El prefijo castellano "SOMO" como la voz "SERRA" provienen del latín, siendo sus significados los de "SUPERIOR" en el primer caso y "SIERRA DE SERRAR" en el segundo.
En el caso de sierra también se acepta geomorfológicamente hablando, como una alineación montañosa de forma más alargada que ancha y cuyas dimensiones son inferiores a una cordillera.
En este caso concreto la unión de las dos voces da lugar a una: "SOMOSIERRA", lugar en la parte superior de la sierra.
Gentilicio: Somoserranos/as - Somosierrinos/as

Aunque no se han realizado excavaciones arqueológicas extensas en el término de Somosierra, el hallazgo de materiales de la Edad del Bronce indica la presencia de asentamientos humanos desde tiempos prehistóricos. Su ubicación estratégica como paso natural entre ambas Castillas sugiere que pudo haber sido utilizado por diferentes culturas a lo largo de la historia.
Durante la época islámica, la zona era conocida como Fayy Tariq y estaba controlada por los musulmanes. No obstante, en el año 1083, durante la expansión cristiana, Alfonso VI tomó la villa de Buitrago y, con ella, el puerto de Somosierra. Esto marcó el inicio de su repoblación por los reinos cristianos.
En el siglo XI, tras la conquista de la zona por Alfonso VI, Somosierra quedó en una franja fronteriza disputada entre cristianos y musulmanes. La escasa población y la dureza del clima hicieron que no fuera un lugar densamente habitado, aunque su importancia estratégica era evidente como paso entre el norte y el centro de la península.
Durante el siglo XII, bajo el reinado de Alfonso VII, se consolidó la repoblación cristiana en el área de Somosierra. Como en otras partes de la sierra, esta repoblación fue promovida por la villa de Sepúlveda, que tenía jurisdicción sobre la zona y favoreció la llegada de colonos para asegurar el control del paso.
En el siglo XIII, se fundaron Somosierra y Robregordo, repoblando estos,lugares que qui´zas estuvieron habitados por los árabes.
En el siglo XIV, el Concejo de Sepúlveda en el año 1305 otorgó una Carta de Privilegio a los habitantes de Somosierra, Robregordo y El Colladillo. Este documento eximía a los pobladores de ciertos impuestos (pechos y alcabalas) para fomentar el poblamiento y la defensa del paso de San Andrés (nombre que tenía entonces el puerto de Somosierra). Esta carta fue confirmada por distintos monarcas a lo largo de los siglos hasta Fernando VII en 1814.
En el año 1375, la reina Doña Juana permutó las aldeas de Somosierra y Robregordo con Pedro González de Mendoza, a cambio de la villa de Aldeanueva de Serrezuela. De este modo, ambas localidades pasaron a depender del Señorío de Buitrago, que más tarde se convertiría en el Ducado del Infantado. El Colladillo, que inicialmente formaba parte de este conjunto de aldeas, comenzó a despoblarse en este siglo y fue utilizado como punto de encuentro entre los concejos de Somosierra y Robregordo hasta finales del siglo XVII.
En el siglo XV, aunque Somosierra y Robregordo pasaron a depender del Duque del Infantado, mantuvieron ciertos lazos con Sepúlveda, especialmente en lo referente a la comunidad de pastos y algunos tributos compartidos. La economía local dependía en gran medida del derecho de portazgo, un impuesto que se cobraba a los viajeros y comerciantes que atravesaban el puerto. El modelo de asentamiento siguió un patrón lineal, alineándose a lo largo del Camino Real, que conectaba Madrid con el norte de la península.
Durante los siglos XVI y XVII, Somosierra y Robregordo continuaron funcionando como un único concejo con administración compartida. La elección de alcaldes y oficiales se realizaba en el despoblado de El Colladillo, y posteriormente el Duque del Infantado elegía a los candidatos. La localidad vivía principalmente del tráfico comercial y de los ingresos generados por el tránsito de personas y mercancías a través del puerto. En este siglo, se documenta la existencia de la ermita de Nuestra Señora de la Soledad, que fue visitada por el obispo de Toledo.
En el año 1697, debido a conflictos entre las dos villas, Somosierra y Robregordo decidieron separar sus términos. No obstante, continuaron compartiendo ciertos recursos y mantenían privilegios conjuntos, como el uso de pastos comunales. Se menciona la existencia de una cárcel, que alternaba su ubicación entre ambos pueblos cada año. A pesar de su pequeño tamaño, Somosierra tenía un cirujano, un herrero, dos sastres, tres tejedores y un albéitar (veterinario), lo que reflejaba una economía relativamente diversificada.
Durante el siglo XVIII, Felipe V en el año 1732 otorgó una Real Provisión en la que se ratificaba la importancia de Somosierra dentro del partido judicial de Guadalajara. Se estableció que la villa tenía la responsabilidad de mantener los caminos despejados de nieve y cobrar impuestos por el paso de carruajes y caballerías. El 8 de enero de 1737, un incendio destruyó 25 casas, incluido el pósito municipal. Como respuesta, los arbitrios (impuestos) sobre el tránsito fueron aumentados temporalmente para financiar la reconstrucción.
En 1751, el Catastro de Ensenada registró 95 vecinos (aproximadamente 380 habitantes) en Somosierra. Se mencionaban 100 casas, aunque 15 eran inhabitables y 13 estaban aún en ruinas por el incendio de 1737. Se documentan varios establecimientos: seis mesones, una carnicería, una taberna y una tienda de aceite y vinagre. Además, se mencionan terrenos de cultivo, huertas y dehesas utilizadas para el ganado.
El siglo XIX, comenzó con un evento clave en la historia de Somosierra: la Batalla de Somosierra (30 de noviembre de 1808), en el contexto de la Guerra de la Independencia. En esta batalla, la caballería polaca al servicio de Napoleón cargó contra las tropas españolas del general Benito San Juan, permitiendo la victoria francesa y la entrada de Napoleón en Madrid. La batalla dejó importantes daños en el caserío y la iglesia parroquial.
En 1833 con la reforma provincial de Javier de Burgos, Somosierra dejó de pertenecer a la provincia de Guadalajara y pasó a formar parte de la provincia de Madrid, dentro del partido judicial de Torrelaguna.
A principios del siglo XX, la población de Somosierra se redujo a 170 habitantes. En 1926, se proyectó la línea ferroviaria Madrid-Burgos, que atravesaba la localidad. Las obras avanzaron lentamente y no se completaron hasta 1968; en la actualidad la línea se encuentra cancelada. Durante la Guerra Civil Española (1936-1939), la iglesia parroquial volvió a ser destruida y tuvo que ser restaurada por el arquitecto Rodolfo García de Pablos en 1943. La reconstrucción incluyó la adición de un chapitel de pizarra a la torre.
En las décadas de 1950 y 1960, se construyeron nuevos edificios, como el Hotel Mora, una gasolinera y un garaje. También se edificó un almacén de sal y máquinas quitanieves del Ministerio de Obras Públicas. En 1977, se aprobaron Normas Subsidiarias de Planeamiento, estableciendo diferentes zonas para el crecimiento del municipio. En 1980, un informe de la Cámara de Comercio confirmó el declive demográfico y económico de la comarca. En 1992, se inauguró el tramo de la autovía Madrid-Burgos, mejorando las comunicaciones pero sin frenar la despoblación.
Actualmente, en el siglo XXI, Somosierra sigue siendo un pueblo de paso, con escasa población permanente pero con cierta actividad turística. Su historia sigue marcada por su función estratégica como cruce entre Castilla y Madrid.

Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de las Nieves, construida a principios del siglo XVIII, fue destruida en la batalla contra el ejército francés en 1808 y después de reconstruida se encontró de nuevo arruinada en el transcurso de la Guerra Civil.
Su construcción definitiva se llevó a cabo en 1943 bajo el proyecto de Rodolfo García de Pablos, dependiente de la Dirección de Regiones Devastadas. De la antigua construcción solo se conserva la torre, los muros perimetrales y aunque en principio se preveía mantener las tejas árabes, se sustituyeron por pizarra y a la torre se le añadió un capitel típico de aquella época.
El templo se encuentra construido con mampostería de piedra granítica, unida con mortero de cal, siguiendo las técnicas tradicionales de la Sierra Norte madrileña. En las esquinas, portadas y vanos se emplearon sillares de granito bien labrados, que aportan solidez y un acabado más cuidado.
Ermita de Nuestra Señora de la Soledad. Enclavada en lo más alto del puerto y a orillas de la N-1 se encuentra esta humilde Ermita, en cuyo interior se encuentra la imagen de una virgen polaca y en su exterior una placa conmemorativa de la batalla del 30-XI-1808 contra las tropas polacas al servicio de Napoleón.
Se trata de una construcción de planta rectangular cubierta con teja cerámica curva que puede ser datada a principios del siglo XVII concretamente en 1654 cuando documentalmente aparece como su santera o ermitaña que se llamaba Catalina García. El acceso a su interior se hace a través de un arco de medio punto realizado con dovelas de piedra sobre jambas del mismo material. Sobre este arco se encuentra una pequeña espadaña con un único vano para una campana.
El interior de una sola nave encontrándose la mima y el presbiterio separados por una verja de poca altura, cubierto todo por artesonado de madera. Detrás del altar se encuentra una imagen de la Virgen de la Soledad traída hasta aquí por soldados polacos. En el lateral de derecho se encuentran dos pequeñas vidrieras una de las cuales según la placa descriptiva colocada, se trata de una donación del Ministerio de Cultura y Patrimonio Nacional de la República de Polonia y la Embajada de Polonia en Madrid.
Por suerte es de las pocas construcciones eclesiásticas que siempre que he ido me la he encontrado abierta.
Antigua Fragua. Partiendo desde esta ermita por la calle que hay frente a la misma llamada Cañada Real, nos encontramos con la antigua fragua, donde se fabricaban las herraduras para las caballerías así como los callos para las vacas, afilaban las rejas del arado, los picos y demás herramientas de hierro.
En su interior se podía ver la lumbre con grandes fuelles para atizarla, la bigornia (yunque con dos puntas opuestas) sobre una gran madera, la pila para enfriar y templar el hierro, la piedra de afilar y algún otro utensilio válido para manejar el hierro como martillo, tenazas etc. Para la lumbre se usaba básicamente carbón de brezo que fabricaba el propio herrero que cobraba sus trabajos a los vecinos mediante una iguala que generalmente era en especies.
Adyacente a la fragua se encuentra el potro de herrar, que era la construcción empleada antiguamente para herrar al ganado, muy común especialmente en los pueblos de la sierra de la Comunidad de Madrid. Constaba de dos hileras paralelas de tres postes cada una, normalmente de granito, aunque los ejemplares más antiguos podían ser de madera.
Los dos pares de postes más altos estaban unidos entre sí por travesaños de madera o barras metálicas, y a su vez se enlazaban con el par más bajo del mismo modo.
Entre los postes del segundo par más alto se situaba el yugo, lugar donde se sujetaba la cabeza del animal para inmovilizarlo. Además, se le pasaban dos cinchas de cuero alrededor del vientre, fijadas a los travesaños o varas metálicas. Una vez inmovilizado, el herrero procedía a retirar las viejas herraduras, limpiar las pezuñas y colocar las nuevas.
A escasos metros de la fragua y el potro se encuentra una fuente con lavadero, aunque debido a la escasa distancia de los elementos mencionados, pudiera tratarse de un abrevadero para el ganado.
El conjunto esta formado por dos pilones rectangulares donde el agua pasa de uno a otro mediante un pequeño caño. A escasa distancia del primero de los mismos, se encuentra una fuente hecha con piedras labradas o sillarejos con un solo caño que vierte el agua a una pila, coronada por un triángulo de piedra que proporciona agua a los pilones mediante un caño subterráneo.
Continuando por la calle donde se encuentra la fuente lavadero mencionada anteriormente, nos encontramos con una de las plazas más pequeñas pero más bonitas de la Comunidad de Madrid, llamada Plaza de la Constitución.
Según consta en el panel explicativo existente en la misma "se desconoce el año de construcción de esta Plaza que es el lugar de encuentro tradicional de vecinos y visitantes de Somosierra, sobre todo durante la celebración de las Fiestas Patronales.
Fuentes: Folletos Comunidad de Madrid, WEB Ayuntamiento, COAM, ChatGPT y Paneles explicativos
