a descender peligrosamente. La economía, basada en la ganadería y la agricultura de subsistencia, se resintió aún más. Los pastos comunales, que antes alimentaban a los rebaños de la Mesta, fueron cada vez más difíciles de mantener. La cabaña ganadera se redujo y las tierras de cultivo, ya de por sí pobres, quedaron sin manos que las trabajaran. La producción de lana, que antaño ofrecía algún respiro a los campesinos, perdió valor en los mercados debido a la competencia de otros territorios.
El monasterio de San Antonio, que en el siglo anterior había sido un refugio de saber y espiritualidad, también sufrió las consecuencias de la crisis. Las donaciones de nobles y terratenientes menguaron, y los monjes tuvieron que reducir su actividad. Algunos frailes abandonaron la comunidad en busca de mejores destinos, y el convento empezó a mostrar signos de decadencia. A pesar de ello, seguía siendo un punto de referencia para los habitantes de La Cabrera, ofreciendo asistencia y ayuda en tiempos de necesidad.
Con la llegada del siglo XVIII, La Cabrera experimentó una lenta pero constante recuperación. A nivel general, España entró en un periodo de estabilidad bajo los Borbones, lo que permitió un modesto crecimiento demográfico y económico en la región. El Catastro del Marqués de la Ensenada de 1751 ofrece una visión más clara de la situación del pueblo. Se registraron 50 vecinos y 24 religiosos en el convento, reflejando una ligera mejoría en comparación con el siglo anterior. La economía seguía siendo precaria, pero al menos ya no se encontraba en caída libre.
En 1768, La Cabrera obtuvo el título de villazgo, separándose oficialmente de la jurisdicción de Buitrago. Aunque la comunidad seguía dependiendo en muchos aspectos de los duques del Infantado, este cambio administrativo otorgó cierta independencia en la gestión de los recursos locales y el cobro de tributos, pero a pesar de estos avances, la pobreza seguía siendo una constante. El monasterio de San Antonio, aunque todavía en funcionamiento, mostraba claros signos de decadencia. Los monjes franciscanos, antaño guardianes del conocimiento y la espiritualidad, apenas podían mantener las estructuras del convento en pie.
El siglo XIX trajo consigo grandes cambios. En 1808, durante la Guerra de Independencia, las tropas napoleónicas saquearon y quemaron La Cabrera, obligando a sus habitantes a huir. La reconstrucción fue lenta, pero para mediados de siglo, el pueblo había recuperado su población. En 1833, con la reforma administrativa de Javier de Burgos, La Cabrera pasó a formar parte de la provincia de Madrid, dejando atrás su vínculo con Guadalajara.
A lo largo del siglo XX, La Cabrera experimentó un lento crecimiento, impulsado por la mejora de las infraestructuras y su proximidad a Madrid. La explotación de las canteras revivió, y la construcción de segundas residencias cambió el paisaje del pueblo.
En nuestros días, ya en el siglo XXI, La Cabrera se nos presenta con un crecimiento económico y demográfico bastante significativo ya que por la cercanía con Madrid y la buena comunicación con la capital, se han ido levantando una gran cantidad de chalets, unos como vivienda habitual y otros como segunda vivienda.
Iglesia Parroquial de la Inmaculada ConcepciónConstruida entre los siglos XVI al XX. Del primero es la nave principal hasta el arco de piedra, el presbiterio data del siglo XVIII y la sacristía del siglo XX.
Se trata de una construcción con sillares de granito, de planta rectangular con dos capillas laterales. La torre esta compuesta de dos cuerpos, presentando el superior cuatro vanos con arcos de medio punto donde se alojan las campanas y un reloj.
.El acceso se por un pórtico de cuatro arcos de medio punto construido recientemente que da paso a otro arco igualmente de medio punto con grandes dovelas.
En la Plaza de la Concordia la misma donde se ubica la iglesia, se encuentra el conjunto escultórico realizado por la escultora madrileña Pilar Cuenca en 2008 llamado Monumento a las tres culturas o a las Tres religiones monoteístas, Cristianismo, Islam y Judaísmo, siendo los tres personajes los siguientes:
El cristianismo está representado por el Beato Raimundo Lulio de origen mallorquín que fue poeta, místico, filosofo y teólogo.
El islam se encuentra representado por Ibn Quzmán nacido en Córdoba siendo uno de los más reconocidos poetas andalusíes.
El judaísmo es Yehuda ha-Levi originario de Tudela que fue médico, filósofo y escritor.
En la Plaza de la Concepción frente al Ayuntamiento se encuentra otra obra de la misma escultora. En esta ocasión de trata de la escultura de San Francisco de Asís.
El Potro de herrar era la construcción donde antiguamente se herraba al ganado, siendo muy comunes sobre todo en la zona de la SIERRA NORTE de la Comunidad de Madrid.
Constaban de dos hileras paralelas de tres postes cada una que comúnmente eran de granito aunque los más antiguos podrían ser de madera. Los dos pares más altos estaban unidos por palos de madera o varas metálicas, y estos a su vez con el par más bajo se encontraban unidos de la misma manera. Entre los postes del segundo par más alto se encontraba el yugo, lugar donde se fijaba la cabeza del animal para inmovilizarlo además de pasarle dos cinchas de cuero por la panza atadas a las varas metálicas o palos de madera.
Una vez efectuada la faena del inmovilizado era cuando entraba el herrero primero para quitar las viejas herraduras, luego limpiar las pezuñas para terminar poniendo herraduras nuevas.
Convento de San Antonio. De la época de su construcción existen diversas teorías. Según algunos historiadores lo sitúan hacia el año 1088 por los benedictinos bajo la advocación de San Julián. Otros sin embargo por los restos encontrados en el interior de la iglesia la sitúan en época prerrománico o visigótico.
En el año 1415 cuando los franciscanos relevan a los benedictinos fue cuando el convento realmente tomó auge. Entre los siglos XV y XVIII se crearon en el una Escuela de estudios Teológicos, gramática y una casa de recolección. Como consecuencia de lo mismo el propio Cardenal Cisneros trajo a este lugar a enterrar a su padre. Igualmente el XV Duque del Infantado D. Íñigo López de Mendoza pasó en este lugar grandes temporadas.
De la época primitiva se conserva la pequeña iglesia que se dice que es la más antigua de la Comunidad de Madrid. Su interior consta de de tres naves, crucero y cinco ábsides semicirculares, estando separadas las naves por cuatro columnas y pilares cruciformes sobre los que se apoyan el crucero y los arcos triunfales de las cinco capillas con bóvedas de cañón.
El convento así como la finca donde se encuentra pertenecieron al eminente doctor D. Carlos Jiménez Diaz que sufragó particularmente muchas de la rehabilitaciones que fueron necesarias para su conservación. El mismo bajo el testamento lo donó a la orden franciscana.
En los cuidados jardines que rodean a la iglesia cabe destacar un pilón del siglo XVI, el paño de cinco arcos renacentistas y un colosal nogal de más de doscientos años.
Desde el año 2004, pertenece a los Misioneros Identes. La entrada es gratuita aunque siempre está en cada uno en hacer un pequeño donativo en el cepillo que se encuentra a la entrada. Es necesario hacer reserva al Teléfono: 91 868 85 61 o por correo electrónico a conventolacabrera@gmail.com.
SAN ANTONIO 13 de junio. Juegos infantiles, actuaciones musicales, actividades deportivas, fuegos artificiales y romería.
SAN LUCAS 18 de octubre. Fiestas en honor al patrón del pueblo, siendo recibido entre fuego y llamas (la iluminaria), la caridad con reparto del pan y el vino, la torta y las sardinas.
Fuentes: Folletos Comunidad de Madrid, WEB Ayuntamiento, COAM, ChatGPT y Paneles explicativos
Distancia a Madrid: 63.1 KM Municipios colindantes
Redueña EN COCHEExisten dos opciones; Por la N-1 (E5) hasta la salida 57 La Cabrera - Valdemanco o bien continuar hasta la salida 60 La Cabrera - El Berrueco. ![]() AUTOBUSES191 Madrid (Pza. Castilla)193 Madrid (Pza. Castilla) 194 Madrid (Pza. Castilla) 195 Madrid (Pza. Castilla) 196 Madrid (Pza. Castilla) 725 Madrid (Pza. Castilla) 197B Desde Torrelaguna 197C Desde Torrelaguna |